Opinión Nacional

El Tuy era una fiesta

Elda se levantó tempranito a hacer mercado. Y apenas llegó a la plaza de Santa Teresa se cayó a preguntas: «¿Y qué es eso, por qué montaron los tarantines de Mercal aquí en la plaza, si los chavistas siempre venden su vaina en otra calle?» Me cuenta, con pelos y señales, que en verdad los mercales semanales le permiten ahorrar 50 por ciento: «El pollo y la carne son a mitad de precio, señora Elizabeth, y el arroz y la cebolla también estaban baratísimos».

Pero me cuenta que lo más raro no era que los chavistas con sus franelas y gorras rojas se hubiesen instalado ese día en medio de la plaza de Santa Teresa sino que «allí no había nadie comprando, cuando eso siempre es un gentío haciendo cola.

Uno llega a las 8 y terminan despachándole como a las 11. Pero ese día frente a los toldos de Mercal no había un alma».

Rapidito le llegaron todas las respuestas: «Una gentará, señora, un gentío, comenzó a llegar a la plaza, pero no a comprar sino porque Henrique (así le dice a Capriles Radonski) iba ese día para Santa Teresa y la marabunta de gente lo venía siguiendo desde Santa Lucía, que es como decir venirse desde El Cafetal hasta Petare. Por eso fue que los chavistas, tan sinvergüenzas, montaron el Mercal en la plaza para que la gente no fuera a ver a Capriles sino a comprar barato. Pero qué va señora: la gente dejó de hacer mercado barato y prefirió ver a Capriles. Y cuando los chavistas vieron a aquel gentío con las franelas de Hay un Camino y las banderas de todos colores rumbo a la plaza, tuvieron que recoger rapidito la mercancía y los toldos y salir corriendo, porque aquel bojote de gente se los iba a llevar por delante. Yo misma me quedé a esperar a Henrique y le dije a mi esposo: «yo no voy a hacer ningún mercado, yo me quedo aquí en la plaza».

La espera, dice Elda, se postergó desde las 9 de la mañana hasta la una y media, cuando finalmente Henrique apareció.

«Nos cayó un palo de agua, pero no nos movimos y menos cuando nos dijeron que el gobierno había trancado una vía para que él no pudiera llegar. Pero dio un vueltón y se apareció. Ay, señora Elizabeth, pobrecito, estaba ronco por el aguacero que le cayó encima. Pero le digo que en persona es más bonito que en las fotos. Mire, señora, es rosadito. Parece un artista de televisión, es bello, mis hijas me lo dijeron.

Yo le llegué cerquita y cuando pasaba por el medio de aquel gentío, me metí entre las chamas y le agarré la mano y se la besé.

Pobrecito, venía todo arañado…» Dice Elda que mientras venía el gentío hacia la plaza, algunos vecinos les aconsejaron a los dueños de pequeños negocios aledaños, que bajaran la santamaría, que podía ser peligroso. Pero otros vecinos se opusieron: «No, señor, no cierren sus tiendas, que los ladrones son los chavistas.

Nosotros no». De hecho, muchos hicieron su agosto porque se les agotaron las franelas y las gorras y cuanto material electoral de Henrique se les ocurrió vender.

«Yo estaba brava porque quise comprarle un `Autobús del Progreso’ de juguete a mi nieto y no me dejaron, del gentío que le cayó encima al buhonero. Una viejita salió contenta con su autobusito en la mano, diciendo que este lo iba a poner yo en el recibo de mi casa, al lado de sus santos… Mire, gozamos un puyero. Nos quedamos bailando tambor hasta las 8 de la noche».

Elda habló sin parar sobre Henrique más de media hora: «por allá en El Tuy se le ha volteado un gentío a los chavistas, señora. Uno ve cómo los hijos de los de la Junta Comunal andan con unas motos nuevecitas… ¿de dónde van a sacar esos reales? Yo voté por Chávez pero más nunca. Hace dos años metí los papeles en la Junta Comunal para que ayudaran a mis hijas con los materiales de su casa y sigo esperando. El año pasado ellas se fueron desde las cinco de la mañana a inscribir a los carajitos en la Misión para los niños y todavía la están esperando. En cambio Henrique, en menos de dos meses, les entregó sus Certificados de Vivienda y ellas pudieron ampliar sus casitas. Y esa gente de Henrique es tan seria, porque primero las visitaron para comprobar que lo que ellas decían era verdad y después fue que les dieron los materiales… Ahora la chavista de la Junta Comunal anda pidiendo ayuda, para que Henrique también le dé materiales para ampliar su casa».

Mientras Elda me contaba entusiasmada su roce con el galán electoral, recordé a Luis Vicente León y su famoso análisis de que el pueblo necesita enamorarse de otro para salir de este marido incapaz e irresponsable, que lleva catorce años cayéndole a coba.

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