Opinión Nacional

El venezolano feo

La imagen del venezolano en el extranjero no es lo que era. Ahora, los más conocidos, están metidos en política, no solamente la interna sino la externa. Uno de ellos, cuando llegó a embajador en México, asistió y se dejó fotografiar a mitines de la izquierda y apareció complicado en el financiamiento de organizaciones políticas mexicanas Tanto dio y tanto dio, que lo sacaron como persona no grata, sin darle tiempo ni a recoger la ropa. Otro, con un cargo igual, tuvo que salir más o menos apresuradamente de Buenos Aires. Y cuando los encuentran en Cuba, discuten sobre los problemas internos del partido Comunista, se hacen ver en los mejores sitios y se entrometen que da gusto, haciendo siempre énfasis en lo que le deben al gobierno de Chávez.

Uno de los venezolanos que pasó en avión por Bolivia llevando armas, levantó las alarmas de todo un aeropuerto. Y un centenar de ellos, por más señas periodistas se encuentran desde hace un mes en la Paz y a las provincias autonómicas, para dar, me supongo, lecciones de periodismo comprometido.

No digamos en Argentina, donde un compatriota llegó con ochocientos mil dólares en una maleta potente, acabado de bajar de un avión de Enarsa, originando una tormenta política que signó pavosamente el naciente gobierno de Cristina K.

Se han cansado ya de nosotros en Colombia, por lo echones y patrioteros, siempre pendientes de ir a encontrar lo que no se nos ha perdido, despotricando del patriarca Santander en los peores momentos, metidos en cuanto lío raro hay, desde los contactos con los paramilitares hasta el armamento de los elenos pasando por una omnipresencia sonriente en las computadoras de las FARC. Nuestros ministros se dan el lujo de hablar de tú a tu con los guerrilleros en horario estelar y de abrazar a exsecuestradas liberadas en actitud protectora y jactanciosa, para demostrar que los únicos que pueden realizar la tarea imposible de la liberación de los plagiados colombianos son ellos.

Tanta bondad y tanto éxito sobrevenido e impuesto, no ha dejado de dar sus frutos. A la imagen del venezolano/a amable, dicharachero y hospitalario, que se encontraba casi siempre metido en su pais, a menos que hubiese ido a comprar ta barato en Miami o en Nueva York, o hubiese ido a competir en Miss Universo, se han sobrepuesto nuestros alter egos: el venezolano de la quinta, funcionario guapo y apoyado de un gobierno que lo considera una punta de lanza de su revolución boliburguesa, haciendo ver que sus reales son la llave que abre todas las puertas. Otra cara es la del exilado, el pelabolas de la oposición que ha ido a parar a Miami, Bogotá, Madrid y la Cochinchina, nostálgico de arepas y diablitos, que se parece mucho al cubano en aquello de repetir incansablemente que Chávez “no pasa” del mes que viene.

Ninguna de esas caras nos gusta. Son las del venezolano feo en el que nos hemos convertido. Imperialistas del petróleo regalado y bien cobrado o desterrados de un país que fue exitoso y está dejando de existir.

No me pregunten por nuestra tercera cara, mas que fea, horrorosa: la de aquél que no ha salido nunca de Venezuela pero se ha arrugado y manchado con la carga de sus carencias, sus limitaciones, las semanales orgías de crímenes que lo amenazan y las eternas y falsas campañas electorales de sus políticos.

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