Opinión Nacional

El terrorista que llegó del calor (IV/IV)

“… Hay mucho que decir en favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad…”

Oscar Wilde (1854-1900)

¿A quién beneficia el crimen?

Crimen Organizado –o industria de la ilegalidad como siempre hemos preferido referirlo– y una de sus más dinámicas, rápidas y rentables fuentes para la captura y el manejo sin controles oficiales de liquidez monetaria en montos ilimitados, el tráfico de drogas –y su derivado el tráfico de armas–, viene a resultar el quid del asunto y es ese el punto de referencia a tomar en cuenta de los hechos que la historia criminal latinoamericana registra.

Quizás sea Fidel Castro Ruz el primer “político” latinoamericano que haya percibido la importancia y puesto en práctica una política de poder derivada y sustentada en la industria de la ilegalidad.

Desde su época de iniciarse como estudiante de derecho en la Universidad de La Habana (Septiembre de 1945), tuvo sus primeras experiencias. Cuando luego de las demostraciones de su habilidad para el crimen y la truculencia, fuera seleccionado por los “inversionistas y comerciantes” residentes en Cuba, Santos Trafficante y Meyer Lansky para organizar y sacar clandestinamente de los Estados Unidos y traerlo al abrigo de Cuba a Salvatore Lucania, conocido en el mundo del crimen norteamericano como Charles “Lucky” Luciano.

Precisamente, en aquellos momentos en que, ya como actividad regular, el crimen organizado norteamericano se había iniciado y estaba en pleno desarrollo el nicho de comercio, el de la estructura del negocio de las drogas con la novedad del momento: La heroína.

Asociados a los corsos radicados de Marcella, Francia, quienes manejaban a su antojo el monopolio del contrabando de opio desde las posesiones francesa de autre mer en Indochina –hoy Viet Nam, Laos y Cambodia– y procesaban esa materia prima para la producción de la heroína; producto final que luego transportaban a los Estados Unidos donde en las manos de Lucky Luciano y su pandilla, era distribuida en los responsables de las distintas ramas de la banda para su venta al detal en el naciente mercado de consumidores.

Aparte de aquellas siembras de marihuana en los predios bajo el dominio de la guerrilla opuesta al sargento Fulgencio Batista, para consumo de los combatientes –los hacía más audaces, Fidel Castro Ruz dixit– y su comercialización en el resto de Cuba para financiamiento.

Quizás, el mejor y más gráfico ejemplo de la dinámica “política internacional” impuesta por Fidel Castro Ruz y su revolución en el negocio del tráfico de drogas, lo constituya el caso de Panamá.

Desde la época de Omar Torrijos y su jefe de Inteligencia, Manuel Antonio Noriega; y luego cuando apenas a dos años de muerto Omar Torrijo, éste, Noriega, asume el mando de las fuerzas militares y del gobierno en Panamá, Fidel Castro Ruz y su negocio de las drogas disparan su influencia en Centro América.

La sola lectura de los detalles de esa historia, Oliver North e Irán Contra incluidos, brindaría a cualquier interesado, suficientes elementos como para comprender el asunto, y, evidentemente, el derivado de interés, su directa relación con la dinámica impuesta en estos once últimos años en Venezuela, al líder revolucionario, a la revolución bolivariana, y a su gobierno.

Pero es que también resulta ser que, según los limitados datos recopilados, ha sido Fidel Castro Ruz en su momento y en función de su más difundido, atractivo y rentable –en términos políticos– esquema de acción, el antiamericanismo o su variante el antiimperialismo, el político latinoamericano a quien por vez primera le llama la atención, que se ocupa, que atrae y construye sobre esos dos vocablos, los aparentes, dúctiles y útiles intereses geopolíticos comunes, en función de los intereses de los líderes y representantes del Islam.   

¿Quién tiene en definitiva el poder en Venezuela?

En esta constelación de intereses que juegan duro en la política venezolana contemporánea, y especialmente en el impuesto esquema de acción internacional de la llamada Revolución Bolivariana, no podemos obviar que uno de los primeros intentos de Fidel Castro Ruz por atraer a su ámbito de influencias a representantes en el gobierno de Venezuela, fue durante su visita al país luego de derrocar a Fulgencia Batista y alcanzar el poder en Cuba, con aquella propuesta en privado hecha al presidente Rómulo Betancourt. Palabras más, palabras menos: “… Yo con mi revolución triunfante y tu con los dólares del petróleo, dominaremos el continente americano y el mundo…”.

