Opinión Nacional

Ética, moral y justicia

“Sin la trascendencia y la presión mediática es imposible que se aclaren los hechos de un crimen”- Baltasar Garzón

En Venezuela, país que fue forjador de libertades, es muy peligroso hacer críticas al Poder Judicial y al llamado Poder Moral en particular. El crítico puede terminar con sus huesos en prisión, sin dilación, si un magistrado o juez se siente aludido y menoscabado en su en su honorabilidad o reputación. Simples palabras, como diría Sócrates, sin embargo, ¿quién podría definirlas? ¿Qué significan la una o la otra?

En fin, seamos realistas, no hablaremos del Poder Judicial ni del Poder Moral venezolanos; además, porque esto es también es indefinible.

El Juez Baltasar Garzón quien mantuvo una relación amor-odio con la prensa, siempre buscó el justo medio para lograr tomar sus decisiones, por lo demás, acertadas y, ha manifestado, que para ser juez hay que considerar que “ninguna persona que se siente frente al Juez debe ser considerado culpable aunque muchas veces las apariencias así lo presentan”. Además, dice que, “el poder del Juez debe estar limitado por las leyes y, éste debe ser completamente independiente; es decir, no dejarse amedrentar o subordinarse a los demás poderes”.
Sabias palabras las de Garzón, en especial, en días que la majestad de los jueces se pone en duda, o se duda completamente del Estado de Derecho, o lisa y llanamente, el pueblo no cree ni en las togas ni birretes, los cuales muchas veces son mal habidos. La ética del derecho plantea, desde Aristóteles, que los Magistrados y Jueces deben poseer la capacidad intelectual suficiente que requiere el cargo. Ante esto, nos preguntamos ¿cuál es el coeficiente intelectual promedio de un Magistrado o Juez? Deben tener, también, de acuerdo con los principios clásicos del derecho, sagacidad práctica y una integridad moral incorruptible.

El tratadista en derecho M. Arregui-Zalva plantea que cuando un juez deba dictar sentencia en contra de un acusado, “debe proceder con certeza moral, obtenida por “medios legítimos de las actas y pruebas procesales y estimada según su conciencia”.

En otras palabras, la filosofía procesal (en derecho) significa que éticamente no puede existir una dicotomía entre el Juez y su persona (entre su posición y su Ser particular), entre la letra de la ley y la ley de su conciencia, “porque el juez es un sujeto moral”, es decir, una sola persona y “las acciones se atribuyen a la persona”;(ver: Ángel Martín Sánchez). De acuerdo a esto a nadie le es lícito actuar contra su conciencia ni siquiera por coacción de la ley. Uno de los mejores ejemplos de esto es el juicio del incendio del Reichtang durante la Alemania nazi. Los nazis acusaron al obrero y líder político Dimitrov, de origen búlgaro, por el incendio. Éste logró, con todos los jueces en contra, coaccionados por Hitler y todo el aparato de gobierno nazi-fascista que declararan su juicio nulo, de toda nulidad y salió libre pues, todos los testigos eran falsos, creados por el Fiscal del tercer Reich.

Podríamos decir muchas cosas más sobre las habilidades de magistrados y jueces. Lo más importante es que quienes quieran dedicarse a la carrera judicial tienen que divorciarse de muchas cosas, entre ellos de militancia política, y, además, sería conveniente que de vez en cuando leyeran a Aristóteles y su Ética, lean los diálogos de Platón, atiendan a la palabra de Sócrates y piensen un poquito en Séneca. Que bueno sería que el poder judicial, moral, o como se llame, tuviera un poquito de cultura griega y tomara, de vez en cuando, a los clásicos que pusieron las bases del piso legal de occidente y leyeran los Salmos de David y el Evangelio de Jesús. Como dice garzón, serían jueces.

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