Opinión Nacional

Guanipa, Briquet y Catalán

Parece mentira, habiendo Hugo Chávez -aun con todos los problemas surgidos, sin solución aparente- definido sus abanderados para las votaciones del 23 de noviembre, los partidos de oposición, todavía no terminan de despejar sus diferencias y siguen deshojando la margarita en muchos sitios. Con el agravante de que, al menos en algunas regiones, éstas se agudizan en una cerrada, feroz y nada sana competencia, esperando los resultados favorecedores de las benditas encuestas. Esto, por supuesto, le da un innecesario oxígeno al Gobierno. O sea, se le está otorgando un período de gracia a los efectos de la resolución de las múltiples contradicciones anidadas al calor del arrogante “dedazo”.

Sería infantil, regodearse en las debilidades chavistas en estados de poca monta electoral, cuando en las principales circunscripciones ya sus candidatos andan por la libre, en adelantada campaña, utilizando -por supuesto- los grandes recursos provenientes de las arcas públicas, ante los ojos ciegos de los organismos contralores (Russián está muy ocupado, oficiando de verdugo a nombre de la revolución). También los enfrenamientos en Petare, Chacao y el Hatillo -aun cuando en estos dos últimos, el chavismo será vapuleado sin misericordia-, empastelan las posibilidades de un amplio y plural acuerdo nacional, en el cual todas las organizaciones políticas se sientan representadas. Qué se puede esperar, entonces, de quienes no pueden resolver sus divergencias prontamente, en beneficio de las comunidades.

El triunfalismo suicida, reinante en ciertos sectores contrarios a las ambiciones desmedidas de poder del cuadillo de Sabaneta, contrasta con la seriedad, madurez, desprendimiento y comprensión de la situación, demostrada por Juan Pablo Guanipa, en Maracaibo, Armando Briquet, en Baruta y Héctor Catalán, en el Hatillo: una vez analizados los sondeos de opinión, no les han buscado cinco patas al gato, y se han apartado de la contienda en aras de la tan cacareada y vapuleada unidad. ¡Aleluya! Al menos, estos tres jóvenes dirigentes, están marcando el camino para varios autodenominados candidatos, sin ningún tipo de arraigo y apoyo popular, cuyos únicos méritos son la terquedad y ambición desmedidas, dignas de mejores causas. ¿Cuántos competidores, conociendo sus escasas posibilidades de éxito, deberían seguir este ejemplo? ¿Es qué acaso es muy difícil comprender lo que está en juego en estas elecciones regionales y locales?

Veamos cuál ha sido la respuesta de Delsa Solórzano (en el Hatillo), al tener conocimiento del retiro de Héctor Catalán de la disputa comicial. Pues muy sencillo, arremeter de inmediato, utilizando una muy particular dialéctica para rechazar la veracidad de las encuestas desfavorables. Paradójicamente, saca debajo de la manga otra encuesta que, presuntamente le da una amplia ventaja sobre la concejal Miriam Dos Nacimiento. Lo procedente era felicitar, sin complejos, la decisión de Catalán, porque, de alguna manera, allana el camino hacia el fin último: lograr una plataforma unitaria modelo para el resto del país.

Similar enfrentamiento, lamentablemente, ocurre en Petare entre Carlos Ocaris y William Ojeda, donde cada uno se supone ganador. En Chacao ocurre lo propio. Veremos cómo se comportan en el momento de las chiquiticas. Aquí nadie tiene a Dios agarrado por la chiva, para creerse depositario de la verdad y la razón. Los intereses de los ciudadanos están muy por encima de los de las individualidades, grupos o partidos, así se actúe en contrario.

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