Opinión Nacional

Entrevista hecha al embajador Ignacio Arcaya

Para usted quedó atrás la diplomacia bilateral, ahora en funciones multilaterales, ¿cuáles cree que son los problemas políticos que nos afectan directamente?

El afianzamiento de la democracia a través de la vigencia del Estado de Derecho y el respeto y disfrute de los derechos humanos para alcanzar aquello que clásicamente se conoce en la teoría política clásica, la práctica del «buen gobierno», esto es, hacer real las posibilidades de una sana administración de la cosa pública y, al mismo tiempo, el fortalecimiento de las instituciones democráticas tal y como lo requieren los tiempos que vivimos.

Tengo una profunda convicción democrática; creo que nuestro país sólo prosperará en un régimen democrático y no abrigo dudas que sobre esto estamos de acuerdo todos los venezolanos. Reconozco los errores que se han cometido en los años que llevamos de democracia y creo que hay que tomar medidas concretas, profundas para alcanzar una situación de prosperidad y tranquilidad que nos asegure a todos el disfrute de nuestras libertades. Para esto debemos emprender las reformas que requiere con urgencia el país, pero nada puede justificar el olvido de lo que tanto esfuerzo nos ha costado: el triunfo de la libertad.

Las Naciones Unidas tiene planteado la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU, ¿qué perspectiva hay de que finalmente se amplíe para incluir representaciones regionales? ¿Cuál es la posición de Venezuela en este importante tema?

Este es un tema complejo que viene estudiándose en la Organización desde hace unos 5 años. Como usted sabe cuando se fundó la Organización, el Consejo de Seguridad estaba compuesto por cinco miembros permanentes y seis no permanentes. En 1963, la Organización, en vista de la nueva realidad mundial, aumentó el número de no permanentes a 10, los cuales -electos por dos años y sin posibilidad de reelección inmediata- se dividen por grupos regionales: 5 para Africa y Asia, 2 para América Latina y el Caribe, 2 para Europa Occidental y otros estados y 1 para Europa Oriental.

Ahora se ha planteado una nueva reforma en vista de haber transcurrido 35 años desde la última y tomando en cuenta la realidad política de hoy día, donde encontramos 185 países miembros. Existe en el seno de los países miembros de la ONU una variada gama de posiciones con respecto a la composición del Consejo de Seguridad, las más destacadas son:

Ampliación tan solo de los miembros no permanentes, de los actuales 10 a 15-16.

Ampliación tan solo de los miembros permanentes de los cinco actuales (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China) a 10, que incluirían a Alemania, Japón y sendos representantes de los grupos asiático, africano y América Latina y el Caribe.

Ampliación tanto de los miembros permanentes como de los no permanentes, en cinco los primeros y en cinco o seis los segundos. Esta posición se divide en tres, los que quieren que los permanentes sean uno por región y fijos, los que desean que sean también uno por región, pero rotándose entre un grupo reducido por región y por último, los que aspiran a que los permanentes sean rotados entre todos los países miembros de la región.

Después está el tema del veto, lo cual complica aún más la situación. ¿deben los nuevos permanentes tener derecho a veto? ¿Debe limitarse el de los actuales y dárselo o no en esa forma a los nuevos? ¿Debe eliminarse? y si no ahora ¿cuándo?

Este tema aún no se ha tratado en profundidad y con detenimiento a pesar de las distintas posiciones de los países y la doctrina en la materia, primero se verá la composición del Consejo que desea la comunidad internacional y después se atacará el tema.

El Presidente de la República ha expresado la posición de nuestro país en varias oportunidades, consideramos que el Consejo de Seguridad debe ampliarse y darle mayor transparencia. Apoyamos a Brasil para ocupar un puesto en los nuevos miembros permanentes, siempre sobre la base del consenso. Si la comunidad internacional considera que deben ampliarse los miembros permanentes y que ellos deben ser fijos por región, nuestro candidato es Brasil. Pero si la comunidad internacional, en particular nuestra región, desea que los permanentes se roten -en número pequeño o en la totalidad de las distintas regiones- entonces nuestra posición será fijada a su debido momento y de acuerdo a los intereses de nuestro país y las circunstancias en las Naciones Unidas.

