Opinión Nacional

¿Elitista?… ¡Por supuesto!

Ahora que se ha abierto el debate sobre la Ley de Universidades, la discusión debe tocar los aspectos medulares de la educación universitaria y no centrarse en retóricas ni maniqueísmos, ni en posiciones anacrónicas y agotadas.

¿Es tan difícil darse cuenta de que estamos en el siglo XXI?

El pasado miércoles 19 de enero, en una estupenda entrevista transmitida por el Circuito Actualidad de por Unión Radio, el periodista Eduardo Rodríguez Giolitti conversó con el doctor Claudio Bifano, profesor universitario y ex presidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Con sobrada lucidez, el doctor Bifano fue refiriéndose a esos aspectos de la educación universitaria. Al ingreso. A la permanencia. A la universalidad como esencia. A la necesidad de abordar las disciplinas desde todos sus ángulos. A la amplitud de pensamiento. A la autonomía. A la necesidad de apoyar la investigación. A la excelencia.   

Fue muy valiente el doctor Bifano al decir que la universidad debe ser elitista. Y yo lo repito aquí con toda responsabilidad. A la universidad deben ir los mejores. Por supuesto, no se trata de que a la universidad vayan los ricos y no los pobres, como el gobierno pretende hacer ver. Si de algo puede jactarse Venezuela –quizás más bien debo decir “podía”- es que en sus universidades se han graduado profesionales muy exitosos, provenientes de todos los estratos de la sociedad.

No se trata de que la universidad venezolana forme esclavos para que los exploten los capitalistas, posición fervorosamente defendida por un estudiante oficialista en un programa de radio la semana pasada.

No se trata de que constituya pecado mortal el que un egresado trabaje para una compañía trasnacional… Las trasnacionales no son malas per se. No voy a negar que han cometido abusos, pero justamente ahí es que los gobiernos están en la obligación de supervisar que no se cometan. Pero muchas de esas compañías son fuente de trabajo estable y bien remunerado. Un mundo globalizado tiene que aceptar y buscar la oportunidad que ofrecen las empresas trasnacionales como fuentes de trabajo para sus profesionales universitarios. Además, es tan trasnacional una empresa estadounidense como una bielorrusa, una colombiana como una argentina… ¿O no?

No se trata tampoco de eliminar los exámenes de admisión, pues hasta ahora no se ha encontrado una manera distinta de medir el nivel de conocimientos que posee una persona.

La universidad debe ser elitista porque tiene que congregar las mentes más brillantes para que de su seno egresen los mejores profesionales que construyan el país. Mientras más mediocres se gradúen, más mediocre será el país. Para muestra, un botón.

El gobierno debe centrar sus mayores esfuerzos en reforzar pedagógicamente las escuelas y los liceos para que exista una verdadera igualdad de oportunidades al momento de competir por la entrada a la universidad.

 Nada bueno, nada que perdure, nada que valga la pena, podrá salir de una universidad cuyo norte no sea la excelencia. A nadie le hace daño que le exijan. Lo afirmo con toda propiedad porque lo sé de forma irrebatible: soy madre de una niña especial cuyos logros se han debido sencillamente a que le hemos exigido.

 No es justo para nadie el que se admitan “estudiantes” que no están preparados para estudiar. Mucho menos justo resulta que se eternicen los repitientes, parásitos que ocupan los puestos que otros más capaces podrían aprovechar.  

 Ya hasta produce hilaridad la hipocresía de quienes apoyan el que a la universidad ingrese quien quiera y no quien pueda, que a la hora de requerir un profesional, acuden a los mejores. Me remito al ejemplo de los médicos.

 En Venezuela sabemos de primera mano lo que es la excelencia: la tuvimos en el pasado con los profesionales que crearon y catapultaron PDVSA. Hoy la vemos a diario con el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles. La Universidad no puede ser menos.

 ¿Elitista?… ¡Por supuesto!

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