Opinión Nacional

Eligio Cedeño: La fuga del siglo

Creo que, aunque es inapropiado que a la libertad condicional irreprochablemente legal concedida por la Jueza 11 de Control, María Lourdes Afiuni, al empresario, Eligio Cedeño, se le aplique el calificativo “de fuga”, debe aceptarse, per contra, que si Cedeño hubiese recurrido a la medida extrema de fugarse, igual se habría mantenido en los términos de la Constitución que consagra los principios de presunción de inocencia, de que ningún ciudadano -salvo excepciones- puede ser juzgado privándolo de su libertad y de que solo a través del debido proceso será sometido al juicio que por la comisión de presuntos delitos prescribe la Ley.

No fue el caso de Cedeño, durante dos años y 8 meses en virtual cautiverio, reducido a los límites de un exiguo y oscuro calabozo, objeto de agresiones de todo tipo por parte de sus captores, sin que sus abogados tuvieran acceso pleno a las actas procesales, prohibiéndoles, incluso, presentar pruebas a su favor, y de una acumulación absurda e ilegal de acusaciones que jamás se compaginaron con la naturaleza del caso donde, injustamente, se le involucró.

Es bueno subrayar que Cedeño jamás llegó a ser detenido pon ninguna autoridad, pues tan pronto supo que había una medida judicial en su contra, se presentó de motu propio y a partir de ahí siempre colaboró con el Poder Judicial para que no se interpretara que estaba en su ánimo burlar la Ley.

Ello no le permitió, sin embargo, acceder a ningún beneficio, siendo tratado, no como un ciudadano sometido a juicio, sino de un reo ya juzgado y condenado y a quien, adicionalmente, se le aplicaba la vesania de funcionarios no precisamente educados en respetar los derechos de los demás.

Pero hubo más, mucho más: el 14 de octubre del año pasado la Corte de Apelaciones No 8 de Caracas, en uso pleno de sus facultades, produjo la primera decisión de libertad condicional a favor de Cedeño, pero solo para ser rechazada por el Poder Ejecutivo, que, en una muestra de hasta donde ha llegado la suspensión de la administración de justicia en Venezuela, presionó al Tribunal Supremo de Justicia para que anulara la decisión.

Y los llamados magistrados cumplieron la voluntad del mandamás Chávez, desconociendo la calidad y condiciones de la Corte de Apelaciones No 8 para dictar decisiones y sentencias de manera independiente, objetiva e imparcial y sin hacerse cómplices de la ya rutinaria violación del ordenamiento jurídico que es sello y marca de fábrica de administración chavista.

Debemos reconocer, sin embargo, que esta vez los magistrados de la Corte de Apelaciones no fueron objeto de destitución y aun de prisión, que es, por cierto, el castigo que se aplica a los magistrados, jueces, cortes y tribunales honestos.

El caso más reciente, el de la Jueza, Afiuni, detenida y encarcelada horas después de dictar su sentencia y para la cual el super magistrado, Chávez pidió, “30 años de prisión”.

En el momento de escribir estas notas, los abogados de Eligio Cedeño, también denunciaban el acoso a que estaban siendo sometidos de parte de los cuerpos policiales “por defender a un acusado”, y que uno de ellos, José Rafael Parra Saluzzo, era interrogado desde hacía 48 horas en la DIM.

Creo, por tanto, que en los anales de la turbia historia de la administración de justicia en el país -rastreada desde mediados del siglo XIX por el abogado, Pedro Núñez de Cáceres, en aquellas páginas del horror que título, “Memorias sobre Venezuela y Caracas” (Funres. Caracas. 1993)-, no se conocía nada parecido, pues si bien Núñez de Cáceres anticipó la degradación de la justicia que se sufrió en los tiempos de Castro, Gómez y Pérez Jiménez, no llegó a imaginar a la que llegaríamos en los días del teniente coronel, Chávez Frías.

Vergüenza que se reveló fundamentalmente en la persecución contra Eligio Cedeño y sigue vigente en el encarcelamiento ilegal de los comisarios Simonovis, Vivas y Forero, así como en la saña contra el capitán Otto Gebauer, los colegas Gustavo Azócar, Leocenis García y José Rafael Ramírez, los cuales no reclaman otro derecho que el de ser juzgados en libertad.

O sea, en base a los principios contenidos en la Constitución que no pueden comprender los hijos de la barbarie como Chávez, quien dicta sentencia desde sus programas de televisión y que la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estela Morales y la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, acatan y aplican.

“Acatan y aplican” hasta que aparece una Jueza como, María Lourdes Afiuni, quien a riesgo de su libertad y vida, de su tranquilidad y sobrevivencia se rebela, le dice a Chávez, Morales y Ortega que la Ley está por encima de ellos y hace valer los derechos de los débiles, de los humillados y ofendidos.

Decisión en la que fue acompañada por todos los miembros de su Tribunal, por los funcionarios presentes en el acto, por los policías que custodiaban a Cedeño, y hasta por los fiscales del Ministerio Público que se hicieron a un lado para que, después de mucho tiempo de tribulaciones, brillara el rostro de la justicia en Venezuela.

Por eso, no dudo en afirmar que la decisión de la Jueza, Afiuni, tuvo sabor a rebelión, a levantamiento del puño con que el pueblo de Bolívar se dirige a poner fin a la tiranía.

Porque es que, se coloca definitivamente al margen de la Constitución y las leyes, quien decide gobernar con las armas de la dictadura y el totalitarismo, quien aspira a imponerse a través del cese de la independencia de los poderes y convierte a la justicia en un instrumento de la represión contra quienes piensan diferente y se oponen al poder personal, a la exclusión y a que Venezuela se someta a la camisa de fuerza de una ideología que hace tiempo demostró que su precaria utilidad sirve apenas para destruir la democracia, establecer feroces dictaduras y perpetrar gigantescas violaciones contra los derechos humano.

De modo que, rebelarse, como hizo la jueza Afiuni, contra las autoridades judiciales que proclaman que no quieren dictar justicia sino por órdenes del caudillo usurpador y redentor, no puede significar otra cosa, sino que el país se niega a ser despotizado y luchara hasta el fin por la conquista de sus derechos.

Malas noticias, en definitiva, para los perros de presa del totalitarismo, que no es que no podrán continuar fraguando tropelías, sino que lo harán conscientes de que más temprano tendrán que dar cuentas de sus actos.

Por eso, si tenemos que celebrar hoy la libertad de Eligio Cedeño y lamentar la prisión de la Jueza, Afiuni, también entendemos que uno y otro suceso revelan que Venezuela está en pie contra la dictadura y hará lo que tenga que hacer para derrotarla.

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