Opinión Nacional

El trinomio infernal

Hugo Chávez finalmente se quitó la careta. Ha retornado al esquema de Norberto Ceresole. Caudillo-Ejército-Pueblo. Entendiendo, claro está, que el Ejército, la Fuerza Armada, no es otra cosa que un partido militar disciplinado al estilo comunista, cuya ideología deriva de corrientes antes antagónicas, pero que hoy se dan la mano en su lucha en contra del enemigo común: la democracia y la libre empresa.

La victoria reclama entereza

En estas horas aciagas, es bueno recordar que a Inglaterra le tocó luchar durante 14 años para derrotar a Napoleón, sin flaquear ni un día. Mas durante los primeros ocho años, el éxito fue del emperador francés. Algo similar ocurriría con Hitler. Gran Bretaña hubo de pelear durante 7 años sin desmayar para hacer desaparecer de la tierra el eje infernal Berlín-Roma-Tokio. Pero entre 1939 y 1943 el futuro parecía cargado de negros presagios. Según el decir de Winston Churchill, «ésa fue su mejor hora». Eso sí, en ambas épocas, los británicos comprendieron la necesidad de contar con un líder único y una sola estrategia.

En el exterior, parecen no comprender lo que está en juego en Venezuela. Aquí se enfrentan dos visiones del mundo. Por un lado, la democrática, capitalista, de finales del siglo XX, la de Bill Gates, que ofrece al mundo un futuro promisor. Enfrentada a ella, una combinación, como he dicho, del marxismo y el militarismo, que condujeron, en un caso, a la Revolución bolchevique de 1917 y a 70 años de enormes sacrificios, para llegar al más estruendoso fracaso; y en otro, a la revolución militar japonesa de los años 30 del siglo XX, que pretendía que los militares manejaran el Estado ellos solos y que llevó al Japón a la más alocada agresión y a su desaparición como Estado independiente.

Hay, sin embargo, diferencias. El chavismo llega al poder con el engaño. Se dice democrático representativo y es electo por un pueblo inocente. Eso le concede una legitimidad de origen. Pero inmediatamente comienza su labor destructora de las instituciones democráticas y su sustitución por unas más dóciles. En Abril, aprovecha las circunstancias y purga la Fuerza Armada, con lo que ésta puede asumir su rol de partido militar.

Para los enemigos de la democracia representativa no existe otra verdad que la suya. Es una ingenuidad creer, como lo creen los demócratas en el exterior, que es posible una negociación entre los dos lados en pugna. El gobierno jamás cederá ni un ápice, como no lo hicieron durante 70 años, los comunistas en la Unión Soviética.

El puré chavista

Para Hugo Chávez la democracia no pasa de ser eso que algunos historiadores venezolanos han venido en llamar la democracia social, ese igualitarismo social, del que se sirvieron en su momento Boves, Piar y Zamora para expresar sus resentimientos sociales. Pero al mismo tiempo, la educación militarista y comunista de Chávez lo conduce irremediablemente a la autocracia; a la llamada democracia protagónica y plebiscitaria de Bonaparte. Aunque acepta el principio de libertad de pensamiento y de expresión entre sus opositores, claro haciéndoles caso omiso; no admite la disensión entre sus seguidores, que son para él su tropa obediente. De ahí que éstos siempre estén prestos a defender aún las más disparatadas ideas del autócrata. Lo que entiende Chávez por revolución es el típico bochinche venezolano, disolvente, anárquico. Quiere destruir las instituciones del pasado, pero le es imposible sustituirlas por un concepto nuevo. De ahí su afán por cambiarles de nombre. No puede ser de otra manera, porque su educación e instrucción dejan mucho que desear, al igual que su capacidad. Convence con su don de la oratoria la primera vez que habla con alguien, pero si continúa haciéndolo por más de un día, es repetitivo y no contribuye en nada original al pensamiento.

El único rasgo totalitario del sistema de gobierno que preside Hugo Chávez no se fundamenta en la falta de independencia de los poderes públicos. Se asienta más bien en que los magistrados de la Sala Constitucional, que es en fin de cuentas el máximo tribunal de la República, son todos convencidos miembros de un movimiento político, que no actúan ajustados a derecho, sino a su particular ideología. Lo mismo ocurre con la Asamblea Nacional y con todas las instituciones del Estado.

Civismo o bayonetas

A estas alturas de la lucha, aquí no puede haber marcha atrás. Como dicen los trabajadores y ejecutivos de PDVSA, queremos «una Feliz Libertad y un próspero gobierno nuevo». Estamos convencidos de que «el paro derroca a Chávez y el pueblo lo sabe». Para que la casi totalidad de los trabajadores y ejecutivos de PDVSA y el sector privado de la economía retorne a sus labores, Chávez tiene que renunciar, para permitir, de acuerdo con la Constitución, un proceso electoral. Lo que ocurre hoy en Venezuela se me parece a la respuesta alemana a la ocupación del Ruhr por las tropas francesas, que fracasó por un paro similar al nuestro. Entonces, los alemanes le probaron a los franceses que el carbón y el acero del Ruhr no podían ser extraídos con bayonetas. Tampoco, el petróleo.

Santiago Ochoa Antich es diplomático de carrera, politólogo y periodista. Fue Embajador de Venezuela en Austria, Canadá, Jamaica, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, El Salvador y Barbados.
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