Opinión Nacional

¿Es posible salir del pantano?

Clasifican los expertos en asuntos de aguas, tierras, animales, hombres, que los pantanos son lugares donde la vida probablemente ha tenido su origen, donde viven en multitudes miles de tan diversas formas animales, vegetales, misteriosas también, con probabilidades de bondad y belleza muchas de ellas y, en cantidades proporcionales, tantas otras capaces de indescifrables monstruosidades. Pero, del mismo modo, los pantanos viven en otra vida, en el imaginario colectivo y en el alma de algunos excepcionales poetas, que los hacen leyendas, novelas, poemas, cuentos, historias, todo, a fin de cuentas, son los espacios-útero de la vida entera, porque la vida misma se gestó en esos lugares. En pantanos, cuya alma es la humedad de todos los tiempos todo el tiempo. Y tan grande e irrefutable es esta verdad, que la vida desaparece con la sequedad. La sequedad es la esencia de la muerte. Si se resolviese cómo eliminar la sequedad, el hombre habrá conquistado la eternidad. Pantanales famosos son espacios esenciales de la vida en la tierra. En América, Asia, África, Europa los hay tan especiales que sin ellos cada continente sería distinto a lo que ahora es y, mucho más, son mucho más, tal vez sea el último refugio de la vida que aún queda en diálogo fecundo con la muerte.

No se por qué, pero trataré de indagarlo y, usted, lector, bien puede ser mucho más que mi aliado, mi maestro. Se me ocurre que la única palabra para definir a esta Venezuela, en este momento de su historia, circunstancias, actores, naturaleza, es concebirla como una curiosa tragicomedia en los pantanos, que no de los pantanos, y si es así, como vimos arriba que los pantanos son, podríase alcanzar y definirla, Venezuela es un gran pantano tragicómico. Aquí vivimos diversas gentes que pertenecemos a especies que si bien las hay en todas partes, su manera de ser y hacerse es de nuestra exclusividad. Sólo aquí existe. Los jesuitas, me dijo uno de ellos, estamos divididos. Unos, cerca de la revolución, otros actores de la reforma. Y subrayó ambas palabras. Revolución/reforma. No somos, continuó, ni los defensores ni los pilares del poder, en la verdad de Roma. Empieza a asquearnos. La revolución no es Chávez, aunque entre nosotros chavistas haya y antichavistas sean otros, la revolución es esto que no tiene asidero y la reforma es la necesidad de encontrar una forma que supere este estilo. Comentó casi repitiendo a Darío y no a Loyola. Los adecos renacemos muertos. No es metáfora, dijo. Los sobrevivientes de la vieja era deambulan tras Rómulo y tras él nada encuentran. Los otros vociferan emulando la antigua y primigenia resistencia, la tan vieja que sólo existe en su memoria, mitificando las luchas contra el dictador Pérez Jiménez. La palabra resistencia tiene magia para nosotros, hálito de vida. Así habló un adeco, de los pocos de ayer que con vida quedan. COPEI, tal vez el más astuto intenta refugiarse en el futuro en los vacíos que a éste dejan los actores del presente. Del pasado ni un punto para coger impulso. Caldera no existe. Tampoco la doctrina social de la iglesia donde, tergiversándola, antes bebieron y vivieron tantos de sus fuentes.

Desde el MAS, ni un solo de los sueños de los cuales sus almas se nutrieron en su intento de crear aventuras. En el PSUV el líder se alimenta de su propia tragedia, morirse sin destino. El socialismo originario, indoamericano, bolivariano, robinsoniano, zamorano, humanista, cristiano y más y mas, según los efluvios de la postmodernidad que se arrastra en las simas, o en las agudas reflexiones romas de periodistas que, en sus modestas pretensiones sin fronteras, creen emular y superar con creces al mismísimo Sócrates, pero convencidos y persuadidas de que sería la destrucción de lo posible su suicidio, en lugar de cicuta un buen vino brindando en buenas noches. Los ejércitos van tras la libertad que gritan encontrar en el socialismo, patria o muerte. Palabra de dios. Voluntad del Señor, el mismo dios, el mismísimo del presidente Bush, bautistas, oigamos sus lecciones coreado por Rice, Estados Unidos, “gobierna en aras de propagar la justicia divina con visas al advenimiento del Fin de los Tiempos”. Así cambiando sustantivos habla el gordo señor ministro de la defensa.

Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo son a este pantano nuestro lo que es el plasma a la materia, según la nueva física. Están allí actuando, interactuando como si fuesen personajes liberales y conservadores en la guerra que inventó García Márquez, quien descubrió que el único sentido de la Guerra es carecer de sentido. Y por si fuera poco, hasta una nueva iglesia, eso faltaba, anda por ahí, solitaria, sin sentido, “arroz con mango” afirman los jerarcas de sus instituciones madres, la católica iglesia romana y la cristiana iglesia anglicana. Cuanto dicen, no importa. Que si homosexuales, que si pederastas, que si cómplices de la antigua república, que alimentaba las ansias de su espíritu con millones de dólares que el poder le acercaba a manos llenas. Que si las puertas y ventanas de basílicas, catedrales, iglesias, capillas y otras, permanecen cerradas, para evitar, dicen unos, que la gente acercarse a Dios pueda o para tenerlo prisionero y no pueda Éste acceder a los pueblos, afirman reflexivos los otros. La universidad, sabia, autónoma en sus mañas y argucias, repite intensamente, haced lo que yo digo, mas no lo que yo hago. Trampas y apuestas, en lugar de la verdad y la belleza, que se hacen en la ciencia y el arte. Su ley de gravedad, su única ley, es ésta, en ella un voto vales más que un teorema y un poema carece de valor. Son la charca riesgosa del pantano que se muere ahogada en su felicidad pantagruélica.

Por si poco faltase para engordar el Plasma, la visita de Uribe para el fraternal diálogo con su par de esta patria, Hugo Rafael. Florentino y el Diablo, según la óptica de cada fan, de cada súbdito, de cada seguidor, se transubstancian. Celestiales seráficos arcángeles asexuados sonrientes anunciaron al mundo que la paz, la armonía, el amor, inspirado en la común historia, en el mandato de la geografía, en el supremo bien, para siempre han llegado. Borrón y nuevas cuentas para que el viejo axioma del mecanicismo económico del dogma marxista se impusiera. La economía, los negocios, el vil metal, hacen milagros y la “infraestructura”, así decían, impone sus mandatos a la “superestructura”. Capitalismo salvaje, sonríe a mi lado el apuntador.

Lo grande de esta patria es que aquí pasa de todo y nada pasa, sentencia del humorista Jóvito quien por ser tanto así de bueno ni pinta ni escribe para que sea el humor por su ser propio el que bien ande y quede y, más, para que nadie sepa de él, sólo el humor. Enterado por los medios, por los informes oficiales y los otros, con números diversos, que la verdad existe en ese samplegorio que habita este pantano y la forma de existir en sus charcas. Miles de muchos miles muchos de muertos, de asaltos, de secuestros, o apenas cientos de muchos cientos muchos de lo mismo, son verdades si al emisor le interesa la vida o los entierros. Que hay escasez, que el hambre abunda y cunde el desempleo, y que la ayuda, en migajas llega, en las misiones. Que algo pesado hay en ese universo como evidencian la ausencia de humanismo, de amor al hombre, el exceso de odio. Zapata, por ejemplo, casi se va con la asquerosa alegría de La Hojilla aplaudida por el macabro silencio del poder. Rescatado fue por la amistad de sus amigos que si pocos, existen. La OSM, La Orquesta Sinfónica de Maracaibo, vive de su agonía alimentada por la desidia. Y así es y así no es, todo a la vez, es.

Yo estoy en este mundo y no en el otro en donde tantos quieren que yo habite. Que soy estrictamente responsable de mis hechos y de mis desechos, que mis hijos todos son venezolanos y mayores de edad según los testimonios jurados de su madre, en cada caso, y de sus partidas de nacimiento y cédulas de identidad respectivamente. Que ellos son y existen por sí mismos y sus méritos, alcanzados por ellos, sin otra ayuda que su voluntad y decisiones, a veces siendo yo su estorbo, están allí en sus lugares alcanzados y que no tienen deudas ni acreencias salvo el amor al prójimo, a la perfección de su oficio, el respeto al otro y, desde luego, que en nada son responsables de mi acontista vida. Responsable y culpable soy de ella. Son ellos por encima de mí. Yo simplemente soy un acontista, según sabio definió León de Greiff.

Yo, señor, soy acontista.

Mi profesión es hacer disparos al aire.

Todavía no habré descendido la primera nube.

Mas, la delicia está en curvar el arco
y en suponer la flecha donde la clava el ojo

Y si hubiere muchos de estos y mejores acontistas seguro estoy que saldríamos del pantano o hermosas y frescas haríamos su aguas y podríamos beber las aguas de los lagos, navegar en el Guaire, devolverle la nuevo a las montañas y hacer verdad la fe.

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