Opinión Nacional

Fray Bartolomé de Las Casas (1484-1566)

LA VOZ DEL PROTECTOR DE LOS INDIOS

Fray Bartolomé de Las Casas fue un gran y tenaz campeón de los derechos del hombre y de la fraternidad de todos los seres humanos. Su vida es símbolo de entrega total en pro de la liberación y dignidad de los indios. Curiosamente, el que había sido juzgado hasta ahora como un exaltado, por haber sido un apasionado en la defensa de los derechos del indio, y por ello condenado a la incomprensión, como si fuera un gran enemigo de España; hoy, con la fuerza de la verdad y de la justicia resulta un héroe excepcional.

En Las Casas hay dos momentos, uno es de denuncia de toda injusticia cometida contra los indios, y otro, es la proclamación de todos los derechos. Uno es de lucha por la justicia, otro de liberación de la justicia. El ha sido el gran acusador de los conquistadores. Su palabra y su pluma, la voz de los indios. El recoge los alaridos de los indios indefensos y el clamor de la opresión a la que se ven sometidos. Por eso su voz molestaba.

Fray Bartolomé de Las Casas nació en Sevilla el 24 de agosto de 1484. Era hijo de Pedro de Las Casas, procedente de la ciudad de Tarifa, y de la sevillana Isabel de Sosa. En Sevilla hizo sus primeros estudios de Latín y Humanidades, recibiendo Ordenes menores. En 1502, acompaña, como doctrinero, a don Nicolás de Ovando, que iba entonces nombrado gobernador de la Española. Desde el primer momento, se incorpora a la tarea colonizadora de los españoles en el Nuevo Mundo. Por aquellas fechas, Las Casas se ordena sacerdote. Muy pronto su situación de colono y encomendero iba a entrar en contradicción con su vocación religiosa. En 1513 pasa a la isla de Cuba, acompañando a su amigo Pánfilo de Narváez, como capitán castrense, en la expedición emprendida por Diego Velázquez; allí recibirá, en premio a sus servicios, cerca de Jaguá “un buen repartimiento de indios, empleados en la extracción de oro y de la plata”. Pero la visión del maltrato dado a los indios, junto con alguna matanza de los mismos, le llevará a su “conversión” de 1514, en que hallándose en Santi Espíritu, con ocasión de preparar unos sermones recae su atención sobre unos versículos del Eclesiástico donde se dice: “Quien roba el pan del sudor ajeno es como el que mata a su prójimo. Quien derrama su sangre y quien defrauda al jornalero, hermanos son”. A partir de aquel momento podemos decir que empieza la segunda etapa de la biografía de Las Casas: determinando cambiar su vida, se persuadió de “ser injusto y tiránico cuanto cerca de los indios en estas Indias se cometiera”.

Esta segunda etapa se va a caracterizar por una tenaz e ininterrumpida lucha por la justicia para con los indios. En 1515 embarca para España, llegando a tiempo de ver morir al rey Fernando el Católico; en 1516 se entrevista con el Cardenal Cisneros, al que presenta un Memorial de catorce remedios, completísimo plan de gobernación de las Indias, a base de un “sistema de comunicación”, según el cual se propone la propiedad comunitaria de todos los repartimientos, así como la común distribución de todos los beneficios obtenidos. En ese año vuelve a las Indias con una comisión de jerónimos nombrada por el Emperador para investigar la situación social de españoles y americanos en las nuevas tierras; en 1517 le tenemos nuevamente en España, donde se entrevistará con Carlos V.

La insistencia del que sería llamado “Protector de los Indios” logró que el Emperador aprobase su Plan de Tierra Firme de Cumaná (Venezuela), donde se afirmaba que “los indios generalmente debían ser libres”. En 1522 le tenemos de nuevo en la Española, donde determina ingresar en la Orden dominicana, profesando en ella al año siguiente. Por estos años escribió De único vocationis modo y debió comenzar la redacción de su Historia de las Indias, que no llegaría a concluir.

En 1540 le tenemos de nuevo en España, donde asiste en 1542 a la promulgación de las Leyes Nuevas, en las que se recoge gran parte de su doctrina acerca de los indios; es quizá el mayor de sus éxitos, que va unido a la aprobación de su experiencia de Vera Paz. De 1542 es la redacción de su libro más famoso, aunque sin duda no es el más importante; Brevísima relación de la destrucción de las Indias, que no se publicará hasta 1552. Antes de volver a las Indias, obtiene reconocimiento a su labor apostólica al ser consagrado obispo de Chiapas en el convento dominicano de San Pablo (Sevilla), el 30 de marzo de 1544. En ese mismo año, ya con setenta de edad, vuelve a embarcar hacia las Indias.

En 1546 escribe su discutido Confesionario, libro que se mandaría recoger dos años después, llegando a organizarse autos de fe en que ejemplares del mismo se arrojaban a la hoguera. Visto el tremendo fracaso de las Leyes Nuevas y de su política, al volverse al sistema de encomiendas, renuncia al obispado y embarca para España en 1547.

En 1552 Las Casas se halla ya desengañado, pero de ningún modo cansado ni vencido. En ese mismo año, publica en Sevilla sus famosos ocho “tratados”. De 1555 a 1559, se entrega de lleno a la redacción de la Apologética Historia, y posteriormente, a continuar su Historia de las Indias, que da por acabada en 1560, si bien la Historia quedó definitivamente sin terminar.

Los últimos años de su vida Las Casas los dedica a redactar un libro De Thesauris, acerca de la legitimidad de la posesión de bienes procedentes del rescate de Atahualpa y de tesoros de los sepulcros de los Incas. La hora de la muerte le llegó en el convento de Nuestra Señora de Atocha, de Madrid, el 17 de julio de 1566, de donde se trasladaron sus restos al convento de San Gregorio, de Valladolid. El servicio a la “Humanidad” de este ilustre andaluz fue inmenso, pero a costa de mantener cierta antigüedad en su pensamiento, que precisamente por eso hoy nos parece tan moderno. Las Casas, aparece hoy, curiosamente, como uno de los inspiradores de la actual corriente teológica de la liberación. Y como dijo el “Protector de los Indios” : “No y mil veces no, ¡paz en todas partes y para todos los hombres, paz sin diferencia de raza”.

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