Opinión Nacional

Fachochavismo: el nuevo opio del pueblo

Uno de los rasgos del fascismo es su carácter religioso. Una religiosidad que gira en torno a un individuo carismático o jefe providencial que gobierna despóticamente con el apoyo del aparato policiaco-militar y a quien se le rinde un perverso culto a su personalidad.

A la cabeza de cada Estado fascista del siglo pasado surgió un caudillo, un guía, un interprete de los intereses de una masa atomizada y amorfa. Así surgió el Duce Mussolini en la Italia fascista, el Führer Hitler en la Alemania nazista, y el caudillo Francisco Franco en la España falangista. Fueron falsos mesías que dirigieron a sus naciones en nombre de un supuesto «bienestar general» estableciendo relaciones paterno-emocionales con amplios sectores populares, a quienes transformaron en dóciles obedientes a las directrices del líder. Representaron la expresión más pura del autoritarismo-jerárquico sobre la sociedad.

En nuestro país el socialfascismo del siglo XXI ha cultivado y sigue cultivando en la figura del tte coronel, ese mismo pernicioso fenómeno del culto a la personalidad que tanta miseria, represión y muerte generaron en el siglo XX. Es nauseabunda y despreciable la adoración y la adulación excesiva hacia el comandante-presidente promovida por todas las instituciones del Estado y el partido de gobierno. Basta con leer, escuchar o ver los medios de comunicación controlados por el aparato de propaganda y desinformación del oficialismo, transitar por  las deterioradas vías del país, visitar una dependencia oficial, etc., para constatar la presencia abrumadora de la figura del comandante tapa amarilla de Miraflores. La figura del tte coronel la han transformado en un superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las de un dios, de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, así como de un comportamiento infalible. Esta hipervaloración cuasireligiosa se ha exacerbado en los últimos tiempos a raíz de su enfermedad.

La plataforma política primitiva del socialfascismo bolivariano los ha obligado a promover esta nueva religión fundamentada en la disciplina, autoridad, jerarquía y lealtad para el con el vocinglero de Miraflores. El socialfascismo bolivariano no constituye una doctrina contrahegemónica, representa un proyecto social neokeynesiano, con eje en un fuerte intervencionismo del Estado en la economía y en la vida pública y privada de los ciudadanos. Este intervencionismo estatal ha sido disfrazado con una retórica discursiva y consignas «anticapitalistas», e incluso con una retórica socialista, pero que en la práctica ha favorecido al gran capital transnacional y nacional (boliburguesía) e incrementado los niveles de explotación de los asalariados.

Esta pseudo-religión de nuevo cuño persigue establecer una relación de mando-obediencia entre el tte coronel y los sectores populares, instaurar un culto al despotismo, y un respeto incondicional a la «jerarquía» del comandante-presidente. Un sometimiento total del pueblo a la voluntad del caudillo, «encarnación viva» de la nación y del Estado, «héroe popular» escogido por Dios.

El tte coronel representa la personificación viva del mito fundacional inventado  por el bloque en el poder para darle continuidad al proyecto hegemónico en nuestro país.  Parafraseando al viejo Marx podríamos decir que el fachochavismo y su religión bolivariana representan el opio del pueblo venezolano.

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