Luego en el tiempo, aparte de todas las conocidas vinculaciones y apoyos por décadas a los grupos de izquierda alzados en armas y de los fracasados intentos de invasión con tropas cubanas (Machurucuto y Chchiriviche), en contradicción a la política de Rómulo Betancourt surge el interés por parte de representantes del partido Acción Democrática en funciones de gobierno.

Vendrían entonces los contactos, el acercamiento y la búsqueda del apoyo de Fidel Castro Ruz con la iniciativa de Carlos Andrés Pérez y en función exclusiva de los intereses particulares de CAP y su proyección internacional. Empeño inicialmente canalizado en secreto por su sempiterno escolta o jefe de seguridad desde la época de CAP exilado en Centro América, el natural cubano Orlando García Vásquez.

Por su parte, representantes de Copei en su primer gobierno, evadiendo como siempre decisiones de trascendencia en el área de seguridad pública y de Estado, negociarían secretamente un entendimiento tanto con Fidel Castro Ruz por una parte, como con sus opositores residentes o no en Venezuela, uno de cuyos más activos y parlanchines representantes sería el natural cubano Luís Posada Carriles alias “Bamby”; el jefe de la División 51 de la Disip en tiempos de Remberto Uzcátegui Bruzual, y luego socio de José Gabriel Lugo Lugo en el negocio de la seguridad privada:

“… A cambio de no atentar ni atacar los intereses ni a los naturales venezolanos dentro y fuera del país, se mantendrán los privilegios, las posiciones políticas y administrativas alcanzadas,  sueldos, armas, escoltas, negocios y otros beneficios…”; palabras más palabras menos, fueron los términos de esa pusilánime propuesta a los cubanos residentes en Miami y Venezuela, una vez ganadas las elecciones por Copei, y semanas antes de asumir el poder como partido de gobierno.

Hasta que, como es de todos conocido, de manos de unos y otros representantes de la frustrada izquierda y sus expresiones y líderes revolucionarios, percibiendo el momento, consiguen y construyen la dúctil  pieza o instrumento que les faltaba en su empeño por llegar al poder, y llevan hasta Cuba y ponen frente a Fidel Castro Ruz, al bisoño aspirante a político y recién indultado teniente coronel, Hugo Rafael Chávez Frías.

Así, sobre esa artimaña, edifica la fracasada izquierda venezolana el andamiaje para el comienzo del “nuevo debut” de la Revolución Cubana y su más rentable argumento, el antiamericanismo o antiimperialismo. Ese mismo vocablo que excita, solaza, ofusca u obsesiona, a los intelectuales orgánicos o transgénicos, adscritos a esa izquierda en el ámbito nacional e internacional, con asiento o no en los países de la Comunidad Europea.

Sin embargo, a la fecha de esta publicación, pareciera ser que Fidel Castro Ruz ya anciano e incapacitado –un cadáver insepulto dijera Rómulo Betancourt–, quizás haya sido sustituido ya por un sindicato.

Un grupo de individualidades de la izquierda real o supuesta donde confluyen los múltiples intereses privados y comerciales –cubanos y no cubanos–, algunos de cuyos argumentos tienen la pretensión, son expuestos, se presentan y se venden a las masas y a los pobres como intereses políticos en beneficio de los otros vocablos excitantes, socialismo y revolución: “… No sea pendejo Guaicaipuro Lameda… la revolución necesita a los pobres…” (Jorge Giordani, dixit); agreguemos por nuestra parte: Vive de los pobres y de la miseria, más espiritual que material.

Y emerge así, la más ejemplarizante variante moderna de la depredación del capital social y económico, de la riqueza de un país.

La “divización” de la ideología

En ese campo y ámbito de acción de la izquierda nacional e internacional, operan entonces en Venezuela, por lo menos tres expresiones que nos arriesgamos a distinguir de acuerdo al juego de intereses público, privados y comerciales evidentes en uno y otro grupo, centrados en el objetivo último de la acción de uno y otro de sus operadores: El botín.

Esa posibilidad latente que se abre en y por el imperio de la industria de la ilegalidad cubierta por el manto de los vocablos antiimperialismo, izquierda, marxismo, revolución, socialismo del Siglo XXI. Se trata de la latente posibilidad para la acumulación relancina de enormes ganancias líquidas” “… Para no seguir siendo pobres…” (Danilo Anderson dixit).

Son esos verdes billetes de dólares americanos: la divisa. La expresión más moderna y dúctil de la más preciada rapiña para los piratas, corsarios, filibusteros o bucaneros, venezolanos y extranjeros.

Individualidades y colectivos representantes de poderes fácticos que se acomodan; amontonados y amotinados, limitados unos y otros, sólo por la habilidad y la capacidad para estar cerca del “hombre” y para jugar con la oportunidad en el imperio de la ilegalidad, y con las debilidades, ignorancia y debilidades de ese indispensable líder único, convenientemente aislado y con precisión milimétrica, rodeado de la banda de ignorantes y de la barbarie que le secunda.

