Opinión Nacional

En la guerra no hay civiles

-¿Escucharon al primer ministro de Israel declarar que su país está en guerra? –preguntó Alfredo Kellerhof, luego de que nos sentáramos a la mesa y ordenáramos cafés y refrescos-.

Este Sábado Santo había amanecido nublado y con una llovizna persistente. Así que decidimos volver a nuestra habitual mesa dentro del restaurante. Beatriz Morrison no había regresado aún de su viaje a Miami y el almirante Gustavo Tellería se encontraba aún en su apartamento de Tanaguarena, recibiendo el cálido sol del Caribe, por lo que la Tertulia se había reducido esta vez a cuatro no más.

-¿Cuándo acá han estado en paz?, diría yo más bien, porque desde su creación en 1948, el Estado de Israel no ha conocido otra situación que la de la guerra, interrumpida por algunos armisticios, más o menos largos. –le respondió Tulio Ayestarán-.

-Así es. -apunté yo-. Pero desde el armisticio entre Sadat y Beguin y el posterior tratado de paz con Egipto, la guerra se había reducido a una de guerrillas en el sur del Líbano. La primera rebelión en contra de la ocupación israelí de los territorios conquistados a raíz de la victoria israelí en la guerra de 1967, la Intifada, como dicen los árabes, fue realizada dentro de ciertos lineamientos digamos civilizados, huelgas, paros, demostraciones, desobediencia civil, que finalmente obligaron a Occidente a emprender una labor de acercamiento de las dos partes en conflicto, israelíes y palestinos, que llevaría a las negociaciones de Oslo y la firma del acuerdo de Washington que le costaría la vida al entonces primer ministro Rabin. Desde entonces, mucha agua ha pasado bajo el puente y las posiciones se han radicalizado. El integrismo musulmán ha producido esta generación de jóvenes dispuestos al suicidio, como ha quedado demostrado en Nueva York e Israel.

¿Mártires o terroristas?

-Si es que no es al revés. -expresó Tomás Ibarra-. Porque el meollo de toda la cuestión integrista musulmana es resultado de la frustración experimentada por los árabes y los musulmanes en su confrontación con Israel y con sus aliados occidentales. Además de que la derecha israelí es provocadora. Porque esta segunda Intifada comenzó con la visita del actual primer ministro, Ariel Sharón, a la colina donde se levantan el Domo de la Roca y la mezquita de Al-Aksa, seguido por un mil extremistas de la derecha judía, partidarios de la continuada anexión de la Palestina árabe. Además de que Sharón fue considerado responsable de la masacre de numerosos civiles palestinos en el sur del Líbano durante la ocupación de ese territorio por tropas israelíes y milicias cristianas bajo su mando. Ante un tribunal belga pesa una acusación de lesa humanidad en su contra.

-Eso puede ser cierto. -repuse yo-. Pero debemos recordar que Israel ha luchado por su existencia desde 1948, cuando fue invadida por los ejércitos combinados de Egipto, Siria, Transjordania, Arabia Saudita e Irak. Los árabes fueron derrotados entonces, al igual que en 1956, cuando el general en jefe Moisés Dayán ocupó Sinaí y en 1967, en que el general en jefe Isaac Rabin rindió a los egipcios en Sinaí y comandó la toma de Jerusalén y del Golán y en 1973, cuando las tropas israelíes no sólo resistieron el ataque, sino que contraatacaron y llegaron a 60km. de El Cairo y de Damasco. La columna de tanques que cruzó el Canal de Suez y se detuvo a las puertas de la capital egipcia estaba comandada por el general Ariel Sharón. Esta guerra me tocó vivirla con mi esposa e hijos en Jerusalén. En una ocasión tres aviones MIG sirios sobrevolaron Jerusalén y yo los vi claritos a través de mis binoculares. No fue una experiencia agradable. Durante esa década posterior a la ocupación de Jerusalén, el terrorismo se hizo presente. Los palestinos se dedicaron a piratear aviones occidentales en el aire y desviarlos hacia Libia o Beirut. También tomaron rehenes a los atletas israelíes en las Olimpíadas de Munich y llevaron un avión cargado de judíos a Nairobi, de donde fueron rescatados por comandos israelíes. Asimismo hubo el caso del navío italiano Achille Lauro. Todos fueron actos terroristas.

