Opinión Nacional

Enrique Iglesias y el BID

(%=Image(4403119,»R»)%) Luego de diecisiete años al frente de la institución, Enrique V. Iglesias, deja, luego de exitosa gestión la presidencia del (%=Link(«http://www.iadb.org/index.cfm?language=spanish»,»Banco Interamericano de Desarrollo»)%) (BID). Sin embargo, no se retira de la actividad pública internacional, por el contrario, desde Madrid, enfrentará los retos de dar consistencia y coherencia institucional a la labor de la Secretaría de la Cumbre Iberoamericana.

La presidencia de Iglesias se decide en Caracas en ocasión de la Asamblea de Gobernadores celebrada en marzo de 1988, allí es elegido por unanimidad, candidato de consenso, expresión de la voluntad de los países miembros. Sus cualidades personales: inteligencia, simpatía personal, comprobada capacidad de negociación y amplio conocimiento de la realidad social, económica y política de la América Latina y el Caribe, lo recomendaban para el cargo, continuando la tradición de servicio público, iniciada por Felipe Herrera y Antonio Ortiz Mena.

A fines de los años ochenta, la región se encontraba en grave crisis, generada, entre otros, por el alto nivel de endeudamiento, los fuertes desequilibrios macroeconómicos y el agotamiento de los modelos, que la habían conducido al estancamiento y al crecimiento de la pobreza y desigualdad.

En contraste, el horizonte político comenzaba a despejarse, por la presencia de nuevos gobiernos democráticos y la negociación de los conflictos abiertos, en especial en Centro América, lo cual permitía prever un ciclo de oportunidades a la gestión multilateral en apoyo a estas iniciativas.

Por otra parte, el éxito de las economías del sudeste asiático, en la liberación del comercio, expansión del aparato productivo, reducción de la pobreza y mejoras significativas en sus condiciones de vida, habían despertado el interés por la aplicación en nuestros países de políticas similares a objeto de recuperar la senda del crecimiento y bienestar.

A lo largo de los años, el Banco, se había convertido en una exitosa operación financiera destinada a proveer recursos en términos blandos a programas y proyectos de infraestructura y de cooperación técnica. Mediante sus oficinas de representación, conocía la realidad de cada país, disponía de una red integrada por autoridades, clientes, instituciones académicas, miembros de la sociedad civil y otros contactos de extrema utilidad para las operaciones en el terreno. En adición mantenía una imagen positiva resultado, entre otros, del conversar en un idioma común y respetar la diversidad cultural.

Iglesias, aprovecha la experiencia acumulada y sortea con habilidad el desafío de acompañar las reformas que caracterizaron la década de los noventa, en los cuales el Banco logra, a pesar de las presiones, mantener un adecuado equilibrio entre el financiamiento de programas destinados a las reformas estructurales vinculadas a la corrección de los severos desequilibrios macro económicos y su práctica tradicional de financiamiento a la infraestructura social básica.

Esto obligó a cambios y modificaciones en la estructura organizativa y al diseño y aplicación de nuevos instrumentos destinados a cooperar con los países en el proceso de ajuste.

Gracias a su liderazgo, la institución alcanza en los años noventa su independencia financiera, incrementa su presencia en los mercados y obtiene recursos a precios razonables. Esto facilitó la aplicación de un ejercicio de programación anual entre el Banco y los países, a fin de identificar programas y proyectos, ajustados a la realidad económica y social de cada país. En los últimos tiempos se ha logrado comprometer hasta ocho mil millones de dólares americanos por año.

Por otra parte, logró que algunos países comprometieran recursos adicionales, mediante la creación de fondos especiales, destinados al fortalecimiento de la capacidad reguladora del estado, la participación de medianos y pequeños empresarios, organizaciones no gubernamentales y apoyo puntual a actividades culturales, entre otros.

Hay que destacar, el crecimiento del Banco en áreas complementarias pero de gran importancia para la verdadera práctica del desarrollo, entre ellas: la capacidad de análisis e investigación, la incursión en nuevos tipos de operaciones, vinculadas al sector privado y a la sociedad civil, integración regional, micro empresas, capital social, medio ambiente, género, violencia y gobernabilidad, entre otros.

Iglesias deja al Banco convertido en la primera fuente de financiamiento multilateral para la región, con amplía experiencia en el financiamiento de programas y proyectos, presencia en todos los países y un prestigio bien ganado por la labor cumplida.

A Enrique, le agradecemos los años de intenso trabajo dedicados al fortalecimiento de nuestro Banco, mediante el cual, cientos de miles de latinoamericanos y caribeños viven mejor, resultado de las correcciones efectuadas en el entorno macro económico, el acceso a la educación, salud y medio ambiente, entre otros.

Pendiente queda el compromiso de todos para derrotar la pobreza y desigualdad, generar empleo y estabilizar política y socialmente a la región, verdadero desafío del milenio.

(*): Originalmente publicado en El Nacional. Reproducido a petición de la autora

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