Estudiantes en las calles
Le ocurrió al Dr. Caldera que, cuando trocó su acendrada condición de profesor universitario por la de presidente de la República, terminó ordenando un allanamiento tan aparatoso como inútil a su propia universidad. Un militar curtido en batallas de verdad pero analfabeto, el zamarro Gómez, nunca pensó que al reprimir a los estudiantes en los carnavales de 1928 estaba bautizando a la generación que iniciaría la modernización de Venezuela.
Se puede entender entonces por qué sus reclamos llevan al extremo la histeria de regímenes como el actual, militares en su esencia pero recubiertos con un barniz izquierdoso al incorporar en el tren ministerial a algunos prematuramente envejecidos líderes estudiantiles: el utility que hoy funge de Canciller, por ejemplo, tuvo su guarimba en la Ciudad Universitaria cuando con su grupúsculo ejecutaba los lamentables «jueves ucevistas» con quemas de autobuses incluidas, mientras que varios otros miembros del alto gobierno presidieron en el pasado beligerantes federaciones estudiantiles universitarias. Hoy se les puede aplicar el calificativo ya olvidado que en el pasado los jóvenes adecos endilgaban a sus mayores: «bueyes cansados», ¿o mejor «cunaguaros domesticados»?
Hace casi 7 años, a raíz del cierre de RCTV por el gobierno de Chávez, tomó la calle una nueva generación de estudiantes que dio inicio a lo que pareciera una fase diferente de las luchas antiautoritarias; por una parte su prédica pacifista pero a la vez firme y valerosa sugiere una nueva y más alta conciencia democrática que se plasma en su ambiciosa reivindicación central: impedir que les roben el futuro, mientras que, por otro lado, la continua aparición de relevos (quienes toman las calles hoy tenían en promedio 13 años cuando lo hicieron sus precursores) sugiere que se trata de valores arraigados en profundidad en generaciones crecidas en la asfixiante atmósfera del «socialismo del siglo XXI».
Jane Jacobs decía que «cuando las calles de una ciudad ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés». No hay duda: hoy las ciudades venezolanas son las más interesantes del mundo.
