Opinión Nacional

Fraude continuado

En el ámbito del Derecho Penal suele hablarse del “delito continuado”,  delito que no se comete de una sola vez, en un acto único, independientemente de sus consecuencias, sino que es un acto delictivo que se repite durante un tiempo indeterminado.

Esta figura podría aplicarse al fraude electoral. En los últimos once años hemos presenciado en Venezuela elecciones en las cuales se han cometido hechos que conjuntamente configuran un amplio fraude. No se trata de alterar las cifras que arroja el proceso comicial, como en 1952, cuando el dictador Marcos Pérez Jiménez ordenó al Consejo Supremo Electoral cambiar los resultados de la elección de Constituyente, que había ganado la oposición, para darle al gobierno un triunfo que no había obtenido en las urnas. El “fraude continuado” de que hablo es otra cosa.

El fraude a que me refiero se comete dentro y fuera del Consejo Nacional Electoral. Parte muy importante de él es la utilización abusiva y notoria, hasta la obscenidad, de los dineros y demás recursos públicos por el gobierno, con el presidente a la cabeza, durante las campañas electorales. Fraude es también el que comete la Asamblea Nacional al designar amañadamente el CNE, con mayoría declaradamente chavista, y cuando dicta o modifica leyes de manera que favorecen al gobierno.

Particularmente graves son los actos fraudulentos del CNE, cuando, por ejemplo, manipula el registro abultando los votantes progubernamentales con gente que legalmente no pueden ser votantes. Igualmente fraudulenta es la modificación, hecha recientemente, de las circunscripciones electorales con miras a los comicios de setiembre, de una manera que descaradamente favorece a los candidatos del chavismo, sin parar mientes ni siquiera en lo absurdo de algunos de esos cambios.

Por supuesto que estos hechos fraudulentos no pueden ser detectados por los observadores internacionales, que actúan sólo el día de las votaciones. Para poder captarlos, además de la voluntad de hacerlo se requeriría que los observadores  estuviesen en el país muchos meses  antes, y que tuviesen acceso a las actas de las sesiones del CNE, donde se registran aquellos actos fraudulentos.

Lo dicho no significa que el chavismo tiene ya ganadas las elecciones, y que por eso no vale la pena votar. El antídoto contra el fraude son los votos, y la experiencia venezolana enseña que, aun con fraude, el gobierno sí puede perder elecciones. Además, aun  perdiendo unas elecciones vale la pena saber cuántos somos.

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