Opinión Nacional

En defensa de la política

Los venezolanos necesitamos evaluar nuestra relación con la Política. En el país, como en casi todo el mundo, la Política, los políticos y las principales instituciones como son por ejemplo los Congresos, las Asambleas Legislativas y los Partidos, están tremendamente cuestionados, y existen, por cierto, muy buenas razones para darle fundamento a ese cuestionamiento público.

“La Política es sucia”, es la más frecuente expresión de descalificación de esta actividad. Por supuesto, la política será una actividad sucia si la abandonamos en manos de los sucios, de los corruptos, de los mediocres. Por el contrario, la Política será una noble actividad orientada a la defensa del Bien Común y del interés general si logramos que venezolanos competentes, de gran integridad moral y de sincero amor por el país asuman la actividad política con constancia y con dedicación.

El problema se agrava por la falta de seriedad y de altura del debate público y por la facilidad y la ligereza con las que se apela al expediente de acusaciones truculentas de corrupción que en la mayoría de los casos no condujeron a ninguna clarificación efectiva, pero que sirvieron para demoler el prestigio de las instituciones ante los ojos de la opinión pública. Recuerdo haberle oído referir al Presidente de Chile, Don Eduardo Frei Montalva, que una de las causas que había conducido al colapso de la democracia chilena y al largo y doloroso paréntesis de la dictadura militar, había sido lo que él llamaba “el ladronismo”. Es decir, la acusación de ladrones que con gran facilidad los opositores usaban contra el gobierno o el gobierno contra los opositores. La baja calidad del debate público entre los partidos y sus dirigentes condujo a un creciente escepticismo en la opinión pública y a una pérdida de confianza en sus dirigentes y en sus instituciones. No hace falta recordar la presencia de esa misma circunstancia en el debate político venezolano de los últimos años.

Recuerdo a un distinguido dirigente de la izquierda venezolana que decía en un debate parlamentario: “Si lo que los adecos dicen de los copeyanos es verdad, los copeyanos no merecen gobernar; y si lo que los copeyanos dicen de los adecos es verdad, los adecos tampoco merecen gobernar”. La opinión pública terminó creyéndose ambas acusaciones y al final los partidos perdieron enteramente su prestigio y su autoridad moral.

Yo no sé si hoy existe más o menos corrupción que en los últimos años del llamado Puntofijismo. Presumo que debe haber más corrupción por dos razones muy elementales: en primer lugar, porque hay muchísimo más dinero en las manos del gobierno y de sus funcionarios, y en segundo lugar porque existe una absoluta discrecionalidad para el manejo de esos recursos y una ausencia absoluta de control y de fiscalización. Pero lo que quiero destacar es que la reconciliación de Venezuela y de los venezolanos con la política y con las instituciones fundamentales de la democracia, como son, entre otras, los partidos políticos, pasa por una elevación de la calidad moral de los protagonistas y por una demostración transparente de rectitud en las instituciones y en los procedimientos.

A esta altura de mi reflexión, quisiera decir que el país necesita políticos. Eso sí, políticos ejemplares, capaces de constituirse en referencias o modelos de conducta frente a sus conciudadanos. En Venezuela hemos tenido, y seguimos teniendo dirigentes que han consagrado su vida al servicio público y han observado una conducta ejemplar desde el punto de vista ético. Lo malo es que esos no son noticia y no salen destacados en los medios de comunicación social. En cambio, los casos, desgraciadamente muy numerosos y muy escandalosos, de políticos enriquecidos a la sombra del poder o responsables de conductas indebidas, esos son los que llenan los espacios de los medios masivos de comunicación social.

Si algo interesante está ocurriendo en la campaña electoral que actualmente se desarrolla en los Estados Unidos, es la importancia que se le atribuye a la condición de líder moral del país que debe tener el Presidente de país. Bill Clinton ha sido un gran político y un efectivo Presidente durante los ocho años de su permanencia en la Casa Blanca, pero su liderazgo habría dejado una huella mucho más profunda si no hubiera sido por las debilidades de su carácter y por la evidencia de haber intentado mentir a la opinión pública norteamericana. El candidato Al Gore, Vice-Presidente de Clinton ha logrado conservar su imagen de integridad personal, y además tomó una decisión muy importante y significativa al escoger como su compañero de fórmula para las elecciones del próximo mes de noviembre al Senador Joseph I. Lieberman, conocido por sus elevadas condiciones morales y por haber pronunciado uno de los discursos más severos y al mismo tiempo más trascendentes, censurando la conducta del Presidente Clinton, un Presidente de su propio partido, y estableciendo las exigencias morales que supone el liderazgo político en una nación democrática.

La Iglesia Católica tiene una oración muy hermosa que dice: “Señor, danos sacerdotes; Señor danos santos sacerdotes; Señor danos muchos santos sacerdotes”. Creo que los venezolanos, y todos los ciudadanos de cualquiera que sea el país, deberíamos igualmente pedirle a Dios que nos dé políticos con vocación de estadistas, pero sobre todo políticos con una elevada conciencia ética y con integridad personal a toda prueba. Es la salud de nuestra instituciones la que lo reclama y es el futuro democrático del país el que lo exige.

En próximos artículos seguiremos desarrollando temas vinculados con la defensa y la importancia de la actividad política y el servicio público.

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