Opinión Nacional

¿Guerra civil? No pero sí…

Lo que más me ha preocupado de las declaraciones del ex magistrado Aponte Aponte, no son esas confesiones en donde queda expuesta en toda su magnitud la corrupción del poder judicial, algo que más o menos gran parte del país ya sabía o intuía, no, no fue eso… la parte que realmente me preocupó, es aquella que deja al descubierto la posible penetración en las fuerzas armadas del narcotráfico y sus industrias conexas, en otras palabras, del crimen organizado.

Lo del poder judicial deberá abordarse en el futuro con una extensa y profunda desinfección y reorganización, pero es y siempre será, salvo episodios aislados, una operación “pacífica”, traumática para muchos, para todo un sector de la sociedad, incluso espectacular en algunos casos, pero pacífica y sin mayores implicaciones para la paz ciudadana, si no se cometen torpezas a la hora de intervenir los cuerpos policiales, por ejemplo.

Pero lo de la penetración del narcotráfico y sus mafias en nuestras fuerzas armadas es algo que considero muchísimo más preocupante, porque de la extensión de esa filtración realmente no se tiene un conocimiento cabal, y el posible daño estructural que esa filtración ha podido provocar también lo desconocemos, por lo tanto, si ese daño pudiese crear una eventual fractura en la FAN, en un futuro signado por la salida de escena de Chávez, eso es algo sobre el cual sólo nos resta especular, aunque algunos pretendan hablar sobre base cierta.

Porque la salida de escena de Chávez, ocurra cuando ocurra, antes o después de las elecciones, con él o con el “ungido” como candidato, candidato aspirante o ya reelecto, no hay duda que precipitará al país hacia una transición, incluso en la remota hipótesis de un triunfo opositor.

Se ha repetido hasta la saciedad y hasta poniendo “voz enfática”, que la mayoría de nuestras fuerzas armadas son institucionales y se comportarían como tales en el caso de una transición, pero como eso no se puede probar aún, no sin comprometer a esas mismas fuerzas que han permitido que se les denomine “Chavistas” sin nunca mostrar ni el menor atisbo de objeción, esa declaración de virtud por ahora habrá de quedar, más como una profesión de fe que otra cosa.

También se ha insistido, aunque en este caso en voz más baja o casi cuchicheando, que los militares implicados en el narconegocio son una “minoría en la minoría deshonesta”, un grupito que a la hora de las chiquitas, intentará escapar refugiándose en algún paraíso libre de extradición (o en Cuba) y que los otros militares de conducta objetable, simplemente y llanamente lo que han sido es tronco e ladrones, ladrones hasta la nausea sí, pero sólo eso, y que esos ya están dispuestos a negociar con el que venga, y no hay duda de que incluso una extensa franja de la oposición, estaría simétricamente dispuesta a tender los consabidos puentes de plata (y de otros materiales y denominaciones) necesarios para llevar a feliz término las invalorables transacciones que nos conduzcan a la “reconciliación del país”, en lo que yo he dado en llamar el “pacto de guisofijo”.

De hecho, es perfectamente posible que los militares, aun los más afectos al régimen, y los más involucrados en acciones indebidas, en vista de la blandura moral que podría instaurarse como el colchón sobre el cual se alumbrará la nueva “pax republicana” (hasta que el destino nos alcance) escojan sin la menor vacilación, la vía menos conflictiva posible de la negociación de sus impunidades, sabiendo ellos como nadie, lo que implicaría escoger una ruta distinta, y sabiendo también como nadie, de las inagotables ganas de continuación del festín rentista, presentes en buena parte de nuestro estamento político, el cual, digan lo que digan, sólo ha lamentado el no poder sumarse en todos estos años.

Sin embargo queda la duda, sobre cuán extensa podría ser la grieta provocada por el crimen organizado en el monolito militar, y también la duda sobre la magnitud de otras posibles amenazas, como las representadas por milicias populares de diversa índole y otros “colectivos” afectos al proceso chavista, como FARC-ELN-FBL, grupos importados de “países hermanos” y fuerzas paramilitares constituidas por pandillas de todos los tamaños y colores, agrupaciones todas que en esta Venezuela socialista del siglo XXI, felizmente encontraron una verdadera “reserva natural”, en donde obtuvieron algo tan difícil de reemplazar, como lo es el hospedaje y la protección por parte -nada más y nada menos- que de un estado petrolero, o sea de un estado de legalidad anémica y chequera vigorosa, dotado además de licencia internacional para el abuso.

Por lo tanto nadie sabe a ciencia cierta, si el conjunto antes descrito podría agregarse eventualmente a la “fracción narco” y entrar en conflicto con lo que reste de institucionalidad en la FAN.

¿Podría una transición ejecutada a punta de impunidad, detener esta bomba? Es posible… pero la relojería del detonador podría quedar más o menos intacta, y representar una amenaza siempre lista para activarse al menor descontento, el cual, dadas las características intrínsecamente populistas de casi toda nuestra clase política, podría coincidir con algún momento de inflexión en el reparto, aunque prometan crear 100 misiones más con rango de ley…

El que siga creyendo a pie juntillas que este país en el fondo no es violento, le recuerdo que este mismo país, se sacudió en reventón social, 25 días después de celebrar la “coronación” de un presidente que a su vez eligieron con abrumadora mayoría en una muy festiva elección, reconocida en todo el mundo por su “alto grado de civismo”, y que esa explosión fue tal, que barrió cualquier vestigio de que en este país hubiese ¡hasta “conciencia de clase”!… algo que recuerdo se discutió en cierta izquierda que se apresuró a celebrar el estallido, sin ponderar la revelación de la magnitud lumpen, aterradoramente lumpen, de nuestras “clases populares” saqueándose sobre todo a sí mismas…

Y esto, 23 años después, con 14 años de destrucción moral e institucional y siembra de basura en la cabeza, y 10 millones de armas de fuego después, y con más de 100 mil homicidas libres en las calles que no han sido procesados por la justicia… pues perdónenme si me cuesta un poco imaginar que hayan “mejorado” las condiciones que podrían impedir una situación de violencia incontrolable.

Violencia que de llegar a desatarse, en conflagración civil sin importar a cual escala de intensidad se manifieste, sin importar si la modalidad será colombiana, mexicana, salvadoreña o… venezolana, esa violencia desencadenada podría entonces obligarnos a tener que transarnos con el que sea, tenga la tendencia que tenga, siempre y cuando nos garantice en todo momento precisamente el punto crucial de la unidad de las fuerzas armadas, y su voluntad para imponer y garantizar el orden, porque una fractura militar, eso sí podría ser grave, en extremo grave, y esa si podría ser la madre de la desestabilización a plazo incierto, hermana gemela del caos, una situación que podría volverse irremediable en décadas.

Ojala el debate político pudiese trascender, promovido por lo que queda de nuestra dirigencia nacional, a un nivel algo superior al de la mera oferta electoral, y desarrollarse sin condicionantes de mercadeo político que pudiesen afectar candidaturas y otras ambiciones intocables, en un compartimiento donde sea posible activar una discusión seria, adulta, abierta y con voz no susurrada, sobre la verdadera magnitud de los problemas que vamos a tener que enfrentar en un futuro no tan lejano, empezando con la crisis que en cuestión de horas podría precipitarse, con la mismísima muerte del comandante…

 

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