Opinión Nacional

Fanon reinterpretado

Corolario de un largo ejercicio populista, el “lumpenproletariat” o “populacho”, expresión de los desclasados de todas las clases, encuentra cauce en las actuales circunstancias. Tendrá por característica la ausencia de un compromiso duradero, víctima de una fortísima anomia que los conduce a la apuesta aluvional como fórmula de integración alterna al consumo superfluo o a la violencia como cultura, perdidos los valores y lazos comunitarios con el intenso proceso de urbanización y el macroasistencialismo estatal que los indujo a una ya muy olvidada migración, sobre los hombros de las megabonanzas petroleras y sus simuladas prosperidades.

Serán Marx y Engels, en el célebre manifiesto, quienes advertirán la presencia de una fuerza que, con mayor presteza, dará armas a los posteriores movimientos fascistas, y un psiquiátra, Frantz Fanon, la asumirá como respuesta alternativa al horror del colonialismo y su exacerbada violencia física y cultural que animalizó tanto al colonizado como al colonizador, obedeciendo a un determinado contexto (www. Victorianweb. org/ . org /poldiscourse/ fanon 1. hml): no otro que el de un tercer mundo que –ahora- no nos parece totalmente del último.

Una pista de su recepción en Venezuela la encontramos en Antonio García Ponce, quien lo tildó de “contrabando ideológico”, resaltando a Lenin frente a aquellos lectores “snobistas” (“El viejo fenómeno de los libros nuevos”, Tribuna Popular, 15/05/69, Nr. 3). Lo cierto es que, frecuentemente, aun en los foros internacionales, Fanon es citado por el presidente Chávez avisándonos de un autor que comparte un prominente e increíble sitial junto a Noberto Ceresole.

En “Los condenados de la tierra”, nos habla del vicio congénito de los partidos revolucionarios al apuntar a la élite más consciente, cuando la mayoría reside en los rufianes, granujas, vagos, desempleados, prostitutas y sirvientes desesperados, capaces de una acción militante y decisiva, lo que fuerza a su reclutamiento y articulación, acaso como un ejército político de reserva, requeridos de la organización insureccional. Nos remite a los campesinos sin tierra, amontonados en los barrios miserables de las ciudades, defensores tenaces de sus tradiciones que garantizan –en su espontaneidad- fuertes dosis de disciplina y altruismo: “Es en esa masa, en ese pueblo de los cinturones de miseria, de las casas `de lata`, en el seno del lumpen-proletariat donde la insurrección va a encontrar su punta de lanza urbana” y, “al no poder colocarse en el mercado de trabajo, robaban, se entregaban al vicio, al alcoholismo, etc.”, siendo “la delincuencia juvenil en los países colonizados (el) producto directo del lumpen-proletariat” .

Será otro el lenguaje, por falsificador que sea, el que responderá a esa “violencia atmosférica, a esa violencia a flor de piel”, aunque Fanon reconocerá que “el racismo, el odio, el resentimiento, el `deseo genuino de venganza` no puede alimentar una guerra de liberación”. E, incluso, dirá: “El ejército no es nunca una escuela de guerra sino una escuela de civismo, una escuela política”, por lo que “el soldado de una nación no es un mercenario, sino un ciudadano que defiende a la nación por medio de las armas” .

El oficialismo, a través de un partido inconstitucional (porque, al menos, no ha sabido de elecciones internas), alimenta la desorganización, el compromiso incidental, la violencia, el asistencialismo, el sentimiento plebiscitario de sus seguidores, adecuados como sostén de una experiencia autoritaria de nuevo cuño, inoculadora del miedo. La invertebración cívica del MRB200/Polo Patriótico/MVR/Comando de la Revolución, sin el mínimo concurso democrático en sus definiciones, orientaciones y elencos, cuadra con el estímulo de una galopante economía informal y la explotación de un ideario lo suficientemente etéreo, como extemporáneo. La constante movilización de sus huestes responde a una argucia táctica que se dice estratégica para la prolongación en el poder, encaramados en el culto a la personalidad, el mito de la mayoría y la completa informalidad de los referentes.

Extraño el partido que habla en nombre de la revolución. La desarticulación social sigue siendo su clave de bóveda.

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