No quisiera extenderme más en este tema, pero sí desearía señalarle que paralelamente a este punto de la ampliación, se encuentra el tema de la reforma en sí del Consejo, no sólo su composición, sino también su misma esencia, en su funcionamiento, transparencia y efectividad, temas complejos que aún no se han atacado dadas las dificultades – y las distintas posiciones – que se han tenido en la ampliación numérica de la composición del Consejo.

La ONU ha tenido una postura activa para lograr el control y disminución del tráfico de drogas, a estas alturas ¿cuál es el balance?

Venezuela tuvo una iniciativa muy importante en la década de los 80; en ese entonces planteó la necesidad de revisar los instrumentos existentes para la época y propuso una Convención para combatir el trafico ilícito de estupefacientes, lo cual trajo como consecuencia que la Comunidad Internacional, la Organización de las Naciones Unidas adoptara la Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de drogas y sustancias psicotrópicas en 1988. Fue Venezuela el país que presentó el proyecto que inició la negociación. Esa convención tuvo el mérito de poner el problema en sus justas dimensiones, reconociendo la igualdad de responsabilidad: la de los países afectados por el consumo como la de aquellos otros que producen y trafican con drogas.

En 1998, al conmemorarse los 10 años de su adopción, las Naciones Unidas celebraron un período extraordinario de sesiones con el propósito de concebir y poner en marcha un plan de acción para lograr una mejor aplicación de sus disposiciones, fijando metas y plazos precisos (2000, 2003 y 2008), para así intensificar la cooperación entre los distintos aspectos envueltos en este problema.

Desde el punto de vista de costos y beneficios ¿qué nos reporta a nosotros la ONU?

Cuantificar intangibles es imposible, pero sólo para mencionar aspectos que interesan especialmente a Venezuela, he aquí un enunciado útil:

Uno de los principales objetivos de la ONU es el desarrollo progresivo de las normas del derecho internacional a través del establecimiento de estándares universales. Por ejemplo, en materia de derechos humanos, es sumamente importante la obra realizada por la Organización y el trayecto histórico que se ha gestado en esta importante materia. Puede decirse que hoy vivimos, entre otras razones por efecto de la obra de esta organización, la elaboración progresiva de un impresionante código de derechos humanos que tuvo su origen en la Declaración Universal de 1948, cuyos alcances en nuestro país nadie puede cuestionar. En efecto, a juzgar por el sentido de actualidad que tiene la agenda de Derechos Humanos en Venezuela y en el continente, el legado institucional y el proceso de institucionalización de estos derechos permiten hablar de un saldo muy positivo para la defensa de lo que antes por razones políticas, entre otras, era esencialmente indefendible. La humanidad cuenta con una defensa poderosa de una idea central para su respeto.

Otro legado importante, que revela saldo positivo, es todo lo concerniente al tema del desarrollo social y económico. Las NU deben auspiciar y fomentar la cooperación para el desarrollo; es obvio que todavía falta mucho por hacer sobre esto, pero también es innegable que son muchos los resultados positivos que se han alcanzado. Es evidente el carácter positivo que tiene y la presencia institucional manifiesta de la organización a través de un sinnúmero de actividades. Por ejemplo, las llamadas actividades operacionales para el desarrollo, coordinadas a través de Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF); el Fondo de Población; el Fondo de las Naciones Unidas para los asentamientos humanos (HABITAT) son apenas algunos de los muchos esfuerzos que se realizan en el mundo. Tampoco debemos olvidar lo que se realiza en materia ambiental; allí se cumple el trabajo desarrollado por las Naciones Unidas al establecer normas y estándares internacionales de aplicación nacional para la protección del medio ambiente.

Después tiene usted todos los organismos especializados de las Naciones Unidas, algunos situados en Nueva York, un grupo grande con sede en Ginebra y otros en distintas capitales. Para sólo mencionarle algunos casos, las actividades de la ONU se realizan en la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en la UNCTAD y en la Organización Internacional del Comercio.

Créame que Venezuela ha sido beneficiada por las labores de las Naciones Unidas y también hemos contribuido mucho a que la organización mundial pueda considerarse por los diversos destinatarios de sus efectos como una agencia beneficiosa para todos los países, en especial para los llamados países «en desarrollo». Hemos tenido posiciones de importancia en esa organización y hemos sido diligentes en el cumplimiento de nuestras tareas, al punto que hemos llevado a ese foro a tomar un conjunto de medidas de mucha trascendencia.

Dada su larga experiencia en la diplomacia y su amplio conocimiento del servicio exterior, ¿qué recomendaciones daría al próximo Canciller que permitan un mejoramiento profesional?

