Opinión Nacional

El Táchira rebelde

Allá por los años 60 en San Cristóbal se esgrimía un lema en apariencia petulante pero que implicaba la adaptación plena de la región a la novísima condición democrática que el país se había dado a partir del 23 de enero de 1958: «el Táchira hace lo que el Táchira quiere», rezaba la consigna desplegada por una nueva generación de políticos, empresarios y profesionales civiles que demostraba la capacidad de los tachirenses para ponerse a tono con una realidad que iba dejando en el pasado casi 60 años de militarismo y de dominación andina.

Pero si la incorporación del Táchira al resto del país había pasado por la irrupción de «Los Sesenta» en Caracas, cuando los rústicos «chácharos» de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez, amarraron sus caballos a las puertas de la Casa Amarilla, contemplados por los caraqueños con asombro y temor (era lo más cercano a una invasión bárbara), la civilidad tachirense aparecería como el relevo necesario, expresado por la lucha contra la dictadura de demócratas como Leonardo Ruiz Pineda o Ramón J. Velásquez.

A partir de entonces y hasta finales de los 80 y comienzos de los años 90, el Táchira floreció enriquecido, en su status de región fronteriza, por la siempre decisiva vinculación con Colombia y la definitiva integración a su propio país. Sobre la base de un desarrollo regional apoyado desde Caracas, los tachirenses siguieron sacándole provecho a la vecindad y con no poca sapiencia filtraron eficazmente las bondades de la influencia colombiana, dejando del otro lado las taras y males que agitaban al casi siempre convulsionado vecino.

La crisis de la democracia representativa se manifestó allí en el comienzo del contagio y así se comenzaron a hacerse frecuentes los secuestros, el cobro de vacuna y la presencia de fuerzas armadas irregulares colombianas en territorio nacional, así como lo que en el gobierno de Lusinchi se dio por llamar «el contrabando de extracción». Luego del 4F y del triunfo de Chávez, el descuido y omisión del Estado venezolano se hicieron complicidad y apoyo franco a la delincuencia política, mezclada con la común.

Extensas zonas de territorio nacional pasaron ser controlado por los irregulares colombianos. Al cobro de vacuna, el secuestro y el sicariato, se sumaron las confiscaciones de tierra y una vez arrasados los campos, el mal llegó a las ciudades. Estalló la crisis económica como producto de la parálisis productiva, se exacerbó el contrabando y el Táchira, golpeado desde ambos lados de la frontera, se convirtió, por adelantado, en lo que ya se está convirtiendo el país entero. Así que no se rasguen las vestiduras ni invoquen, hipocritonamente, a Gandhi, mientras reprimen y disparan. Los estudiantes tachirenses saben a quién se enfrentan y cuál es su responsabilidad.

@rgiustia

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