El tío Pedro y la vida
Ayer a la 1:20 de la mañana, la voz de José Francisco se quebró en el teléfono: “Chamo llamo para decirte que se murió mi papá”. La sensación fue difícil y muy irregular ¿Cómo se puede morir la vida?
Más allá de una vida de leyenda; líder y creador de la mejor época de la educación venezolana; Senador de la República; gobernador; embajador; el tío Pedro era fundamentalmente un espíritu libre. Un ser humano.
Para mi eran las vacaciones del verano en las casa curales de Pepe, en Guayabones, Santa Cruz y Tovar. Era la eterna conversación con la familia y los amigos. Era el placer de la mesa. Desde el agua hasta el café. Pedro, era agradecer cada mañana.
Fundado en la germánica austeridad de los páramos tachirenses. Pedro, logró descifrar el misterio de la felicidad. Adoró la dicha del amor familiar; nos enseñó a ser junto con otros.
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