Opinión Nacional

Frente a la operación demolición

Industrias, consumo cultural, vida urbana, turismo, relaciones económicas, seguridad personal, acceso a las divisas, servicios públicos, comercio, academias y educación superior, comunicaciones: el país está sumergido en este momento en un inusitado momento de decadencia estructural.

Es difícil colocarle el ojo a cualquier aspecto del quehacer nacional, por específico que sea, y no encontrar un hábitat en entredicho, acorralado por las circunstancias, forzado a entenderse con funcionarios obtusos y dogmáticos, que lucen complotados contra todo aquello que no pueden dominar a placer.

Basta desplazarse por parajes vecinos, no muy lejanos a éste, y contemplar con asombro cómo la vida civil de esas naciones se desempeña sin tormentos de fondo, con amplio margen de suficiencia y autonomía, asumiendo sus contradicciones en torno a un proyecto democrático que les está permitiendo crecer y avanzar. En las cuales son completamente naturales elementos cotidianos que acá ya juzgamos quiméricos. Uruguay, Brasil, Chile, Perú, Panamá. La ostensible mejoría de la realidad colombiana. Lugares en los cuales más bien ha sido necesario regular el ingreso de divisas que acá se espanta con tanto método y la vida cultural florece sin estúpidos tutelajes.

Salvo excepciones, todos los aspectos que comprenden la venezolanidad parecen consumirse en la vorágine energética de este controvertido personaje que ha hecho del desahogo emocional y la venganza una forma de vivir: Hugo Chávez.

Por ahí andan, orgullosos por tener una cadena de supermercados y una fábrica de aceite que no estén quebradas.

Ya sin caretas constitucionales con las cuales cubrir lo que de verdad quieren hacer, encomendados por cuenta propia a la disparatada tarea de corroer las bases de la nación con la excusa de demoler al Estado burgués. Lo que el chavismo va dejando a su paso como ejercicios sustitutivos del país que encontraron cuando llegaron al poder es sencillamente desolador. Piraterías del tamaño de Tves, del plan Guayana Socialista, de Venezolana de Televisión, de Corpoelec, de Venirauto, Pdval y Bolipuertos.

El tamaño del problema que tiene el ejercicio de la libertad es el tama ño del país entero. El espacio unitario de carácter federado que han creado los partidos de oposición debe ser macerado y recreado para abrirle un lugar a todos los sectores de la vida nacional.

No soy de los que piensan que la actual es una crisis definitiva ni irreversible. Algunas de las naciones citadas vivieron horas que fueron más dramáticas y ya se han recuperado. Esta hora oscura, encubierta con este lamentable tráfico de necesidades ajenas que ha resultado ser el actual ejercicio de gobierno, pasará.

Las sociedades no se acaban. Aun en estas duras circunstancias, siguen emergiendo realidades estimulantes, como las recientes películas galardonadas en el exterior o los nuevos directores del sistema de orquestas. Las naciones tienen resortes, similares a su calado y peso específico; los ciudadanos de este país nos ocuparemos de regresarlo al puesto que le corresponde en la realidad subregional. Regresará el lustre y la dignidad que hemos ido perdiendo luego de doce años de mediocridad, oportunidades perdidas, censura, adulancia, oportunismo y fraude constitucional.

El correcto ensamblaje del eje partidos-sociedad civil: en la comprensión correcta de esta ecuación estriba el futuro de la restauración nacional. La Mesa de la Unidad es un proyecto estratégico, incompleto pero lleno de posibilidades. Su tarea en el corto y mediano plazo es mutar: nutrirse del malestar, aspiraciones y angustias de esta sociedad perturbada que sigue esperando orientación y dirección política. Dijo Aníbal Romero que este es un llamado que no se decreta, sino que debe ganarse: pues bien, hacia allá será necesario remar.

Este experimento constituye una excelente primera piedra en la conformación del hábitat plural en el cual todos aspiramos a vivir. La consolidación de un frente que promueva la cultura de la unidad en medio de la diversidad y el respeto.

La MUD es una realidad que tiene que adecuarse a la complejidad de las circunstancias. Si cae de pie en estas elecciones, y su liderazgo logra comprender la complejidad de la tarea que tienen por delante, convocando con sabiduría a los liderazgos de arrastre para que encuentren su espacio en una medición democrática, fracasará de nuevo el grupo de tiburones que en este momento gira en silencio en torno a su estructura, esperando una equivocación para desahogar de nuevo estrecheces y mezquindades.

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