Opinión Nacional

Hoja de ruta electoral

El 2.010 van a celebrarse (salvo que el CNE, por órdenes perentorias del Presidente Chávez, decida otra cosa) elecciones municipales, regionales y nacionales, esto es, de Juntas Parroquiales, Concejos Municipales, Consejos Legislativos Estadales y Asamblea Nacional.

La Mesa de la Unidad Democrática ha asumido la pesada responsabilidad de preparar, organizar y conducir a feliz culminación estas elecciones. Conviene determinar si en la Mesa tienen representación idónea los factores reales de poder y de opinión no organizados en partidos. Y es que, la gigantesca movilización requerida para ganarlas, solo será viable si se alcanza un consenso sólido y militante entre todos los factores de oposición.

Selección de Candidatos.- La Mesa ya tomó decisiones. Las encuestas fueron descartadas por completo. Se realizaran primarias solo cuando no se logre acuerdo sobre candidatos en determinados circunscripciones o circuitos electorales. Se descartó la tarjeta única.

Como quiera que las primarias han venido siendo patrocinadas, con firme convicción, por un dirigente de bien ganado prestigio como lo es Leopoldo López, junto con los muy aplaudidos dirigentes estudiantiles, y como al mismo tiempo, sorprende que a pesar de lo azaroso y difícil del ejercicio político en la actualidad, se multiplica en forma acelerada el número de aspirantes a candidaturas, lo mas probable es que las primarias, en lugar de ser una excepción, se conviertan en el mecanismo predominante. Siendo así, es procedente señalar los riesgos que se corren con las primarias en el contexto político actual, Veamos:
1. El número de candidatos que se van a elegir es elevado, y, lógicamente, el de aspirantes será aún mayor. Como dato revelador puede señalarse que solamente los Concejales y miembros de juntas parroquiales totalizan cinco mil quinientos (5.500).

2. Como en toda elección “masiva”, los requerimientos organizativos, financieros, logísticos, de información, propaganda, son de gran entidad, que seguramente los patrocinantes del mecanismo no han ponderado lo suficiente. Habrá que instalar mesas electorales en todo el territorio nacional, hasta en los núcleos de población mas apartados, con la dotación correspondiente: tarjetas de votación, urnas electorales, tinta indeleble, testigos de los candidatos, etc, etc. Viéndolo bien, en vez de una, se realizarán dos elecciones, con la diferencia de que la elección propiamente dicha estará a cargo del aparato electoral oficial, desde el CNE hasta las juntas electorales de municipios, de caseríos, con miembros remunerados, con logística completa, financiada por el Estado. Seguramente, por lo complejo y costoso del mecanismo de las primarias, quienes las patrocinan, han pensado solicitar la colaboración del CNE, de ese mismo CNE que seguramente será necesario impugnar cuando empiece a actuar como apéndice del gobierno y no con la independencia a que está obligado.

3. La dinámica de toda elección genera casi siempre un ambiente de confrontación. Se corre el riesgo de que los aspirantes, abierta o solapadamente, se desacrediten unos a otros, sin descontar que los no favorecidos atribuyan su derrota a manipulaciones fraudulentas de los vencedores. Es otras palabras, lejos de favorecer la unidad, las primarias podrían debilitarla.

4. Las primarias son un mecanismo que opera con relativa facilidad en personas con militancia política, acostumbradas a competir en el forcejeo por alcanzar posiciones. En cambio, pueden actuar como factor inhibitorio para aquellos compatriotas sin formación política, que por sentido de responsabilidad ciudadana, se incorporaron a la lucha contra la arremetida autocrática de Chávez y se han mantenido firmes en esa posición de combate. Convencerlos de que compitan en unas primarias, enfrentados a militantes curtidos lo más probable es que no se decidan, privando a los líderes parlamentarios de la asesoría y el apoyo de muchos profesionales competentes.

5. Una experiencia positiva, en cuanto a primarias, fue la elección del Gobernador del Táchira, el muy capaz y valiente Cesar Pérez Vivas. En buena medida, se debió a que prácticamente hubo un solo contenedor, el prestigioso periodista Gustavo Azocar, quien tuvo la gallardía de reconocer su derrota.

6. La experiencia frustrada de las primarias que organizaba SUMATE, para escoger candidato en las elecciones presidenciales del 2006, debe ser objeto de reflexión. Ni la excepcional solvencia organizativa de Súmate pudo evitar su fracaso. Prevaleció el consenso. Como se recordará dos de los pre-candidatos, Petkoff y Julio Borges, se pusieron de acuerdo para favorecer al tercero en discordia, Manuel Rosales, quien sin duda lo hizo muy bien como candidato presidencial de la oposición.

7. Se corre el riesgo: Que agentes de Chávez, disfrazados de opositores, se presenten como aspirantes, invocando su derecho democrático a participar, Chávez puede darle luz verde a este tipo de maniobra, sin escrúpulos. Esa es una de sus especialidades.

Con los comentarios y observaciones anteriores, no nos proponemos satanizar las primarias. Desde el punto de vista principista, las primarias son inobjetables, pero conviene esperar tiempos más propicios.

