Opinión Nacional

¡Fuera Maduro y Capriles!

Mi muy apreciada amiga Mirella Zubani Giovanelli respondo su carta del 06-09-13 por este medio porque su exposición toca en forma resumida muchas de las observaciones y angustias que, en forma de preguntas o críticas a veces ácidas, me hacen unos cuantos lectores. Algunos han llegado a decir que no me volverán a leer mientras no me polarice.

Su planteamiento obliga a este debate. Usted dice de entrada: “entiendo perfectamente las incertidumbres que causan ciertas actitudes o políticas de la oposición. También entiendo que tanto la oposición como el gobierno en el fondo tengan los mismos intereses. No desconozco que la oposición ofrece quizás lo mismo que la cuarta república en una versión más o menos edulcorada, lo que nos debería inducir a arrinconarla en el baúl de los olvidos”.

Estamos contestes en poner de lado la política grupal, limitada, clasista que termina por expresarse a través de un autócrata-héroe-libertador o caudillo y que hace gala de sus respectivos pensamientos únicos.

Pero luego usted se pregunta: “Si estando claros que la oposición no ofrece mayores cambios al actual sistema, y en el mejor de los casos, es muy semejante a la cuarta república, ¿no cree que sería importante considerar que ella al menos permitió los cambios?”

No, amiga mía. La oposición no permitió ni impulsó cambio alguno. El tal paso de la llamada cuarta a la quinta república se dio sobre el derrumbe de una política que hizo del fracaso su mayor razón de ser. Y sobre las miserias de una realidad se anunció la construcción de otra que venía en plan de forajida venganza.

El llamado proyecto revolucionario trae la intención de profundizar la destrucción que ya había comenzado y que tenía como puntos culminantes las protestas del 27F-89, el levantamiento militar-cívico del 4F-92, la defenestración de Carlos Andrés Pérez y el gobierno de Caldera II, preparación final del terreno para darle paso al nuevo y radical salvador.

De modo que no se trata -como dice- de que los “cambios permitidos fueron para peor”. La mayor parte del colectivo defraudado de AD y Copei entra a formar parte de la “nueva política” que, una vez más, promete reivindicar la pobreza y darle una vida digna, pero con la diferencia de contar con una riqueza petrolera sin precedentes.

Dice usted que en esa oportunidad hizo falta un planteamiento como el que ahora hacemos (y que iniciamos en la década de los 70) sobre la necesidad de tomar el pueblo-colectivo-soberano como agente histórico fundamental y apartado, como dice usted, de Mesías que andan “cambiando y anulando siempre lo anterior, y supuestamente empezando siempre de nuevo, cambiando para no cambiar nada. Porque en el fondo de lo que se trataba era de engañar siempre”.

Pero: ¿en qué momento de estos 203 años de la llamada vida republicana se puso de lado el engaño como arma y clave de la política? Han engañado patriotas y realistas, los falsos demócratas y los dictadores, socialistas y los “nuevo demócratas”.

Por eso seguramente es que usted dice entender y compartir “esa ilusión de una Constituyente del Pueblo”. Y su conclusión tiene plena validez: “Sólo con una base firme y grande de pueblo, podremos cambiar este panorama.” De acuerdo. El cambio hoy no puede ser individual sino del todo social.

Y no es cuestión de imponer una dictadura burguesa o proletaria, sino de propiciar un avance colectivo hacia una forma de vida superior, basada en un ordenamiento jurídico-institucional que no apunte hacia el resguardo y mantenimiento de los privilegios sino hacia una sociedad de verdadera convivencia.

Sin embargo, usted concluye así: “No veo mal que usted siga con sus ideas, probablemente sean las correctas. Pero lo que le pido es esto: No lo haga sobre las cenizas de la oposición. Se lo pido porque sus argumentos lo que hacen es desorientar aún más al común del pueblo”.

Ahora quiere usted salvar la misma oposición que ya arrinconó en el olvido y que nombra como cenizas. Y no me pide el silencio, pero sí que no toquemos los líderes o el líder de las oposiciones “con mis ideas que sólo sirven para desorientar”.

Es decir, usted termina asumiendo la posición de todos los polarizados. Salvando su o sus líderes. Y la entiendo. Proposiciones como la Constituyente pueblo-calle no son cómodas ni fáciles de asumir. Implican asumir responsabilidades.

No descargar mis deberes en la dirección porque ahora todos nos colocamos en la posición de la organización y liderazgo horizontal y me toca reunir un grupo y estar al frente de un Movimiento de Movimientos dispuesto a interaccionar con miles para trabajar por otra realidad, que nos aparte del perverso engaño de seguir atrapados entre las fuerzas del pasado y el olvido y podamos gritarle un fuera a los Maduro y Capriles.

El señor Maduro es la continuación de la tragedia que tuvo como actor al topopoderoso golpista presidente. Y Capriles es la improvisación convertida en política. Por allí anda diciendo que busca una mayoría superior al 65% para poder ser presidente porque si no es así le roban los votos “porque aquí no hay juego democrático”. Y dice además que Venezuela y Cuba son 2 realidades distintas, es decir que Venecuba no es verdad y que sí podrá llegar por votos a Miraflores.

Y es así como las oposiciones le otorgan a Maduro y a su política de pasado-destrucción cada vez más espacios que sirven de base para todo tipo de acuerdo-negociación. Buscar 65% o más es conceder y reconocer el triunfo de la parte dominante. ¿De manera gratuita o el régimen tiene sus oposiciones?

Por ello, mi querida amiga, la proposición de Constituyente Calle apunta hacia un nuevo ciclo histórico que nos aparte de este oficialismo y sus oposiciones y de esta terrible condición de expaís tomado por el más ominoso y confuso pasado.

Y siento que en su caso, como en muchos otros, en medio de incertidumbre y confusión se prefiere esperar la especie de milagro que haga posible que el llamado polo opositor algún día consiga el 65% para sacar al monstruo socialista del, pasado-olvido venecubano. Para nosotros hoy y aquí se trata de ir a toparnos con el porvenir! ¡Qué historia amigos!

 

 

 

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