Opinión Nacional

Entre Jimmy Carter y Frantz Fanon: ¿Es el chavismo una versión levemente militarizada de la vieja socialdemocracia?

El presidente (%=Link(«/bitblioteca/hchavez/»,»Chávez»)%) ha sido ampliamente re-legitimado y, con él, todo su gobierno. Pero aún los cargos electos por voto popular dentro de ese gobierno constituyen una «formación secundaria» o derivada, lo que significa que no tienen representatividad propia fuera del manto protector del principio caudillista de legitimidad. Estamos hablando, por supuesto, en términos sociológicos y no jurídicos o legales.

Lo urgente es ahora resolver lo que los antiguos marxistas llamaban «la cuestión ideológica»; es necesario saber qué es lo que el pueblo de Venezuela a re-legitimado.

Para el vicepresidente-a-dedo (un caso típico de legitimidad secundaria o derivada), quien muy probablemente no hubiese sacado ni una docena de votos de no haber sido cooptado por el principio caudillista de legitimidad, el chavismo no es más que la «verdadera democracia»: «Creo que deben aparecer nuevos actores en la democracia venezolana. Individuales y colectivos. Incluso, nosotros mismos, que formamos parte de este proceso, debemos darle paso a esos nuevos actores. Nosotros, con toda la buena fe, de alguna manera tenemos contaminación con todo lo que ha sido esta democracia que queremos sustituir… Es necesaria la participación de todos los ciudadanos en la construcción de la nueva República. No puede ser obra de un estamento especial».

Para el señor Isaías Rodríguez el pueblo de Venezuela ha vuelto a legitimar la renovación de la democracia en Venezuela. Una democracia con contenido social: una social-democracia, en suma. ¿Es que las democracias de los «últimos cuarenta años» no tuvieron contenido social? Hasta ahora seguimos siendo incapaces de percibir la diferencia entre el ayer y el hoy. ¿Qué es el chavismo, entonces? ¿Algo distinto o más «cantidad de democracia»?

Por más adjetivos que se le adjunte al sustantivo «democracia» no llegamos nunca a definir el chavismo. Ese es el drama de la inteligentzia adjunta a la Nueva Clase. Es manifiesta su incapacidad para realizar una verdadera «misión imposible», para definir algo distinto y que a su vez coincida con sus principios dogmáticos. Por eso el chavismo no ha tenido, no tiene ni podrá tener «intelectuales orgánicos», como decía Gramsci, provenientes de las «Academias Liberales». Todos los intelectuales de izquierda que en este momento abrevan en la burocracia chavista tienen el mismo origen filosófico: son los hijos de las «luces», los herederos de la «razón», los paladines de la «justicia» y los negacionistas del GULag. Todos ellos juntos jamás podrán explicar al chavismo, aunque sí deformarlo, convertirlo en otra cosa, socialdemocratizarlo, en suma. Ponerlo entre Jimmy Carter y Franz Fanon.

Por el contrario, yo he intentado elaborar una explicación del fenómeno, tratando de construir un discurso coherente y sistemático, pero eso sí, fuera de libreto (es decir, fuera del sistema). Esta es una de las causas que explica tanto odio acumulado contra mi persona. En principio fue el odio del sistema puro y duro (primera expulsión, junio 1995), que luego fue transferido a y asumido por la Nueva Clase que pretende la representación del chavismo. Mis dos expulsiones físicas de Venezuela sólo se diferencian entre sí en las formalidades (en la última, marzo de 1999, no hubo en verdad malos tratos: sólo amenazas telefónicas del descerebrado Jesús Urdaneta).

A partir de allí, con esa experiencia a cuesta, he llegado a disponer de una visión muy amplia sobre la magnitud y la envergadura del bloque de fuerzas que tengo enfrente mío. Él está implantado no sólo en Venezuela sino sobre todo en determinados sectores «progresistas» de los Estados Unidos. No hay que olvidar que quien legitima definitivamente el proceso democrático venezolano es Jimmy Carter, quien en su momento fue el primer presidente norteamericano en viajar a Israel. También durante su presidencia se oficializó la ideología o teología del Holocausto, algo que hasta ese momento no existía tal como hoy la conocemos. «Las élites judías americanas recordaron el Holocausto Nazi antes de junio de 1967 sólo cuando vieron que resultaba políticamente eficaz. Dada su demostrada utilidad, el Judaísmo Americano explotó el Holocausto Nazi después de la guerra de junio. El Holocausto demostró ser el arma perfecta para descalificar y evitar cualquier clase de crítica a Israel» (Norman G. Finkelstein, «The holocaust industry», Verso, London, 2000). El joven historiador judío-norteamericano (Hunter College, Universidad de Nueva York) recuerda lo que siempre le decía su madre, ex prisionera en el campo de Maidanek, ante la existencia de tantos «supervivientes» en busca de una indemnización: «Si todos éstos han sobrevivido y son verdaderos, entonces, ¿a quién mató Hitler?»

Curiosa posición en la que ha sido puesto un presidente que declara estar con la causa Palestina. Esto quiere decir que el «progresismo» internacional intenta cooptar a Chávez a través de la Nueva Clase y de una inteligentzia blanda y devaluada, ubicada fuera del espacio y del tiempo, es decir, viviendo aún en otros tiempos y en otros espacios. Esta es la raíz del problema de mi «expulsión» de la política Venezolana.

