Opinión Nacional

En crucero rumbo al huracán

Lo transcurrido de campaña presidencial se ha ido en gran parte por el único tema posible de la sobrevivencia de Chávez, y no puede ser de otra forma, el poder chavista sobre todo se consolidó garantizando impunidad, incluso para los más inescrupulosos de sus funcionarios, impunidad que proporcionaba estabilidad, seguridad y lealtad mutuas, en una relación que se fue reforzando y realimentando, en la medida en que todos los poderes públicos se fueron plegando cada vez más a la voluntad hegemónica del comandante, lo que a su vez permitió que esos mismos poderes se fuesen pervirtiendo cada vez más, generando círculos patológicos de dependencia mutua en grado extremo.

 

Lo único que podía mantener en pie todo este tramado, era la permanencia de Chávez en el poder y más específicamente, la perspectiva de su permanencia por tiempo indefinido, al quedar cada vez más comprometidos, poderes que a su vez se iban volviendo cada vez más corruptos, tanto en profundidad como en extensión.

 

La sola posibilidad de una ausencia, aunque fuese temporal, del Comandante Supremo, aunque fuese entregando el poder a un heredero debidamente ungido y bendecido, ni siquiera se tomaba en consideración, pues la “compuesta descomposición” del régimen, de precaria convivencia entre pandillas y gavillas, no es delegable, más aún tomando en cuenta la insustituible naturaleza carismática del liderazgo ejercido, capaz además de dispensar algo tan apremiante y crucial, como lo es la indulgencia -indulgencia providencial- que el impúdico proceso de rapiña generalizada a todos los niveles, necesitaba para poder perpetuar su inocultable depredación, sin levantar mayor “objeción popular”.

 

El problema es que, tal como se presenta la actual situación, al irse Chávez no sólo se va a derrumbar el “chavismo”… porque el estado chavista, no es más que la última y terminal encarnación de un estado que lleva con nosotros por lo menos 80 años, en otras palabras, con la ausencia definitiva de Chávez y la crisis inmediata que este hecho biológico podría desatar, podríamos entrar en una situación de colapso, y hasta inaugurar un ciclo en donde el país podría quedar desestabilizado por un lapso de duración impredecible.

 

Chávez cometió el más grave crimen que se podía cometer contra el estado rentista, populista, paternalista y clientelar, que él no hizo más que prolongar y exacerbar precisamente en su característica más insostenible de reparto improductivo creciente y esterilizante: rompió su natural sincronización con el auge petrolero…

 

Esa sincronización permitía en el pasado que el gasto guardara cierta proporción con el ingreso -igual se cometieron errores y excesos que fatalmente nos llevarían a la situación actual- pero ese sincronismo, por lo menos permitía conservar cierta “sanidad” en la relación rentista-clientelar del estado con la nación, pues limitaba el reparto en épocas de vacas flacas, y muy convenientemente, permitía justificar una crisis, al asociarla como consecuente con una caída de los ingresos fiscales.

 

Ahora sin embargo la situación es otra, pues vivimos en el peor escenario posible e imaginable: porque entramos en crisis a pesar de un ciclo persistente de auge petrolero como no se había presentado nunca, en otras palabras, ya el petróleo no basta, ni bastará:  aunque hagamos rendir toda la faja, aunque vendamos a 200 dólares el barril, aunque nos endeudemos por todo lo que resta de siglo con China… porque mientras tanto, se ha ido demoliendo en forma sistemática la economía privada, y haciéndola a su vez cada vez más dependiente del gasto público, y al gasto público lo hemos convertido en un factor completamente sometido y distorsionado al único objetivo de perpetuar un poder personal de tendencia y proyección claramente totalitarias:  Chávez pareciera haberlo amarrado todo para que su inevitable caída nos arrastre a una caída de todo el sistema, y por lo tanto de todo el país nacional…

 

Vamos hacia una situación precaria de todas, todas, porque considero que esta crisis que viene se volverá terminal para todo un modelo de relación estado-nación, en otras palabras, entraremos en una crisis sistémica profunda, cuyo horizonte se extenderá también a la contraparte opositora, como parte indefectible e inseparable de ese mismo sistema, y por lo tanto, se extenderá más allá de cualquier solución seudo-institucional, sea de continuidad o de alternancia, a no ser que sea atajada a tiempo por una verdadera transición de altísima catadura política, o culmine haciendo explosión-implosión en forma más o menos cataclísmica, disparando un proceso efectivamente revolucionario, ó pendular, que acabe, mas por las malas que por las buenas, con todos los conflictos internos y la inestabilidad…

 

Todo parece estar atado, y de hecho, todos estamos atados, pero hemos quedado atados a un derrotero  preocupante, más bien alarmante, como los tripulantes y pasajeros de una nave que, ante la inminencia de un huracán que se aproxima, igual se prepara para zarpar ¡a un crucero turístico! porque tal es el grado de absurdo (decadencia) al cual podríamos llegar… por lo tanto, en algún momento el deber, el verdadero deber de lo que quede aún de Dirigencia Nacional, debería ser el de garantizar que el país se proporcione la oportunidad, mediante un gran acuerdo nacional, de evolucionar como estado-nación-colectivo, interceptando y superando esta desquiciada dinámica política en la que nos hemos encallejonado, la cual como si de un trastorno enajenado se tratase, se encuentra exclusivamente regida por lo electoral, algo que de ninguna manera podrá cuadrar con la emergencia que se nos podría venir encima, en cualquier momento.

 

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