Las instancias dirigentes de la oposición, en especial la Mesa de la Unidad Democrática, no deben olvidar ni descuidar el terreno político que están pisando. Hace falta que desde ahora visualicen y diseñen una plataforma de acción y de propaganda que neutralice cualquier intención fraudulenta o de desconocimiento del resultado electoral.

Simultáneamente a la atención que se dedica a promover la tesis de los candidatos únicos de la oposición; y a cómo presentarlos a consideración del electorado (planchas únicas o planchas separadas), debe prestarse también atención a las condiciones de esos candidatos para atraerse el voto de los electores.

En tiempos anteriores, aunque la personalidad del candidato influía indudablemente en el ánimo de los electores, más influencia tenía el arrastre del partido postulante. El nombre del partido y el color de su tarjeta ejercían un atractivo mágico sobre los votantes. Esa edad de oro de los partidos es cosa del pasado.

De todos modos, los partidos siguen siendo actores muy importantes en la preparación y desarrollo de las elecciones. Y es que, según la Ley Electoral, solo los partidos (y los grupos de electores debidamente registrados) pueden postular candidatos ante el Consejo Nacional Electoral (CNE). Este privilegio legal les dá protagonismo, de lo cual es expresión concreta la Mesa de la Unidad Democrática.

Hasta ahora, la Mesa se ha concentrado en crear conciencia colectiva sobre el carácter imperativo de la unidad de la oposición, como punto de arranque de una operación rescate de la democracia en Venezuela. De palabra, todos los factores políticos de oposición se han definido a favor de la unidad: Confiemos en que esa voluntad unitaria se materialice en candidatos únicos y en planchas únicas.

Los partidos tradicionales y los nuevos partidos, están representados en la Mesa por dirigentes competentes, con credenciales como luchadores por la democracia: Ellos han tenido oportunidad de palpar la nueva realidad política de Venezuela. Elemento muy importante de esa nueva realidad política nacional, es que los partidos, hasta ahora, no han podido recuperar plenamente el prestigio, la influencia, el arrastre que tuvieron en el pasado. El triunfo sorpresivo de Chávez en las elecciones presidenciales de 1.998, marcó para los partidos venezolanos el comienzo de un calvario, en el que al menos han logrado sobrevivir y del que empieza a salir progresivamente.

Estos avatares explican que en la actualidad no sean los partidos el factor determinante en la dinámica política. Ellos no han sido los abanderados infatigables de la resistencia contra Chávez. Han mantenido una actitud digna, aunque no lo suficientemente combativa. Otros sectores sociales han venido asumiendo el peso mayor del esfuerzo y el combate cívico para tratar de ahorrarle a Venezuela la tragedia histórica que significaría la implantación definitiva del llamado socialismo del siglo XXI.

En el ámbito de esta realidad resulta evidente que los partidos no pueden, ni deben, pretender monopolizar las decisiones electorales fundamentales, entre ellas, la selección de candidatos. Es indispensable darle participación en la toma de decisiones a quienes han tenido un rol determinante en la lucha contra la autocracia chavista a lo largo de estos diez años tan difíciles. La Mesa de la Unidad debe tomar la iniciativa de promocionar esta integración de voluntades. No le será fácil. Se tropezará con la resistencia activa de quienes se empeñan en aferrarse a obsoletos hábitos políticos y de los oportunistas de siempre.

La observación y la investigación, muestran claramente que el universo de los no-chavistas, alcanza a no menos del cincuenta por ciento (50%) del electorado. Con el descrédito acelerado de Chávez, a consecuencia de la patética ineptitud e irresponsabilidad de su gobierno, ese porcentaje de no-chavistas se irá incrementado significativamente. Ese amplio universo en expansión de los no-chavistas, comprende a los abstencionistas crónicos, que no son muchos. Así mismo, a aquellos que por militar en partidos se supone que son votantes disciplinados. Resta el segmento más numeroso: El de los no-chavistas que ni son abstencionistas crónicos ni disciplinados militantes de partidos de oposición. Es aquí donde está la clave del éxito electoral de la oposición. Estos nunca votaran por Chávez, pero pueden abstenerse. A fin de que se animen a votar, es indispensable, presentarles candidatos atractivos.

Los sectores sociales no organizados en partidos, no son fáciles de atraerlos a un entendimiento. En primer termino, siempre ha incidido en ellos cierta reserva o desconfianza hacia los partidos. Temen que estos intenten manipularlos o utilizarlos. Esa desconfianza es de vieja data y no puede esperarse que desaparezca de un día para otro. Lo importante es manejarse frente a ellos, con transparencia, sin cartas bajo la manga. Por lo demás, a lo que se aspira es a la integración de un frente de acción electoral para participar unidos en las elecciones del 2010. Esa unidad de acción pondría en muy serios aprietos al Presidente Chávez, obligándolo a bajarse de la nube de la Presidencia perpetua.

