Opinión Nacional

Elecciones 2012: la victoria y la epopeya

El pasado Domingo 7 de Octubre, la mayoría del pueblo venezolano dio un sólido respaldo electoral al proyecto ideológico-político que encarna el Presidente de la República, Hugo Chávez; quien obtuvo 8.134.192 votos, frente a Henrique Capriles, candidato de los sectores democráticos; quien obtuvo 6.498.776 votos. Con la victoria obtenida por el bloque oficial pareciera abrirse campo para iniciar -justamente por “la vía electoral”-, el desmontaje de la institucionalidad democrática contenida en la Constitución del 1999 y su sustitución por el Estado Comunal.

Electoralmente, el país de nuevo reflejó tres segmentos políticos claramente diferenciados: una primera minoría que optó por la propuesta oficialista y que relativamente representa alrededor de un 43% del total del padrón electoral; una segunda minoría que votó por la alternativa democrática que agruparía al 34.6% del total de electores y, finalmente, una tercera minoría (que no sufragó) estimada en un 20.6% del registro de electores. Esta correlación de fuerzas políticas nos indica un precario equilibrio entre los dos bloques ideológicos que seguirán en disputa por el control del Estado y el rumbo de la sociedad venezolana.

La victoria del Presidente Chávez (numéricamente inobjetable) se fundamentó en cuatro factores básicos: i) su liderazgo personal e indudable ascendencia sobre la población venezolana, cualidad que ha venido siendo consolidada por trece años de ejercicio del gobierno en el país; ii) la utilización ventajista y sin límites de la institucionalidad pública, a favor de su candidatura; iii) el efecto propagandístico de la “Gran Misión Vivienda” en amplios sectores populares, que reanimó la esperanza en la gestión oficial y iv) la cohesión operativa del binomio PSUV-red socio-comunitaria (movimientos sociales y consejos comunales), que sirvió de pivote para la movilización electoral, el pasado 7-O.

Por su parte, la epopeya lograda por Henrique Capriles sentó un precedente histórico de organización y fuerza en todo el país; frente a las desventajas comparativas que tuvo frente a su adversario político-electoral. Capriles: i) consolidó un nuevo liderazgo alternativo y renovador para los sectores democráticos; ii) logró aumentar cuantitativamente la votación de los sectores democráticos en más de 2 millones, doscientos mil votos en relación a la campaña del año 2006; iii) consiguió trascender los “límites tradicionales” de la oposición democrática superando su “repliegue social”, reconectándose con los sectores populares y alcanzando llegar a casi todo el territorio nacional y, iv) rescató el espíritu unitario entre los diferentes factores partidistas de la oposición y el pueblo independiente, para construir una plataforma programática común basada en la inclusión social.

 

Los resultados electorales permitirían inicialmente al gobierno nacional impulsar -de ahora en adelante-, su propuesta socialista del Estado comunal. Con el Estado comunal se busca desplazar el modelo de organización territorial, de propiedad y de participación política; aún vigente en el país; mediante: i) una nueva organización territorial basada en las comunas y los distritos motores de desarrollo; ii) una forma distinta en las relaciones económicas fundamentada en la planificación centralizada y la propiedad social de los medios de producción y iii) la eliminación del derecho a la elección directa, universal y secreta de las autoridades gubernamentales y la sustitución por otros mecanismos de participación semi-directa y asamblearia.

Las fuerzas democráticas con Henrique Capriles en la vanguardia, tienen un conjunto de retos políticos y organizativos. Uno de ellos, es lograr mantener la claridad en los objetivos estratégicos de defensa de la democracia y el acompañamiento de las luchas sociales que emergerán en el país. De igual manera, las fuerzas democráticas se encuentran en la obligación de impulsar los procesos de organización autónoma del pueblo; mediante sindicatos, gremios, organizaciones comunitarias y sociales y cualquier expresión popular que defienda los derechos humanos. Un tercer aspecto, pasa por el mantenimiento de la unidad y la cohesión de propósitos y acciones entre sus integrantes. Sin ella, el camino será más difícil.

En este contexto, las políticas sectoriales son de especial importancia. Y en ese sentido, un sector que requiere especial atención es la juventud venezolana. Al respecto, no hay que olvidar, pronto surgirá una generación de niños y niñas, adolescentes y jóvenes que no conoce (y por lo tanto le es ajena) la historia democrática del país. Hay que tener presente que esa generación sólo tendrá una “visión ideologizada” de la historia de Venezuela. Y cuando, se hace referencia a una política juvenil, se plantea más allá del sector universitario y estudiantil. Se trata de una política de juventud que involucre al joven emprendedor, al joven obrero o campesino, al joven de las comunidades.

Un último comentario, en esta entrega, está dirigido a la sociedad civil y a la población en general; aquella que quiere un cambio y también defender la democracia, la paz y la libertad. Esa ciudadanía en general (quizás en este momento triste por los resultados electorales adversos) no debe desmayar; sino recuperar sus bríos y seguir adelante en el camino que Henrique Capriles, en su epopeya nos ha mostrado. Ahora vienen las elecciones regionales (16 D) que serán un nuevo desafío, un nuevo reto que afrontar; pero ese es otro tema al que dedicaremos nuestra atención en próximas entregas.

 

 

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