Mi definición de chavismo, que he expuesto en un libro y numerosos artículos posteriores (ver www.analítica.com/ceresole ), conforma un complejo sistema de ideas. Parte de una lectura de los acontecimientos: un pueblo definiendo a «su» Caudillo. El pueblo no se «autogobierna»: decide gobernarse a través de un Caudillo. Por lo tanto toda organización política es un factor subsidiario – aunque administrativamente necesario – dentro del nuevo orden constituido. De inmediato, el relevante papel de la Fuerza Armada: ella es quien de verdad otorga continuidad al proceso. Si se hubiese producido una sola fractura militar (tal era el objetivo final real de la candidatura de Arias Cárdenas) la operación política hubiese abortado en su totalidad. Esta «dolorosa» realidad no será nunca reconocida por la Nueva Clase. Luego vienen las definiciones y las realizaciones geopolíticas, totalmente inéditas en la historia de Venezuela. En definitiva, trato de desarrollar una formulación «ideológica» positiva, o lo que es lo mismo, una definición entendible de chavismo tratando de no caer en el absurdo de definir al chavismo como una mera Democracia Plus, y sin la necesidad de tener que recurrir a modelos exógenos ni a autores que fueron importantes en el viejo mundo bipolar.

Como recuerdo en mi libro «La falsificación de la realidad» (Libertarias, Madrid, 1998, p.189. Ver recuadro), yo leí a Franz Fanon hace exactamente 30 años. En esos momentos no sabía que era una figura fabricada en la «rive gauche» por uno de los grandes falsificadores de la realidad de este siglo, Jean Paul Sartre, sionista profesional y diseñador de «modelos» para su exportación al «tercer mundo» revolucionario de entonces: en realidad un submundo lleno de basura ideológica producto de la llamada bipolaridad. Quedé estupefacto cuando escuché que el presidente Chávez lo citaba desde una tribuna internacional. Estupefacto y un tanto avergonzado. ¿Es necesario recurrir a escritores que pertenecen a un tiempo que ha desaparecido definitivamente? Esto tiene una sola lectura: no existe prueba más evidente de la imposibilidad de la inteligentzia llamada chavista para adecuar una realidad a un esquema. No tienen ni tendrán jamás un discurso revolucionario. Se han quedado en el paleolítico de la Weltanschauung liberal-marxista.

Frantz Fanon

Fue quien más influyó sobre nosotros en aquellos años. El escritor negro Frantz Fanon, un médico psiquiatra nacido en la Martinica francesa había militado activamente en el FLN argelino. He vuelto a leer, también después de treinta años, los tres libros de Fanon: Los condenados de la tierra, Piel negra, máscara blanca y Escritos sobre la revolución africana.

Para Fanon la negritud, o la conciencia de ser árabe, produce, obviamente, hombres distintos al hombre blanco. La diferenciación racial, el colonialismo, la humillación del colonizado, produce odio, que es la materia prima para la generación de la violencia. No puede haber descolonización sin violencia.

Pero la violencia así originada, a partir de la diferenciación racial y de la conciencia que el colonizado toma de ella, es efímera. Esa violencia no es la revolución. Para asegurar el pasaje de la violencia racial a la revolución social, el colonizado, que odia sobre todo al blanco, tiene que transformar su alma. Es decir se tiene que convertir en «proletariado blanco», desde el punto de vista de su conciencia social. Mientras no transforme su naturaleza racial y la convierta en conciencia social, al mejor estilo del racionalismo europeo, la rebelión no devendrá en revolución. El negro, en definitiva, es un mero colonizado, mientras que el blanco es un simple colonizador.

Resultan particularmente patéticas las páginas de Escritos sobre la revolución africana, en las que Fanon apela a la izquierda blanca francesa -socialistas y comunistas- para que apoyen verdaderamente al proceso de la revolución argelina, y no se atengan a modelos más o menos estrictos de Comunidad Francesa abarcante de una Argelia «autónoma». Fanon, a diferencia de Lenin, murió con la idea de que la «verdadera» revolución era la revolución social europea.

Para Fanon, en última instancia, el racismo del hombre blanco contra el colonizado no blanco no es cualitativamente distinto del racismo del «ario» contra el judío. La negritud de Fanon estuvo siempre recubierta por el manto de plomo de la blancura del racionalismo europeo. En Piel negra, máscara blanca cita extensamente las ideas de Jean-Paul Sartre sobre la «cuestión judía». Ese gran hipócrita es quien prologa el último de los libros del «pobre negro», Los condenados de la tierra. Fanon es uno de los tantos prisioneros del modelo sartreano ario-judío, y lo aplica a las relaciones blanco-negro.

Lo curioso es que Fanon escribió sus ideas casi 20 años después de la fundación del Estado de Israel. El autor de la teoría sobre el colonialismo que más influencia tuvo en el «tercer mundo» de aquellos tiempos, no vio, simplemente, el fenómeno colonial por excelencia. Entre él y la realidad estaba la sombra de Jean-Paul Sartre y de todo un «marxismo-leninismo» laico existencial reelaborado para consumo exclusivo del «tercer mundo». Tal vez la re-lectura de los escritos de Fanon nos dé la clave del porqué la «revolución africana» abortó en un lago de sangre. Ni Fanon ni África pudieron finalmente pensar ni pensarse con independencia de Europa. Una vez más los blancos habían vencido».

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