La definitiva profesionalización del Servicio. Creo que se ha hecho mucho en este sentido, pero todavía falta ampliar y consolidar el proceso. Lamentablemente el Congreso, por falta de tiempo, no llegó a aprobar la excelente Ley del Servicio Exterior que le fuera sometida a su consideración. Es una iniciativa importante y contar con un instrumento legal como el que se halla en el Congreso le facilitaría mucho el trabajo al futuro Canciller.

La política exterior, como usted bien sabe, la fija el Presidente de la República y el Canciller, quien es su ejecutor, así que por ese lado no estoy en condición de hacer ningún tipo de recomendación.

Como funcionario de carrera, como diplomático de oficio y servidor público, tan sólo puedo y debo emitir opinión sobre materias de mi competencia, cuando así me sea requerido por uno de los dos órganos mencionados, que me son jerárquicamente superiores y ante los cuales debo rendir cuenta de mis actividades. Y en este sentido les daré mis opiniones tan sólo en los temas de mi competencia o, en caso de que se requiera, en aquellos que se me solicite.

A usted se le ha mencionado como futuro Canciller, ¿con qué planes vendría en caso de que sea cierto el rumor?

El rumor existe, pero no tiene base alguna. Es tan sólo especulación. Probablemente tiene su origen en que existe el deseo que un funcionario de carrera sea el jefe de la diplomacia venezolana. A este legítimo deseo de muchos de los que trabajan en Cancillería, donde probablemente se halla el origen del ruido, se une algo que es muy característico de nuestro país: la ingenua creencia que por razones de amistad se puede llegar a determinadas posiciones, y como el principal asesor de quien está a la cabeza de las encuestas presidenciales es una persona con la cual dos, casi tres, generaciones de Arcaya han tenido y tienen una relación muy profunda de gran amistad, unen una cosa con la otra y de allí el origen del rumor.

En cualquier caso quiero dejar en claro que se trata de algo que no está planteado y quiero ratificar algo muy sencillo y determinante: espero ser ratificado por el nuevo Presidente, quien quiera que sea, como Embajador ante las Naciones Unidas y proseguir así con la misión que el actual Presidente me ha encomendado realizar en

representación de nuestra República. En la actualidad estoy trabajando, como siempre lo he hecho, por representar dignamente a mi país y que tal ejecutoria sea orgullo de los venezolanos. Mis colegas y las personas que han visitado las capitales donde he estado, Canberra, Santiago, Londres y Buenos Aires, pueden dar constancia de la labor que he llevado a cabo. Aquí en Nueva York le aseguro y prometo que será aun mejor.

Al Ministerio de Relaciones Exteriores se le critica mucho y pocas son las propuestas para adecuarla a los nuevos tiempos, ¿qué se debería hacer con esta Cancillería?

Como le dije anteriormente, hay que profesionalizar definitivamente nuestro Servicio Exterior. Para comenzar hay que aprobar la nueva Ley tal como fue presentada al Congreso y aprobada por el Senado. Esta Ley sustituye a la anterior, que ya había perdido vigencia por arcaica y por su inobservancia. Pero lo mas importante es que la Ley se aplique y que a la Cancillería, salvo por los nombramientos políticos de un numero determinado de Embajadores políticos, no se pueda ingresar sino por Concurso de Oposición.

Es importante que los intereses político-estratégicos y económico-comerciales deben ser las variables a considerar para llevar adelante la reestructuración del Servicio Exterior en el análisis de la dimensión que queremos que tenga nuestra diplomacia. El papel de promoción de la imagen del país, y de las posibilidades de negocios para las empresas establecidas en Venezuela, debería ser una de las actividades primordiales del Servicio Exterior y de la Cancillería.

Con respecto a las criticas que se le hace a la Cancillería, déjeme decirle que la considero como uno de los despachos mas eficientes que tiene el tren ejecutivo. La Cancillería de hoy en día es infinitamente mas eficiente y profesional que la que encontré cuando ingresé al Servicio; en nuestro Ministerio puede encontrar usted profesionales de gran categoría, yo diría con toda honestidad que el promedio de los integrantes de los rangos de tercer a primer secretario son mucho mas competentes y están mejor preparados que lo que estabamos los de mi generación cuando ocupábamos esas posiciones. Para muestra basta un botón: siguiendo el patrón de las embajadas en Santiago, Londres y Buenos Aires, los funcionarios diplomáticos de la Misión Permanente de Venezuela en las Naciones Unidas, están a la altura de cualquier representante, de su respectivo nivel, de cualquier país, por mas desarrollado que sea.

