Opinión Nacional

Gestas con esteroides

Una vez más, Mientras-tanto agarró el carísimo Aerobus —el que las malas lenguas llaman “El Caracol”, por aquello de que el animal va dentro— y se fue al exterior, lejos de los problemas que acogotan al país y de los cuales él debiera encargarse.

La excusa esta vez era que iba a encontrarse con la gerontocracia cubana —sus jefes— para conmemorar con ellos los 60 años del “Asalto al Cuartel Moncada”. Para los más jóvenes, y para los de corta memoria, hay que explicar que ese fue el intento, comandado por Fidel Castro, de tomar una fortaleza del ejército cubano que se encontraba en Santiago de Cuba. Intento que resultó infructuoso y que devino en la muerte de un centenar de combatientes en ambos bandos y en la prisión de los incursores que quedaron con vida. O sea, algo parecido al infame cuartelazo del 4-F nuestro.

Las semejanzas entre el 26/07/53 y el 04/02/92 son muchas. De cantar alabanzas a esas semejanzas ya se encargarán los rojos de allá y de acá. Yo, mejor, me remito a las diferencias, que también las hubo. La primera es que en Cuba se estaba intentando salir de un dictador, Batista, rodeado de chafarotes incultos y ladronazos; en Venezuela, por el contrario, trataban de deponer a un presidente electo legalmente y a un gobierno constitucional del cual formaban parte muchas mentes esclarecidas. Segundo, tampoco debiera olvidarse que, en Santiago, Fidel estaba en la primera línea del ataque —arriesgando y dando el ejemplo— y recibió fuego hostil hasta que le tocó retirarse a la manigua, donde resistió hasta que el hambre y la sed lo obligaron a entregarse; por estos lados, el alzado principal no corrió el más mínimo riesgo pues prefirió escudarse tras los gruesos muros del Museo Militar en La Planicie y dejar a los demás el azar del combate. Y no habían terminado de conminarlo a la rendición cuando ya se había entregado y estaba sentado a manteles con el Mindefensa de la época.

Pero tanto en Cuba como en esta sufrida tierra, los jerarcas —de largos 54 años allá y 15 aquí— cantan loas a lo que fueron meras derrotas y las han convertido en cuasi fiestas nacionales. Es que tienen que justificar de algún modo sus fechorías iniciales. Todo ello, a punta de campañas atosigantes por los medios y descarados manejos ilegales de los recursos nacionales para su provecho político —y, de paso, para el provento propio. Pero, por sobre todo, de abundante prosa inflada —que, como tal, resulta ripiosa y chocante— para convertir sus fracasos en gestas ciclópeas; pero que solo son el producto de inyecciones con esteroides anabolizantes. Hasta en eso los robolucionarios quieren parecerse a los cubiches.

Pero Inmaduro —sabedor de sus muchas falencias— necesita viajar rodeado de alabarderos y sicofantes. Cree que mientras más gente con alamares y entorchados está cerca de él, menos se notará su desdoro, ¡pero, qué va!; basta con pasarle la uña por encimita para que se le pele el “goldfilled” y deje ver el cobre de abajo. Es que, como no sabe de historia, no puede saber que Bolívar, cuando fue a hablar con Morillo en Santa Ana, iba sobre una mula y acompañado solo de pocos edecanes. Y eso que iba a concertar la paz con un enconado enemigo. Tanta fue la vergüenza que le dio al Conde de Cartagena —protegido por batallón de húsares— al ver la sencillez de quien se aproximaba, que ordenó retirar a ese contingente. Tan sencillo era el Libertador que para la ocasión vestía una “sencilla levita azul”, para usar las palabras de O’Leary; no una escandalosa chaqueta tricolor.

No es de extrañarse que a Nicky lo acompañasen los actuales altos mandos militares. Estos iban de comparsa a un acto político, uno más en sus vidas, no un acto castrense. Porque ya ellos están curtidos en esas lides partidistas. Algunos de ellos hasta carné del PUS tienen —lo que ha sido denunciado judicialmente; pero con jueces que gritan “¡Uh, ah!”, nada ha de pasar. Por cierto, el profesor Girafales presentó a la MinPoPoDef como “almiranta en jefa”, cosa que no es correcta según el mataburros de la DRAE. “Almiranta” tiene dos acepciones: 1. la nave en la cual va el comandante de una flota o escuadra naval; y 2. la mujer de un almirante. A lo menor, por esto es que la llaman así: ella estuvo casada con Maniglia (otro innombrable). Por cierto, ¡qué poquito duró la esperanza de que ella retrotrajera a las FAN hacia la institucionalidad!…

De lo del asalto al Moncada, hoy solo sería valedera una cosa —y eso, solo para ponerla en labios de Simonovis—: el final de la autodefensa de Fidel en el tribunal. “En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá”.

 

 

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