Sin estabilidad jurídica, sin norma o ley alguna que se respete, y con reglamentos, normas y leyes que se ajustan rápidamente a las necesidades del momento, a la sola voz o sugerencia del amo desde Miraflores. Allí y así, operan por lo menos tres agentes fácticos de poder:

a) Los cubanos fidelistas y no fidelistas pero sí oportunistas. Sea que operen desde la isla o sea desde el propio territorio nacional; unos recién llegados, otros de dinastías de larga residencia y trayectoria “comercial” en Venezuela; algunos personajes dilectos amigos y habituales contertulios de ex presidentes norteamericanos, y frecuentemente citados en las listas de los más ricos del mundo por la revista Forbes; justamente, en la misma lista y al igual que lo es, Fidel Castro Ruz.

b) Los iraníes, sus agentes durmientes y sus asociados de otras nacionalidades vinculados por razones religiosas, geopolíticas, militares, estratégicas, tácticas, o simplemente comerciales y en función de los intereses geopolíticos, hoy, en manos de los mullah persas y su mascaron de proa, el ingeniero civil y político, Mahmoud Admadinejad.

c) Los encumbrados delincuentes –nacionales, nacionalizados y extranjeros– en posiciones de gobierno y sus activos asociados de las FARC, del ELN, de las FBL, Tupamaros o no, de La Piedrita, milicias y afines. Unos y otros, dentro y fuera de Venezuela, asociados en unos y otros negocios ilícitos, drogas, tráfico de armas, secuestros, extorsión y afines; otros encuadrados y pertrechados con instrumental bélico, transporte e información y pagados con fondos del Estado. Son entidades u organizaciones desde donde los jefes, amparados en la sostenida impunidad,  manejan –unos y otros a su antojo y conveniencia– las distintas expresiones del terrorismo de Estado, y lo que identifican y han dado por llamar lo expertos: La delincuencia común.

Consolidación

Ya ha sido expuesto y hemos asegurado en múltiples notas anteriores: El líder de la Revolución Bolivariana, el teniente coronel (r) Hugo Rafael Chávez Frías, no tiene en sus manos el poder político.

Al menos, el que dice tener si es que algo representa para la gobernabilidad del país, no tiene ni la estructura funcional ni capacidad alguna suficiente para enfrentar e imponerse de alguna forma por sobre los intereses de uno y otro de los operadores en este actual juego perverso entre facciones, bandas, pandillas o gavillas que pretende el apelativo de político dizque ideológico, para la expresión depredadora de sus intereses individuales y colectivos privados.

Esa es la “política” con “p” minúscula. Ese es el ambiente que se respira, y ese el contexto donde se destaca entonces la trascendente e ignorada importancia de ese aumento sustancial de la temperatura nacional e internacional, con este particular terrorista que llegó del calor, si es que fuere el original Abu Nidal, resucitado, o una pieza sustituta provisto con una de sus identidades del pasado y por ello, registrado en los archivos de Interpol.

Concluimos

Lo complejo de esta articulación de los eventos y la explicación del asunto en una secuencia más o menos lógica que tenga algún sentido, y que permita al interesado vislumbrar un cierto –voluntario o no– horizonte en el futuro, con algunos de los detalles comentados, podrá parecer más bien del ámbito de la política ficción.

Mas no se trata de un guión al más depurado estilo del otro bien conocido escritor inglés, Ian Lancaster Fleming (1908-1964), el creador de 007. Lo escrito, escrito y publicado queda, y si fuere el caso, a voluntad de cualquier intelectual orgánico o transgénico que pretenda o intente refutarlo; pero aún así, es y será, una potencial y cruda realidad: El devenir y los eventos lo comprobarán o lo negarán.

En todo caso, se trata de esa realidad cuya impactante materialidad sobre el terreno de los hechos y el devenir de Venezuela; como lo veremos en pleno desarrollo, serán eventos geopolíticos, políticos, económicos, sociales, militares, culturales y hasta psicológicos, –o de cualquier otro fuere el género– de interés común a todos los venezolanos y otros residentes en el territorio; eventos que más temprano que tarde pueden sorprender a incautos y como una activada y oculta espoleta, estallarle en la cara a quien ignore esta tan compleja y complicada dinámica de los hechos.

Que algunos renombrados especialistas pretendan e insistan en asumir la presencia y actividad de pandillas en funciones de gobierno como política en Venezuela, es su privilegio, y en los extremos, su responsabilidad.

A cada quien las propias, asumimos las que nos corresponden.

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