Lo que pasa es que en nuestro país parece que existe una suerte de perpetuo «open season» con la Cancillería y sus funcionarios. Todo el mundo critica nuestro funcionamiento y nuestra esencia; opina sobre nuestro trabajo y como debemos funcionar; nos pretende señalar cuales son nuestros deberes en el exterior y que deben hacer nuestras embajadas y consulados. Los politiqueros buscan constantemente «centimetraje» en los medios de comunicación criticando y dando sus siempre equivocadas opiniones sobre la diplomacia venezolana. Esto nos ha hecho mucho daño en nuestra imagen en el exterior, no se dan cuenta de lo que perjudican al país; me imagino lo que los embajadores extranjeros acreditados en Venezuela informan a sus respectivas capitales………

En su trayectoria diplomática ¿cuál considera usted que ha sido su mayor éxito? Y, pese a su estilo «imbatible», supuestamente ha debido tener algún fracaso, ¿cuál ha sido?

Déjeme primero decirle algo sobre errores y éxitos. En cuanto a los primeros debo decir que son tantos, por lo menos los que me persiguen en la conciencia personal y profesional, que no bastaría la extensión de esta entrevista para narrarlos. En cuanto a los éxitos, si los hay, hay uno en particular que atesoro: haber llegado a ser el primer diplomático de carrera en la historia de nuestro país que, habiendo ingresado por Concurso, llega al rango de Embajador. Lamentablemente, se dejó caer la figura de Embajador de la República del articulado del Proyecto de Ley del Servicio Exterior, ya que me hubiera gustado competir por ese gran honor.

Pero hablar de éxitos viene unido a su correlativa posibilidad, la idea de fracaso. Y creo sinceramente que todo diplomático debe examinar bien su carrera para ponderar aquellas experiencias frustradas porque ello le permite refinar su estilo y agudizar su ingenio para evitar las condiciones de ese tipo de infortunio en el desarrollo de su carrera. Tal vez mi fracaso más doloroso fue el no haber podido impedir que los Estados Miembros dejaran desaparecer a la Organización de Países Exportadores de Hierro (APEF). Pese a todos mis esfuerzos no pude cumplir mi misión a cabalidad y para mí esa experiencia aún pesa. No obstante, la lección que aprendí me enseña a esmerarme y a querer evitar cualquier contratiempo que pudiera conducir a otra experiencia similar. Pero debo advertir que, muchas veces, los diplomáticos de carrera debemos aprender a lidiar con el modo de enderezar los fracasos de otros y los errores de muchos para asumir, en representación de nuestros mejores intereses, la responsabilidad de equivocaciones de las cuales no hemos sido partícipes pero cuyas consecuencias debemos moderar, limitar o asumir a plenitud, frecuentemente en contra de nuestras propias emociones.

Tal vez recomendaría, esta máxima laxamente luterana: «acometed bien vuestros fracasos, sólo así podréis medir el alcance de vuestros defectos y la vergüenza que da fallar»…

¿Dónde se siente más cómodo, en la diplomacia bilateral o en la multilateral?

En ambas por igual, pues mi experiencia profesional tiene un cierto equilibrio. Inicié mi carrera en la diplomacia multilateral como Tercer Secretario en Ginebra, luego de ser Segundo Secretario en el Servicio Interno, fui designado Primer Secretario ante la OEA. Luego fui Jefe de Relaciones Internacionales del Instituto de Comercio Exterior y mi trabajo era fundamentalmente con organismos multilaterales. Como representante de mi país en distintas reuniones de esos organismos, obtuve una visión que luego contrasté del «otro lado de la mesa» cuando fui funcionario internacional, viendo la tarea desde otro ángulo.

Después de esa experiencia concentré mi servicio al país en la diplomacia bilateral encabezando importantes embajadas venezolanas y estoy ahora nuevamente en este espacio multilateral de la diplomacia que no me es extraño.

¿Ha escrito algún libro?

Lamentablemente no. Tal vez cuando me retire – ya bien entrado el nuevo milenio – lo haré. Muchos amigos, a quienes cuento lo que he hecho, experimentado y visto, me lo han sugerido. Veremos……

¿A la distancia, cómo ve la imagen de su padre?

