Opinión Nacional

Frost/Nixon: medios, poder y derrota

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Pocos hechos en la historia reciente de Estados Unidos han fracturado y abierto heridas tan difíciles de cerrar, como la renuncia de Richard Nixon. Ese capítulo, junto al asesinato de John F. Kennedy y la Guerra de Vietnam, constituyen quizá los tres momentos más negros y tristes en el devenir republicano y político de la tiera de George Washington. Y el cine se ha encargado de recrearlas y estudiarlas desde su peculiar visión y con las amplias posibilidades que ofrece como crónica visual, artística e histórica.

En esa onda temática se encuentra “Nixon/Frost” la película del director Ron Howard, film que narra los entretelones de las cuatro entrevistas que hiciera David Frost, animador inglés de programas de variedades, a Richard Nixon meses después de su deshonrosa renuncia a la Presidencia de Estados Unidos, a raíz del caso Watergate.

El tema del poder, la fascinación y el recelo que provoca en los seres que ejercen la primera magistratura en Estados Unidos, sus múltiples prerrogativas, los intereses, la manipulación, la majestad del cargo y las debilidades y tentaciones que enfrentan quienes en algún momento lo han ocupado, ha sido extensamente explorado por diversos directores. Ya Oliver Stone, persistente cronista cinematográfico de la cultura y el poder americano en esa época tumultuosa y cambiante, había mostrado su visión del amargado presidente, de la mano de Anthony Hopkins (“Nixon”, 1995) y sembrado más dudas sobre la muerte de Kennedy (“JFK”, 1991). No puede faltar, en este caso, todo un clásico de este tipo de cine, centrado esta vez en los dos periodistas del Washington Post que develaron el encubrimiento de Nixon, y sus ordenes, detrás de quienes irrumpieron en las habitaciones del complejo de oficinas Watergate, para grabar a miembros del partido demócrata, en plena campaña para su reelección, Bob Woodward y Carl Bernstein, periodistas del Washington Post. La película “Todos los Hombres del Presidente” (1976), de Alan Pakula, y con Dustin Hoffman y Robert Redford en roles estelares.

Howard, cuya generación vio tambalearse como nunca antes la institución presidencial con este caso, logra elaborar una propuesta narrativa interesante, que relata los riesgos del animador ingles, y su osadía inicial para contactar y entrevistar a Nixon, y cómo en las primeras entrevistas, el expresidente, zorro viejo de la política y hábil como nadie a la hora de sortear críticas, logra avasallar a Frost. A punto de ver fracasada su cruzada periodística, casi en el borde de la ruina por lo que tuvo que pagar, Frost y su equipo se apoyan en la revisión de las grabaciones del caso Watergate y sus trascripciones, para afrontar la última y decisiva entrevista con Nixon, a la larga, eje central y columna vertebral del desenlace: el desenmascaramiento de Nixon, y con ello, el triunfo de los medios, y la derrota del poder, cuando incurre en el abuso y la perversión.

La sola actuación de Frank Langella en el papel del atribulado Nixon, justifica la película. Logra magistralmente revelar la naturaleza de la personalidad del político republicano y californiano: pragmática, oscura, amargada, con momentos de elocuente simpatía, humor o sencillez, y al mismo tiempo insegura y ambiciosa, pero sobre todo conciente de su derrota, y de su falta de carisma.

Michael Sheen, (quien personificó muy bien al entonces Primer Ministro Tony Blair en el film “The Queen”, del 2006), logra una convincente representación de Frost, bajo una dirección que logra trasmitir la tensión de cada entrevista, los nervios del equipo de producción, y particularmente, del intento de los colaboradores de Nixon por mantener intacta una majestad presidencial ya perdida.

En medio de una aldea global y mediatizada, los logros de la política exterior de Nixon, su acercamiento con China y Rusia, en pleno apogeo de la Guerra Fría con el apoyo de su secretario de Estado, Henry Kissinger, no fueron suficientes para borrar de las páginas de la historia norteamericana y de las mentes de sus compatriotas, el episodio vergonzoso de su renuncia, el 8 de Agosto de 1974, y del abuso de poder, espionaje político, engaño y encubrimiento con el cual, a fin de cuentas, sería recordado, odiado y detestado el Presidente número 37 de los Estados Unidos de América: el caso Watergate.

Ojalá en algún momento pueda hacerse una película sobre la actual hora del poder político en Venezuela, con la independencia y mirada crítica del caso. Probablemente sea mucho pedir. Quizá tengan que pasar muchos años. Material, hay de sobra, ¿verdad, amigos lectores?

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