Opinión Nacional

Hoy estamos a tiempo 

Los desastres “naturales” apenas tenían cabida en los medios de comunicación hace 60 años cuando se creó el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con el fin de proteger a los expatriados de la II Guerra Mundial. Sin embargo, las personas que huyen de los efectos del calentamiento global suponen el 60% de los desplazados y refugiados en la actualidad.

Más de 1.000 millones de personas viven en regiones con sequías graves que merman su potencial agrícola y agravan su pobreza. De continuar con este ritmo, más de 2.000 millones de africanos, asiáticos y latinoamericanos habrán emigrado en los próximos 25 años.

Puesto que la sequía o los huracanes no estaban estipulados cuando se creo la Convención de Ginebra en 1951, son necesarias nuevas cláusulas para proteger a estos desposeídos. Mientras, se trabaja porque haya una voluntad de cambio en los países industrializados y en los países emergentes (China, India, Rusia, Brasil, México y Sudáfrica), que son hoy los que más contaminan con el argumento de tener el mismo derecho que los países del Norte para consolidar su desarrollo económico.

Para frenar el cambio climático, la comunidad científica ha estudiado durante una década las variables que contribuyen al calentamiento global. Por un lado está la combustión de hidrocarburos que alimentan el modelo de desarrollo mundial. Por otro, el exterminio de los espacios verdes encargados de absorberlo y convertirlo en oxígeno, así como la emisión de otros gases tóxicos que provienen de la ganadería y del uso de fertilizantes.

Las emisiones de efecto invernadero se pueden reducir mediante el desarrollo de energías renovables. Si los gobiernos ofrecieran beneficios fiscales a las empresas para que optaran por fuentes limpias, se podría reproducir el éxito de la energía eólica en España, en Dinamarca y en Alemania, desarrollar los biocombustibles como el etanol o capturar las emisiones de CO2 y depositarlas en pozos profundos para que no salgan a la atmósfera.

Sin embargo, la comunidad internacional tendrá que emplear al máximo sus habilidades negociadoras con el fin de convencer a los países emergentes de que frenar su crecimiento macroeconómico tendrá un beneficio para todo el planeta.

El Nobel mexicano Mario Molina, que descubrió las causas del aumento de la radiación solar por la perforación de la capa de ozono, recomienda estos esfuerzos en un plano internacional y el aumento de la eficiencia en la producción y la utilización de energías. Molina propone un acuerdo internacional para elevar el coste de las emisiones contaminantes para que los países paguen por su daño al medio ambiente y aumenten sus esfuerzos en buscar alternativas.

Como Al Gore, no comparte las visiones apocalípticas de cuanto pasa en el mundo porque pueden servir de excusa para no actuar. “Ya poseemos las tecnologías que se requieren para afrontar el problema del cambio climático con éxito y reducir muy significativamente las emisiones de los gases contaminantes para impedir que el fenómeno se vuelva realmente peligroso”, defiende el científico.

Propone una mayor eficiencia en la utilización de la energía en todos los sectores, desde el transporte hasta la vivienda, la industria y la generación de electricidad. Molina apunta como síntomas de una posible cura la presión que están ejerciendo algunos políticos importantes estadounidenses para que se produzca un verdadero cambio en el modelo energético y la negociación en Bali de la reducción de emisiones de CO2 en un 50% para 2050 por parte de los países que suscriban este nuevo tratado.

Por su parte, Gro Harlem Brundtland, enviada especial de la ONU para el cambio climático y responsable de entablar las negociaciones intergubernamentales que Molina recomienda, vincula la erradicación de la pobreza con la protección del medioambiente. “Tenemos que superar la pobreza para ser capaces de cuidar el medio ambiente. Porque la gente se ve obligada a destruir sus recursos naturales con el fin de sobrevivir”, dijo la ex primer ministro noruega en una entrevista.

Crear unas condiciones de vida dignas para esas personas les permitirá convivir en armonía con una naturaleza que será más amable cuando la comunidad internacional reconozca que el planeta está en sus manos.

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