Opinión Nacional

Fracasó el régimen constitucional

El Tribunal Supremo de Justicia decretó la muerte del constitucionalismo venezolano. La decisión tomada, con relación a los hechos del 11 de abril de 2002, es la más grave de cuantas ha publicado la Sala Constitucional. Cínica, con graves errores conceptuales y formales, evita pronunciarse sobre los tópicos que fundamentaron la decisión revocada que sobreseyendo la causa contra generales y almirantes protagonistas de los hechos posteriores a la masacre del palacio presidencial.. En aquella sentencia se concluyó que no hubo golpe de estado, aunque sí vacío de poder. Tampoco hubo rebelión militar. No se disparó un tiro ni hubo movilización de tropas con ánimo de alterar violentamente el estado de derecho. Todo lo contrario. En esa dirección se pronunció el Tribunal Supremo en Sala Plena, generando efectos de cosa juzgada. Ahora, tres años después y luego de un arrebato presidencial, esa vergüenza nacional que tenemos como Fiscal General, solicitó la reapertura del caso y en tiempo récord una Sala de cinco funcionarios del gobierno revestidos de magistrados, de la Sala Plena y se dispone a sentenciar en sentido condenatorio, radicalmente contrario a lo dispuesto en sentencia definitivamente firme del máximo Tribunal.

De esta manera termina la breve etapa del nuevo régimen constitucional venezolano, iniciado con la vigencia de la Constitución de 1.999. Desaparece el Derecho como instrumento regulador de la vida en sociedad, de las relaciones entre las personas naturales, las jurídicas y de todas ellas con el estado-gobierno, figuras cada vez más confundidas entre nosotros. La seguridad de las personas y los bienes, los derechos de propiedad y los valores fundamentales de la nacionalidad quedan a merced del más fuerte, de quien mejor accione el poder político, económico y militar, de la corrupción y del chantaje, de la violencia física e institucional. No hay instancias ante las cuales recurrir. Quienes pretendan, desde una perspectiva disidente, trabajar, producir o tener un mínimo de tranquilidad personal o laboral tendrán, que dejar jirones de dignidad para llegar a entendimientos con los validos del régimen que tomaron por asalto las instituciones. Esta monstruosidad es la máxima proyección de un poder judicial interferido política y económicamente, al servicio de la revolución castro-chavista y contraria al ideal de una administración de justicia independiente y sana. Llegamos al final del camino democrático. Chávez asume como propio el esquema cubano para aplicarlo a la seguridad, la inteligencia, la educación, la salud, el deporte y la política exterior. Estimula la subversión, el terrorismo y el narcotráfico. Apoya, desde un país que tiene uranio como Venezuela, el programa de energía atómica nuclear de Irán, la palabra democracia la sustituye por socialismo, declara el inicio de la “guerra revolucionaria del siglo XXI”, y reta irresponsablemente a Estados Unidos a una confrontación en paz o en guerra. El régimen que Venezuela necesita exige cerebro, corazón y mucho coraje. ¡YA!

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