Engrandecida, perdone el lugar común, pero uno no sabe lo que tiene hasta que se pierde. Me reprocho continuamente no haber pasado mas tiempo con él. Creo que ha sido uno de los hombres mas íntegros que ha dado el país y tengo un enorme orgullo de ser su hijo.

¿Trata de emularlo o prefiere seguir su propio camino?

Siempre hay influencia sin que sea un intento de emulación.

Usted que ha sido Embajador en Gran Bretaña y Argentina, ¿Qué opina de la visita de Menem a Londres?

Un paso muy concreto hacia una solución de ese conflicto. Como usted bien recordará la posición que mantuvo nuestro país durante el conflicto y que mantenemos todavía, es la de la soberanía argentina sobre las Malvinas. Creemos que ambos países deben negociar pacíficamente para solucionar ese conflicto y que la negociación lleve a la Argentina a recuperar sus derechos en el Atlántico Sur.

Existe un debate internacional sobre el nuevo rol de los diplomáticos de cara a las nuevas técnicas comunicacionales, sobre el particular se ha dicho que no son necesarios, ¿cuál puede ser la posición de un país como Venezuela?

La interrelación de la ciencia, la tecnología y las relaciones internacionales es un tema fundamental en estos días. Diversos foros han explorado ya cómo las nuevas tecnologías permitirán, a todos los que nos movemos en la esfera internacional, organizar y conducir la diplomacia en el próximo siglo. Estos mecanismos están siendo utilizados cada vez más por los gobiernos, organizaciones de derechos humanos, grupos ambientalistas, movimientos políticos y otros para difundir y lograr sus objetivos.

Una de las consecuencias más importantes de esta revolución informática sobre la diplomacia es el creciente uso de tecnologías de la información por actores no gubernamentales, los cuales han ido creando nuevas formas de interacción que afectan la paz y la seguridad internacionales. El uso acelerado de Internet por parte de las más diversas organizaciones alrededor del mundo para exponer y compartir ideas, así como para desarrollar estrategias de acción no sólo dentro de los países, sino más allá de cualquier frontera ha ocasionado que muchos temas que antes caían dentro del ámbito exclusivo de la diplomacia estén siendo tratados por individuos de todo nivel, desde académicos hasta el ciudadano común.

Para los países en desarrollo, como el nuestro, el efecto de la revolución informática puede ser bastante dramático en términos prácticos. Un nuevo elemento se suma a la brecha del desarrollo: la llamada «pobreza tecnológica». Esta brecha tiene una influencia muy negativa en la presencia internacional de los países en desarrollo y disminuye su capacidad para actuar como contrapartes válidas en la arena internacional.

Igualmente, en un momento en que el comercio, la economía y las finanzas marcan la pauta en las relaciones entre los Estados, es imposible obviar la enorme influencia del comercio electrónico en la capacidad comercial de los países. Dentro de muy poco tiempo, la ventaja comparativa no vendrá dada por quien produce mejor al menor costo, sino por quien aprovecha mejor los medios electrónicos para llevar sus productos a los lugares más remotos.

Es por ello que el uso cotidiano de los recursos tecnológicos existentes hoy debe constituirse en parte fundamental del trabajo del diplomático, pues parte esencial de éste es la actualización permanente sobre los temas de actualidad en el ámbito internacional. Las tecnologías de información no sólo proveen esta actualización, sino que nos permiten abordar hasta los detalles más ínfimos de las mismas. En este sentido, más allá de ser capaz de encontrar la información rápidamente, es importante entrenarse en manejar la información de manera efectiva. Ese será el próximo objetivo.

Sólo una pequeña parte del reto es de tipo técnico. La mayor parte depende de la mentalidad existente en nuestro país respecto al manejo de los recursos. Muchas oficinas gubernamentales, incluyendo el Despacho al cual pertenezco, tienen miedo de las tecnologías de información. La mayoría de las veces se excusan en «razones financieras» para no embarcarse en un proceso de automatización, sin darse cuenta de que la relación costo-beneficio es quizás la mayor ventaja de las tecnologías de información y de comunicación existentes hoy.

Venezuela es un país que se jacta con mucha razón de no haber tenido un conflicto bélico desde nuestra independencia, siempre ha mantenido una posición solidaria internacionalmente, entonces ¿por qué se dice entonces que no tenemos una participación mejor en la escena mundial, en otras palabras tenemos un bajo perfil?

