Opinión Nacional

El tejemaneje de Luisa Estella

A la magistrada-presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estella Morales, no le gusta el principio constitucional de la separación o división de poderes. Y no le gusta, porque en su opinión ello «debilita al Estado»… La verdad es que no se trata de una declaración sorprendente, ya que la citada magistrada –junto a la mayoría de sus colegas del TSJ, ha hecho todo lo posible para desdibujar la autonomía del poder público que preside y subordinarse, por tanto, al gran poder del mandón miraflorino.

Otro magistrado, Francisco Carrasquero, quien le tiene el ojo puesto al cargo de Morales, de inmediato manifestó una opinión similar, siempre en la línea de defender el brumoso concepto del «constitucionalismo popular», que no es otra cosa que una consigna para encubrir la auténtica «doctrina» que profesan: el «constitucionalismo presidencial», esto es que el señor Chávez sea la fuente primordial de creación e interpretación del entramado constitucional. Como dicen los larenses: na’ guará….

¿Y qué se traen entre manos, Morales, Carrasquero y el señor Chávez? ¿Por qué justo ahora descalifican el sistema de equilibrios que supone la separación de poderes? ¿Es que acaso a alguien le queda alguna duda que la práctica bolivarista ha hecho del Estado nacional un trágico modelo de concentración de poder? Tal parece que las respuestas no se refieren tanto al presente sino a la manera de terminar de cerrar una jaula institucional a prueba de vaivenes electorales.

No desean, por ejemplo, que la eventualidad de una Asamblea Nacional con significativa presencia opositora, se convierta en un contrapeso efectivo al poder presidencial. Y aunque están haciendo todo lo posible para limitar esa «presencia» vía el CNE, no quieren correr ningún riesgo y para ello necesitan que el Legislativo sea, ya de «derecho», el eunuco de los poderes públicos.

Así como despojaron a las gobernaciones y alcaldías de sus competencias, también estarían elucubrando cómo hacer otro tanto con la Asamblea Nacional. El «ejemplo» sería, claro ésta, la Asamblea del Poder Popular de los hermanos Castro Ruz, acaso el más inocuo de los parapetos revolucionarios de la Cuba fidelista.

Y quizá estén pensando en mayores honduras, como la convocatoria de una nueva Constituyente para certificar la defunción de la Constitución de 1999, y formalizar la adopción de una Constitución socialista, que facilite la perpetuación de la satrapía. Recuérdese que una «carta magna» emanada de una Constituyente, no requiere de referendo aprobatorio, tal y como habilidosamente fue establecido en la ahora agónica Constitución de 1999.

El tejemaneje de Luisa Estella Morales salta a la vista: decir y hacer lo que haga falta para complacer las ambiciones del jefe. No importa lo que deba sacrificarse en ese altar. Llámese división de poderes, autonomía del Tribunal Supremo, Constitución nacional o cultura democrática.

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