Los partidos son básicamente competidores por el poder político, distanciados por rivalidades nada fáciles de superar. Sin embargo, han llegado a un entendimiento temporal, materializado en la Mesa de la Unidad Democrática. Es muy deseable, ya que facilitaría una acción electoral conjunta, que los sectores sociales con peso e influencia en la marcha del país, acordaran también integrarse en una especia de Comité de Enlace, que coordine iniciativas y acciones con la Mesa de la Unidad Democrática.

Es verdad universal que no puede haber democracia sin partidos políticos. Aunque hay tendencia a olvidarlo, también es verdad universal que no pueden existir partidos políticos sin democracia.

La historia contemporánea lo evidencia. En un régimen supuestamente avanzado como el de la difunta Unión Soviética, solo existió el partido comunista, que en realidad, más que un partido político, era un brazo del aparato burocrático del Estado, para controlar más estrechamente a los ciudadanos. Exactamente lo mismo ocurría en los países de la órbita soviética, las mal llamadas “democracias populares”. Y, por supuesto, en Cuba.

Por ese mismo camino avanza la Venezuela de Chávez. Aún funcionan los partidos, pero con un campo de acción cada día mas restringido. Se celebran elecciones, pero sus resultados, no se respetan. Las evidencias están a la vista. Antonio Ledezma, electo Alcalde Metropolitano de Caracas, gracias a un triunfo claro y contundente, y que ejerce un liderazgo lúcido, dinámico, consistente, ha sido despojado arbitraria y alevosamente de todas sus facultades, atribuciones e instituciones de gobierno. De parecido atropello han sido victimas los demás Alcaldes y Gobernadores de oposición.

Que Chávez no le haya dado todavía “el palo a la lámpara” tiene su explicación política: Necesita que la comunidad internacional siga creyendo que en Venezuela hay democracia. La celebración de elecciones, aunque sean mediatizadas, lo ayuda mucho a mantener esa ficción, al punto de que todavía fuera de Venezuela, sobre todo en Europa, no faltan quienes consideran a Chávez como una especie de profeta de las clases oprimidas. Al mantenimiento de esa imagen ha contribuido mucho el Presidente Lula. Habilidosamente ha venido presentando una doble cara. Dentro de Brasil descartó definitivamente, pese a su elevada popularidad, un tercer mandato; y proclamó que cuando un líder, o un presidente empiezan a considerarse imprescindibles, se convierten en dictadores en potencia. Tratándose de Chávez, adopta una actitud diametralmente opuesta: Es un demócrata, porque fue electo por el voto popular; y Venezuela es una democracia porque se realizan elecciones. Deliberadamente olvida que la legitimidad de origen debe ir en todo momento e instancia acompañada de la legitimidad de desempeño. No sabemos si la ceguera de Lula ante la realidad política e institucional venezolana obedece a afinidades ideológicas o a consideraciones pragmáticas. En cuanto al señor Insulza, el de la OEA, el cruza los brazos, y cierra los ojos ante los continuos abusos y atropellos de Chávez al orden constitucional democrático en Venezuela. Por contraste, se traslada por vía aérea a Honduras, reclamando con insolencia respecto a la Carta Democrática Interamericana. A pesar de todo, poco a poco, Chávez ha venido poniéndose en evidencia como lo que realmente es: Un autócrata de viejo cuño latinoamericano, con barniz de comandante fidelista.

De todos modos, lo mas probable es que, por el momento, Chávez no le de el “palo a la lámpara” que las elecciones se celebren tal como está previsto. Toda elección es importante, pero las que vienen, lo son en el más alto grado. Si Chávez las ganare, como él lo afirma jactanciosamente, logrando dos terceras partes de los diputados de la Asamblea Nacional, se tornaría verosímil lo inconcebible: que en pleno siglo XXI, con el desarrollo político, económico, social, cultural de Venezuela, con las vivencias de cuarenta años de democracia plural e ilimitada, un hombre logre el propósito obsesivo de convertirse en presidente vitalicio, como en Cuba. De sobrevenir esa catástrofe histórica, los partidos desaparecerían, con la sola excepción del PSUV, o serían condenados a una vida vegetativa, lo que equivaldría a dejar de existir, ya que está comprobado que el liderazgo personal, o colectivo que no se ejerza, que no haga acto de presencia permanente, muere por consunción.

La oposición está en capacidad de ahorrarle a Venezuela esta tragedia histórica. ¿Cómo?. Ganando las elecciones. La Asamblea Nacional, dirigida por la oposición, seria la plataforma de arranque del proceso de restablecimiento progresivo de la democracia, impidiendo que Chávez pueda continuar en la Presidencia después del 2012. Restablecida la democracia llegará de nuevo la hora de los partidos, que si aciertan en la adaptación a las nuevas realidades, podrán recuperar prestigio, fuerza e influencia.

CNE. La designación por la Asamblea Nacional del nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE), en violación flagrante y escandalosa de la Constitución Nacional, es un anticipo de la determinación de Chávez de mantenerse en el poder cueste lo que cueste. Por lo pronto, la peor reacción es decir “no importa, de todos modos ganaremos las elecciones”. Ese tipo de jaquetoneria la ha pagado muy caro la oposición democrática en Venezuela.

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