Opinión Nacional

El trágico encanto del poder

El ejercicio irracional del poder genera adicción y apego enfermizo. Entre los elementos “sabrosos” y adictivos del poder, podríamos citar el protagonismo natural que el gobernante-poderoso tiene en los medios de comunicación, producto de la atención y expectativa que sus acciones genera en la población. El poder maneja recursos y los gobernantes lo administran como si estos fueran propios, sin controles ni trabas de ningún tipo y con la íntima convicción de que jamás serán juzgados ni sancionados. El poder sin contrapeso genera una aberrante sumisión y los ciudadanos pueden llegar a actuar como siervos, a la espera resignada de las arbitrariedades del gobernante.

Cuando el poder que se ha perdido o está a punto de perderse, se pretende mantener a cualquier precio. Si circunstancialmente se deja de ejercer, se intenta su recuperación con los más banales argumentos, siendo el más recurrido el de la necesidad o imprescindibilidad del gobernante poderoso. En Latinoamérica, tenemos varios ejemplos de hombres sedientos y adictivos al poder. Sin orden cronológico y sin distingos de sus tendencias, podemos citar a Balaguer y Trujillo en República Dominicana, Pinochet en Chile, Rojas Pinilla en Colombia, Fujimori en Perú, Gómez, Perez Jiménez y más recientemente Hugo Chávez en Venezuela. También Caldera y Carlos Andrés Pérez, se empeñaron en un retorno al poder y sus segundas presidencias tuvieron en ambos casos consecuencias nefastas para el país. Hasta Uribe parece que caerá en la tentación para un tercer mandato.

Los ciudadanos se contagian de los síntomas del poder aberrante. Se acostumbran a tomar actitudes sumisas, pasivas, cuidando estatus, apariencias y consecuencias. La gente teme al gobernante, ¡pero cuanto diera por tenerlo cerca ¡ Los empresarios critican el funcionamiento de PDVSA, ¡ pero como anhelan “un contratito!”. No estamos de acuerdo con la reelección, pero calladitos, en voz baja, no nos vayan a escuchar. Tenemos un discurso acomodaticio. Somos como el hombre que pregona la fidelidad. Pero en su esposa y no para sí mismo. La gente aplica la política del “guabineo” en posiciones políticas, alegando que las circunstancias y tiempo son diferentes, que no se pueden decir todas las cosas que se piensan.

Aprendamos de las lecciones de historia queridos compatriotas: El poder tiene su encanto si es para servir y satisfacer las grandes necesidades. Se convierte en una tragedia, si es para conservarlo por vanidad, apego y por el poder mismo.

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