Opinión Nacional

¿Es tan difícil un acuerdo nacional?

La situación del país es cada vez más confusa, enredada, sin rumbo cierto. Indudablemente que la ausencia del liderazgo de Chávez ha traído graves consecuencias. Literalmente, se puede decir que, en este momento, no hay quien tome decisiones importantes, más allá de las instrucciones dadas desde La Habana. El dúo Maduro-Cabello, quienes son los que dan la cara por la revolución bolivariana, están surfeando la crisis esperando alguna recuperación física del líder único.

Así las cosas, el cuadro se torna muy complejo y mostrenco, no solamente para el chavismo, sino también para la oposición.

Los primeros se baten para mantener el poder y los privilegios que han detentado, a su leal saber y entender, durante estos últimos 14 años. Mientras que en la oposición, la discusión se ha centrado entre 2 sectores claramente definidos: aquellos que, con el pañuelo en la nariz (Rómulo Betancourt dixit) aceptan el estado actual de cosas y, por ende, las actuaciones del régimen posteriores al inicio del nuevo período constitucional; y otros, que reivindican la inconstitucionalidad de la continuidad del mandato aprobada por el Tribunal Supremo de Justicia, y se niegan a reconocer la legitimidad y legalidad de las actuaciones del vicepresidente, Nicolás Maduro, y los ministros.

De allí que la incertidumbre marque la pauta en materia política y económica. Por ello la gente común prefiere mantenerse al margen de esta suerte de tráfago público. Hay como una especie de limbo social del cual nadie parece querer salir, hasta tanto se clarifique, de alguna manera el escenario. Por una parte, el anunciado regreso de Chávez para juramentarse como presidente constitucional y renunciar posteriormente o, por el contrario, gobernar por el tiempo indefinido que le permita su grave enfermedad. Este el gran dilema del chavismo, atrapado en un callejón sin salida.

En el lado de los sectores democráticos, entonces, lo procedente es alcanzar los compromisos necesarios para fortalecerse como alternativa de poder, de otra manera, seguiríamos, eternamente, remando en direcciones contrarias, culpándonos los unos a los otros, sin agenciar la tan anhelada democracia plena y cantando fraude, como si eso sirviera de algo, si no se toman acciones contundentes que permitan superar el grosero ventajismo oficialista que caracteriza cualquier proceso electoral venezolano.

Recientemente, Pompeyo Márquez, en un conversatario con ocasión de la fracasada intentona golpista militar del 4 de febrero ­llevada a la exaltación de gesta épica revolucionaria por la cúpula militar y civil del chavismo­ hizo un planteamiento muy importante y de gran trascendencia que, quizás, pasó por debajo de la mesa para muchos. Pompeyo, con una lucidez impresionante, llamó a los sectores opositores a conseguir un «gran acuerdo nacional» para superar las deficiencias y debilidades de quienes adversamos el totalitarismo militarista que nos quieren imponer los hermanos Castro, por intermedio de su discípulo y, ahora, casi rehén, Hugo Chávez.

Pues bien, algo tan sencillo de entender, pero difícil de lograr gracias las actitudes de muchas individualidades y partidos, ya ha sido experimentado en el pasado (con sus bemoles) tanto aquí como otros países, para afrontar y salir adelante frente a dictaduras y regímenes autoritarios.

Resulta una obviedad que la MUD podría llevar a cabo esta iniciativa que incluya organizaciones sociales y a la sociedad democrática en su conjunto. No puede ser un concierto solamente de organizaciones políticas o de élites dirigentes, es menester llegar al corazón del colectivo nacional.

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