-Sí, Santiago, -me respondió Ibarra- porque el terrorismo es la respuesta del débil. Me explico. El terrorismo es una invención postindustrial. Antes del maquinismo, los civiles sentían que podían luchar en contra del ejército, aún con alguna desventaja. La Revolución Francesa lo demuestra. Pero después de la invención del máuser y de la ametralladora, el poder de fuego del Estado resultó abrumador. La respuesta fue el terrorismo. Los primeros actos fueron los asesinatos con explosivos o con armas de reyes y primeros ministros de gobiernos absolutistas. Luego, durante las dos guerras mundiales y especialmente en la segunda, el terrorismo llegó a constituirse en el arma preferida de los movimientos partisanos de resistencia a la ocupación de sus países. Eso hacían los maquis en Francia o los yugoslavos al mando de Tito. Por no decir nada de los espías infiltrados. Porque la guerra, mi querido amigo, es una lucha entre naciones. Allí no hay civiles. Todos luchan a favor de la victoria de su pueblo con los medios que cada uno puede. Los civiles en Londres cuando eran bombardeados eran tan militares como los soldados. ¿Por qué se ganó el cariño de los ingleses la recién fallecida Reina Madre? Porque permaneció en Londres durante los bombardeos. Igual ocurrió con los civiles de las ciudades alemanas o japonesas o chinas o rusas, por sólo mencionar algunas. La guerra involucra a todos por igual. Eso de querer diferenciar entre militares y civiles es pura hipocresía. Unos pelean con armas y otros las fabrican o les suministran pertrechos o alimentos; todos trabajan para la guerra. Lo distinto de los atentados de esta segunda Intifada y de los del 11 de Septiembre es que sus autores se inmolaron. Antes eso no ocurrió sino con los pilotos suicidas japoneses. Los kamikaze. Y eso los presenta ante la opinión pública como una suerte de mártires. Evitar esta clase de atentado resulta muy cuesta arriba, casi imposible. Los fanáticos han sido siempre difíciles de vencer.

Petróleo y conspiraciones

-Y si a eso le añadimos el carácter algo artificial de Israel… –terció Kellerhof-. Porque su población es escasa, unos 6 millones, de los cuales el 20 por ciento es árabe palestina, aunque en su mayoría cristiana. Del resto, una tercera parte nació en Occidente o en la antigua Unión Soviética y sus satélites. Sólo un 20 por ciento es nacida en Israel. Con la extinción del comunismo, la última gran inmigración se detuvo. Muchos de los que inmigraron de esos países lo hicieron con la intención posterior de trasladarse a Occidente. Esta situación de continua zozobra, de atentados en contra de la población civil no puede sino alentar a algunos a emigrar, quizás a muchos si se mantiene en el tiempo. Por otra parte, está la viabilidad económica. Su cuenta corriente es siempre deficitaria, en el orden de 7 mil millones de dólares, los cuales son cubiertos por las contribuciones de la judería mundial o por préstamos generalmente procedentes de Estados Unidos.

-Quizás la estrategia árabe esté comenzando a dar frutos. -expresó Ibarra-. Porque la sincronía del plan de paz saudita, justo cuando Sharon le prohíbe a Arafat salir del país, no puede sino atraer simpatías a la causa árabe. Al menos detuvo la invasión de Irak que cocinaban Bush y Blair. Lo cual coloca a PDVSA de nuevo en la palestra y le hace difícil la vida al teniente coronel. Porque Venezuela sigue siendo política, petróleo y conspiración. ¿Recuerdan el 18 de Octubre?

Santiago Ochoa Antich es diplomático de carrera y periodista. Fue Embajador de Venezuela en Austria, Canadá, Jamaica, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, El Salvador y Barbados.

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