No creo que tenemos un bajo perfil. Es esa un opinión aventurada y no fundada de los detractores de oficio de la Cancillería. Es mas durante mucho tiempo tuvimos un perfil muy alto, tal vez, a mi juicio, demasiado alto.

Desde el inicio de nuestra democracia nuestro país se insertó plenamente en el concierto internacional. Nuestra posición solidaria con las democracias del continente, con las aspiraciones de los países en desarrollo y el tercer mundo en general, le dio gran protagonismo a nuestro país y a su diplomacia. Nuestra presencia fue grande en el Caribe y Centroamérica y las posiciones mantenidas por Venezuela en los foros internacionales eran, en principio, muy respetadas.

Nuestra situación comenzó a cambiar al inicio de la década de los 80, cuando los problemas económicos y políticos indiscutiblemente repercutieron en nuestra política exterior y nuestra actuación y presencia, en determinadas regiones y organismos multilaterales, se vio afectada por nuestras crecientes dificultades. Y en cierto sentido debo decirle que ese cambio de poder económico, que obligó a medir el verdadero tamaño de nuestros intereses y a inducir, a veces no de manera consciente, el verdadero poder que teníamos, nos hizo y nos ha hecho -a mi juicio- un bien: comprender mejor que no podemos pretender más de lo que real y ponderadamente podemos ser. Sin embargo, pese a esa relativa desacralización de un aire de protagonismo en el mundo, aún así, tomando en cuenta los cambios de suerte económica, seguimos teniendo una muy aceptable actuación en el concierto de las naciones y en un estilo tal vez mas cónsono con la realidad del país: El perfil no es bajo, es el adecuado. Pero esto no nos exime de realizar un esfuerzo por racionalizar nuestras estrategias e intereses y optimizar, como les gusta de decir a los economistas, la relación entre nuestras posibilidades y nuestros objetivos.

El personal de la Cancillería venezolana está subpagado en comparación con otros organismos oficiales como el Fondo de Inversiones o el Seniat, por ejemplo, donde hay secretarias con 10 años de experiencia y ganan un millón de bolívares, y por otra parte, la comparación es obvia con el resto de los servicios exteriores, incluyendo a países mucho más pobres que el nuestro, ¿qué opina usted al respecto?

Creo que nuestro servicio interno esta muy mal remunerado, habría que corregir urgentemente esa situación. Por el tema que tratamos y las repercusiones internacionales que nuestras labores llevan consigo, el personal interno de la Cancillería debería tener sueldos similares, para no decir superiores, a los que se devengan en organismos como los que usted menciona y a los cuales yo le agregaría a PDVSA.

Pero también hay que reconocer que gran parte de la mala situación que los diplomáticos nuestros tienen en el Servicio Interno, es culpa de nosotros mismos. Desde hace una docena de años se ha estado proponiendo, y he trabajado mucho para ello, una Caja de Compensación como la que existe en Uruguay, Chile y Perú. Pero nada, absolutamente nada, hemos hecho al respecto, salvo quejarnos.

También podría hablarle de los sueldos de los diplomáticos en el exterior. En 1989 hice un trabajo sobre la homologación de nuestros sueldos con los que paga las Naciones Unidas. En ese entonces la situación de los sueldos en el exterior era gravísima, mi propuesta fue aceptada y se hizo una tabla de remuneraciones «homologada» a la de Naciones Unidas. Este trabajo era solo el inicio de una sana política de personal y debía continuar aplicándose con nuevas medidas, como el ajuste mensual por medio de indicadores de la ONU de acuerdo a la inflación y las paridades cambiarias, las primas por destinos peligrosos, el «home leave» etcétera. Lamentablemente desde ese entonces, hace casi 10 años, no hemos hecho nada y en mi opinión somos nosotros mismos, los diplomáticos que prestamos servicio en la Cancillería, los responsables de la situación que confrontamos en el exterior.

¿A que se dedica en los ratos de expansión?

