Opinión Nacional

¡Hacia una década diferente…!

Esperemos que de este caos ético y estético, que ha hecho metástasis en el cuerpo de la sociedad venezolana, se logre al menos rescatar su alma. Ya que su cuerpo, tan abismalmente lacerado, difícilmente podría sobrevivir sin duramente exponernos a sus torturantes cicatrices.

La sociedad venezolana actual ha muerto. Y ya sólo queda la esperanza de poder trabajar con ilusión para que al menos desde su “alma”, rescatada de ese mundo visceral insalvable, pueda nacer otra Venezuela jamás pensada.

Nada de lo actual o lo anterior tiene cabida en este pensamiento, que aunque parezca utópico, simplemente nace de la probada obstinación cotidiana de los hechos elementalmente irreversibles (ser o no ser).

No pensar en ¿cómo fue? O no saber de antemano el ¿cómo será? implica una fuerte dosis de irracionalidad. Sin embargo, pensándolo bien, ¿quién ha dicho que lo impensable o impredecible es algo inesperado?

Un mundo no pensado, como bien apuntó Karl Popper en su Mundo 3, desbarata toda la entelequia establecida y atenta contra una tierra ya labrada que, aunque aparente satisfacer nuestras necesidades, está allí, concreta, y nos ofrece falsamente una “manifiesta” seguridad.

Los hombres y las mujeres de buena voluntad no desaparecen cuando se eclipsa el mapa estratégico que confrontan. Más bien, podríamos asegurar, que la ausencia de un mapa preestablecido posibilita la potenciación de una creatividad más positiva, más acorde o adaptada a las verdaderas necesidades.

Si el amor social (que es tan sencillo como el quererse a sí mismo para poder querer a los demás), alguna vez, puede tener un chance de triunfar, no será a causa de gastados atavismos recalcitrantes sino más bien a causa de un perseverante incurrir en “impensadas” posibilidades de organización.

Cavilemos entonces, en este venidero año, previamente plagado de desgracias, en que nuestro discurrir depende más que nada de la actitud que tengamos ante lo cambiante, ante lo impredecible. Y que nunca dudemos ante las posibilidades de albergar nuevos sentimientos, nuevas ideas, e incluso, que nunca dudemos ante nuevas e inesperadas formas de interactuar.

Estar abiertos a la fantástica posibilidad de sabernos capaces de aceptar la ausencia de predictibilidad, es la fortaleza que podría lograr formar un futuro diferente, siempre nuevo, siempre cuestionado, siempre revitalizador (que es la esencia del pensamiento democrático).

En este contexto, la actual propuesta de Chávez es simplemente otra entelequia nacida de un galimatías típico de una sociedad en estado de inminente descomposición.

¡Consideremos seriamente lo impredecible…!

De lo contrario, seguiremos inmersos y condenados a esta aborrecible realidad plagada de conceptos atávicos que adormecen nuestras más legítimas ansias de avanzar hacia un deseado bienestar.

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