Opinión Nacional

El venado de la virgen

En estos días cargados de atmósfera espiritual, reflexiones, paz y amor a dios, es oportuno evaluar lo sincero de esos golpes de pecho y esas reflexiones que en los momentos de angustia y desolación, prometemos, con tal de conseguir el apoyo y auxilio del supremo. Tal vez sea oportuno relatar la historia del cazador para poner más en claro el tema en cuestión.

Érase una vez un pícaro y experto cazador que se ufanaba de ser el mejor de su pueblo con la escopeta y las trampas, decía que no existía ningún animal a salvo cuando él se disponía a cazarlo. Un buen día el mentado cazador salió a su faena de rutina, prometió regresar en dos días con la presa más cotizada del bosque, se refería a un venado, si un fornido venado de exquisitas carnes (era el plato más apetecido del pueblo), pasaron dos días y nada de nada, no aparecía la presa, las provisiones del cazador comenzaron a escasear, se le acabó la comida y el agua, sentía mareos y su vista se nublaba, su cuerpo temblaba y sudaba a mares, sentía mucho miedo de morir ya que por primera vez se encontraba perdido y desorientado. Antes de agotar sus últimas fuerzas se arrodilló, unió sus manos y suplicó un milagro a la virgen, rogó para que apareciera cualquier presa y prometió a la virgen que la mitad de lo que él cazara seria para ella como gratificación por el milagro concedido. Al cabo de media hora. Cuando ya caía la tarde, en el lecho seco de un extinto arroyo, divisó un par de hermosos venados, eran los más grandes, imponentes y robustos que jamás vio. Sin perder tiempo y controlando sus temblores, monto y apunto la escopeta hacia los ejemplares, se le aguaba la boca de solo imaginar un trozo de esa carne asada, además la envidia de todos en el pueblo ante tal proeza. Sin mayores retrasos apretó el gatillo y disparó, el olor a pólvora y el humo se fueron disipando para dejar en claro que acertó el tiro, pero solo a un venado, el otro se fue corriendo entre los matorrales. El cazador recogió la presa y la monto en su hombro, se dispuso a caminar y de repente se le apareció la virgen, él recordó el compromiso con ella, y con su habitual picardía le dijo ¡gracias virgencita por el milagro concedido, pude atrapar al mío; pero que pena me da, que lastima que tu venado se haya ido!

Este breve relato pone de manifiesto el poco nivel de compromiso y responsabilidad con la palabra empeñada, bien sea cuando pedimos un milagro o también cuando pedimos el voto en una campaña electoral, los candidatos prometen de todo y a todos, ante cualquier pedimento, responden de inmediato diciendo ¡cuente con eso hermano, tan pronto me monte en el coroto eso se hará de inmediato! Mayor embuste, ni se recuerdan de lo ofrecido y mucho menos a quien se lo ofreció.

Es momento de premiar a los que de forma continua han trabajado por y con la gente de cada comunidad, hay que hacer sentir a los dirigentes que el pueblo premia al que lo hace bien, al que cumple y al que juega limpio. Ya basta de que nos digan siempre que nuestro venado se escapó y el de ellos fue el único capturado.

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