Siempre he sido muy aficionado a los deportes. En los colegios y universidades donde estudie en los Estados Unidos entre 1951 y 1959 (estábamos exilados durante la dictadura de Pérez Jiménez – pronunciando su nombre en minúsculas, por el desprecio que le tengo al ridículo personaje y lo que él representa) los deportes eran obligatorios. Allí aprendí a practicar varios deportes, entre otros, tenis, golf, equitación, natación, lacrosse, lucha greco-romana, boxeo, y algunas disciplinas del atletismo. Luego, ya de regreso en la Patria, seguí con el golf, el tenis y el motocros; en la Universidad Central, participaba en «caimaneras» de béisbol, futbolito y, para horror de mis compañeros, en partidas de dominó.

Posteriormente, ya en la vida diplomática me dediqué tan sólo al tenis, al golf y al polo. He usado estos deportes, y los sigo usando, como herramientas de trabajo, aunque el último de ellos lo tengo prácticamente abandonado por razones de calendario y por las implicaciones económicas, cuando se trata de practicarlo en el mundo «desarrollado».

El golf me ha sido – y sigue siéndolo – de gran utilidad para mi vida diplomática; es más, he recomendado a mi Cancillería que tome las medidas para alentar a los nuevos diplomáticos a que aprendan a practicar este deporte. Por el llegué a tener tratamiento cordial y en algunos casos he logrado establecer amistad personal con líderes y gobernantes de muchos de los países en los cuales serví.

En Francia jugué varias veces con el hermano del Presidente Mitterrand y una vez, pero solo 9 hoyos, con este; en Australia con el Primer Ministro y el Canciller; en Viti (que es como en español de llama Fiji) con el Presidente, el Canciller, el Ministro de la Defensa y el Presidente del Parlamento; en Filipinas jugaba con cierta regularidad con el Presidente Marcos; en Suiza con el Secretario General de la UNCTAD y otros altos funcionarios internacionales; en Londres con el Presidente de la Cámara de los Comunes y los líderes parlamentarios de los dos principales partidos. En Argentina jugaba una vez por mes con el Presidente Menem, quien – al final de mi gestión diplomática en su país – me organizó un torneo de despedida con el Cuerpo Diplomático y al cual invitó, y participaron, el Vice Presidente, el Presidente del Congreso y el Presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Esta actividad deportiva es posible y deseable dentro del contexto de la diplomacia bilateral por las relaciones y contactos que se logran para trabajar más eficientemente. En la diplomacia multilateral la situación es distinta; las relaciones públicas – motivo esencial de mis deportes – se practica de otra manera: reuniones propiamente dichas y almuerzos y cenas de trabajo. Así los únicos deportes que practico actualmente son el trote en el parque y, cuando tengo algún, tiempo «tiro sable», es decir, practico especialidad de esgrima, no que doy sablazos…..

Regresando a Venezuela, ¿Cómo ve usted la situación política y electoral en Venezuela?

La situación electoral es compleja por una diversidad de factores, algunos puramente nacionales otros de naturaleza mundial o, si se quiere, internacional. Entre los factores locales cabe señalar el desgaste del modelo económico, político y social que, hasta fechas muy recientes, había fundado con relativo éxito la viabilidad de nuestra democracia. Muchos piensan, no sin simplismo e ingenuidad, y tal vez animados por el ardor del debate electoral, que los cuarenta años de democracia han sido cuatro décadas perdidas. Esto es una exageración que ni histórica, ni políticamente puede considerarse como una visión correcta de las cosas. Nuestro sistema político ha pasado por muchas dificultades y algunas han sido de gran intensidad y en extremo peligrosas, pero de alli a decir que ha habido un «fracaso total» ……..

Ahora bien, no puede desconocerse que hay un cambio de paradigma en el modo de querer percibir y practicar nuestra democracia. El modelo rentista petrolero se agotó y ello ha acelerado las tensiones no resueltas que ha dejado la estela de sus causalidades en las expectativas de sociales de los venezolanos; de allí la percepción, más o menos extendida, acerca del desgaste de la institucionalidad. No hay duda que, en este sentido, es tiempo para intentar una evaluación y transformación de todo cuanto podamos en libertad modificar de aquel sistema y de producir cambios que estén en sintonía con las nuevas exigencias que plantean fenómenos tan significativos, por ejemplo, como la descentralización política y administrativa de la república.

