Opinión Nacional

El verdadero Ministro de Relaciones Interiores

De acuerdo con la Ley Orgánica de la Administración Central es competencia del Ministro de Relaciones Interiores y Justicia llevar unas relaciones equilibradas con los partidos y demás fuerzas que se mueven en el escenario político nacional. ¿De qué se ocupa el psiquiatra Jorge Rodríguez? Pues de mantener ese trato, sólo que lo hace desde la perspectiva de un régimen militarista de izquierda –neocomunista, lo llama Emeterio Gómez- que utiliza las elecciones como cosmético para encubrir su naturaleza hegemónica y autoritaria. El doctor Rodríguez -junto a José Vicente Rangel, Omar Meza Díaz y el otro Rodríguez, el de la fiscalía- forma parte del cuadrilátero institucional sobre el que se apoya el andamiaje de la neodictadura.

Habida cuenta de que en el horizonte de la mirada de Chávez no aparece la menor intención de alternar el poder con ninguna agrupación que participe en la larga lista de consultas electorales, a Jorge Rodríguez el caudillo le asignó la tarea de crear la ilusión de que la ciudadanía vota de forma transparente y elige de manera fidedigna. El psiquiatra, buen conocedor de las profundidades del alma humana, se entregó con devoción a cumplir esa labor. Claro, el 7 de agosto no logró satisfacer plenamente a su jefe. No pudo contabilizar los siete millones de sufragios que esperaba. Sin embargo, la faena no fue rematada con éxito porque los 22 gobernadores chavistas más los 270 alcaldes que apoyan el “proceso”, no movilizaron a sus partidarios, a pesar del empeño de Chávez y la persistente campaña del CNE durante las semanas que precedieron la cita. La clase política del régimen carece de atractivo para los electores cuando no es directamente la figura del cacique la que está en juego.

A pesar del percance sufrido durante las elecciones para concejales, nadie puede negar que Jorge Rodríguez se desempeño como todo un eficaz (aunque no eficiente, pues el costo de la parodia fue altísimo, si se compara con el número de electores) funcionario del régimen. A pocas horas de cerrarse la campaña aprobó el partido Unidades de Victoria Electoral (UVE) y con él las “morochas”, mecanismo que favoreció descaradamente al MVR en detrimento de las minorías, entre ellas la organización Tupamaros, que ahora protesta la mengua con violencia frente a las puertas del CNE. Por cierto que el doctor Rodríguez, que también sabe manejar la muñeca izquierda, salió a recibir a los dirigentes de esta agrupación, connotados ultraizquierdistas que durante años actuaron en la clandestinidad y amenazaron el orden democrático con levantarse en armas para combatirlo por la vía violenta. Por esos lados se encuentran las tradicionales querencias del presidente del CNE. De allí que a los Tupamaros los acogió con simpatía el martes 9 de agosto cuando fueron a quejarse ante él; mientras a la oposición que marchó pacíficamente el sábado 30 de julio para entregar un documento en el que se exigía el cumplimiento de la Ley del Sufragio y el equilibrio electoral, la recibió con las hordas de Lina Ron, las peinillas de la Guardia Nacional y los gases lacrimógenos de la Policía Metropolitana. ¡Qué diferencia! Con la oposición actuó como ministro policía, antiguo remoquete que quienes hoy disfrutan del poder les endilgaban a quienes ocupaban la cartera de Relaciones Interiores, en tanto con los Tupamaros, sus aliados, mostró su faceta de potencial Canciller del Reich. Con los ex subversivos por supuesto que fue mucho más amable que con Súmate, organización de la sociedad civil a la que califica de “empresa”. El psiquiatra podría combinar la ironía y el cinismo con un poco de rigor conceptual, por eso no le caería mal que leyera en un diccionario especializado lo que significa el término “empresa”. A lo mejor consigue uno que se ajuste más al odio que les tiene a María Corina y sus muchachos, pero que no revele su ignorancia en el campo de la economía.

Aquí, empero, no se detuvo la conducta del ministro de Relaciones Interiores alterno. El día de la consulta electoral, el mismo 7 de agosto, permitió que Hugo Chávez, en abierta campaña a favor de su causa, hablara durante casi una hora a través de la televisión y la radio. Durante ese lapso el CNE -obligado a mantener la imagen de imparcialidad, aunque sólo sea el día que se efectúan los comicios- no dijo ni pío. Rodríguez se mantuvo hermético en su despacho mientras Chávez, seguramente en comandilla con su lugarteniente, hablaba de las bondades de la revolución y de la importancia de apuntalarla a través del voto. Sin embargo, la gente en esta oportunidad había decidido no dejarse embaucar. Ni siquiera las dos abusivas e ilegales prórrogas concedidas por el principal rector del CNE sirvieron para conmover a la gente. Los dos presidentes, aunque uno de ellos es calvo, se quedaron con los crespos hechos. Un inmenso sector de la ciudadanía, absteniéndose, expresó la opinión que le merece Chávez, la revolución profidelista y el CNE.

Aquí comienza la tercera fase de la actuación del ministro Rodríguez. Concluida la interminable y agotadora jornada del domingo le tocó lavar la cara del régimen y del caudillo. Las tres horas que obtuvo entre las 4 y las 7 de la tarde le obsequiaron un número indeterminado de votos, que él multiplicó por un factor “X”, lo cual ahora le permite colocar la abstención en menos de 70% (¡qué casualidad!, 69.7%), cifra que el régimen no considera tan negativa, pero que carece de toda credibilidad. Lo bueno de la televisión y de los otros medios radioeléctricos es que impiden ocultar la verdad. Si estuviese en Cuba, como parece ser su deseo íntimo, Rodríguez podría decir que votó 100% de la gente, y aunque nadie le creyera, tampoco nadie podría rebatirlo con datos concluyentes. Aquí las imágenes quedaron como un testimonio más sólido que las palabras del funcionario gubernamental.

Chávez premió la consecuencia de su subalterno. Le ordenó a la mayoría oficialista que domina la Asamblea Nacional que lo ratificara en el cargo. Él se encargará de organizar los próximos procesos electorales. Ahora le corresponde a la oposición decidir si acude a las futuras citas preparadas por el verdadero ministro de Relaciones Interiores. Volveremos a una encrucijada tenebrosa.

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