Opinión Nacional

Futuro con pasado

Por años han perorado sobre la «ciudad socialista» que sus mismos sedicentes pensadores nunca han sabido definir para terminar construyendo guetos como Ciudad Caribia y los tan exhibidos como vergonzosos bloques de la Gran Misión Vivienda

 

Ahora ha sido el turno de Ernesto Villegas, «el enterrador», como lo llama una muy querida amiga por su aire de sepulturero salido del expresionismo alemán: aspirante a la Alcaldía Metropolitana de Caracas, designado a dedo como todos los candidatos del chavomadurismo, también promete «construir la Caracas del futuro».

 

Como si no tuvieran ya tres interminables lustros arrasando con esta ciudad y el país entero pese a los recursos ilimitados y la incondicionalidad unánime de los órganos del Estado; como si ellos mismos no fueran el pasado vienen, con mucha caradura y predecibles mañas de charlatán de feria, a ofrecer el futuro que no han sido capaces no ya de construir: ni siquiera de imaginar.

Por años han perorado sobre la «ciudad socialista» que sus mismos sedicentes pensadores nunca han sabido definir para terminar construyendo guetos como Ciudad Caribia y los tan exhibidos como vergonzosos bloques de la Gran Misión Vivienda, mientras van convirtiendo en chatarra el Metro que fuera envidia de nuestros vecinos y en antesalas de la muerte hospitales que fueran referencia internacional.

¿Creerán acaso que el futuro sea sacarse de la manga a uno de los más prestigiados arquitectos del star system internacional, quien de acuerdo a la escasa información que ofrecen llevaría varios meses trabajando secretamente en unos estadios fuera de escala? Ninguna sorpresa: antes habían amenazado (¿ya se olvidó?) con un circuito de automovilismo de Fórmula 1 en La Carlota, otro parque que sigue en el papel.

Y mientras tanto los barrios la Caracas construida por los propios caraqueños con sus propias manos- siguen en el más absoluto abandono, amenazados por riesgos crecientes.

Se equivocan si creen que el futuro se construye con cemento: eso ya ocurrió en tiempos de Pérez Jiménezse logra con dinero, pero no basta. La ciudad del futuro está en sus habitantes y en su capacidad para comportarse como ciudadanos libres, no como súbditos o clientes sumisos de una de tantas «misiones» gobierneras.

Y esos ciudadanos, antes que enormes estadios para una temporada que dura tres meses escasos, lo que demandan son escuelas, bibliotecas, transporte digno, ambulatorios impecables, parques y canchas en el barrio, donde los niños puedan llegar caminando sin peligro. Y por sobre todo el rescate de los barrios populares, su plena integración a una ciudad que también debe ser mejor, más segura, más productiva y radicalmente respetuosa de la individualidad de sus habitantes.

Y eso depende de que el gobierno de la ciudad esté en manos de quienes defienden el pluralismo y practican la tolerancia, no de quienes llevan quince años saqueándola, violentando su institucionalidad y execrando al disidente: un futuro digno no puede construirse a partir de semejante pasado. No importa si se invitan profesionales de gran prestigio internacional: eso, más bien, demuestra su rotundo fracaso.

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