Por su parte, en materia de economía es preciso relacionar los cambios de concepción en materia de macroeconomía para ajustarlos a la comprensión y solución de la vida de la gente. El ciudadano común no comprende porque su ingreso se ha deteriorado; la élite política intenta explicarlo pero, en virtud del efecto inercial de las costumbres políticas y morales del pasado, esa misma élite parece haber perdido buena parte de su capacidad para representar los intereses del común, ya no tiene la credibilidad del pasado. Ante esa situación se abre entonces la posibilidad, que es asumida con avidez y mucha ilusión, de que cualquier alternativa que sugiera cambio y que haya logrado anclarse en alguna credibilidad, posea por las circunstancias una indudable capacidad de movilización social. En tales circunstancias la situación, como se comprende, se torna delicada y compleja, por cuanto el no poder satisfacer de manera inmediata el tenor de las promesas y el fervor de las ilusiones – las realidades económicas petroleras no son halagueñas – pudiera esto conducir, en una eventual desesperación, a desear soluciones irracionales que podrían poner a prueba, una vez más, nuestras instituciones y su relación con la libertad.

Igualmente, debemos entender los venezolanos que desde hace un tiempo a esta parte, y a medida que pasa el tiempo, el desarrollo de la tecnología económica, la contingencia que afecta los mercados financieros internacionales, tiene una repercusión inmediata sobre la capacidad de nuestro proceso político. Y así, nada de lo que suceda nacionalmente está libre o es independiente de lo que acontece, al minuto o al instante, en la economía mundial. Y si relacionamos ambas cosas, nuestra situación interna con la externa, nos daremos cuenta de la urgencia que tiene emprender las reformas estructurales para sobrevivir en un mundo como el actual.

Estamos por entrar en un nuevo milenio y nuestro país necesita tener las estructuras necesarias y los instrumentos adecuados para poder modificar la estructura actual de nuestro sistema político que permita realizar los cambios necesarios para nuestro bienestar y la modernización que se requiere para enfrentar los retos actuales y futuros No obstante, deseo ser aquí muy escrupuloso para ser consecuente con mis convicciones democráticas. Cualquier cambio institucional no puede ni debe resultar un proceso anárquico y desordenado, ni puede concebirse como contrariando el respeto que le debo a la forma democrática de Gobierno que fundamenta, entre otras cosas, la misión que me hallo ejerciendo ante las Naciones Unidas. El camino hacia una nueva sociedad ha de ser, un camino institucional, basado en el consenso y celoso del respeto al orden jurídico.

Finalmente, creo importante subrayar tal vez lo más importante. Y es que todo lo anterior no será suficiente; necesitamos al mismo tiempo que sobrevenga en nosotros una transformación profunda en el sentir y actuar de todos los venezolanos, es decir, un cambio en la constitución cultural de la sociedad en su conjunto. Y al dejar este factor de último no quisiera que se le considere como una manera de redondear una declaración. El asunto cultural es decisivo y es, me temo, el que menos atención recibe y, por ello, el que mayor importancia posee. Sin una cultura política y moral distinta, mucho me temo que hasta las mejores intenciones fracasarán. Y así, a riesgo de aparecer un tanto didáctico, creo en el fondo que este es el centro de todos nuestros problemas y que la idea de cambios no resulta prácticamente viable si la reflexión de los venezolanos sigue anclada en el pasado reciente o remoto.

¿Quién cree usted que va a ser el próximo Presidente de Venezuela?

A partir de la respuesta a la pregunta anterior usted podrá darse cuenta de lo siguiente: es absolutamente imposible asegurar que un candidato tenga todas las virtudes que se requieren para acometer esa tarea. Por lo demás soy diplomático de carrera y considero un desaire para mi profesión incurrir en la ligereza de un pronunciamiento público sobre tan delicada materia. Y es que la gran diferencia entre los diplomáticos de profesión y aquellos que se fabrican o hacen al amparo de las circunstancias y oportunidades de la suerte del poder es esta: los diplomáticos de carrera debemos por vocación defender nuestro país y no la muy precaria y azarosa vida de las personas que pudieran estar gobernando. Son las instituciones y no las personas las que dictan la responsabilidad de nuestro oficio.

Lo que sí quiero destacar, sin embargo, es que todos los candidatos que están participando en el proceso electoral, sin excepción, merecen el respeto de todos los venezolanos y el que gane nuestro respaldo. Finalmente, quisiera dejar aquí clara y rotundamente asentado que también poseo la satisfacción y orgullo de saber que puedo cívicamente asegurar que el Presidente Caldera, nos garantiza a los venezolanos y al concierto internacional el traspaso del poder al candidato que resulte triunfador.

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