Incertidumbre, desinformación y elecciones
El oficialismo insiste en la estrategia de la confrontación total y mantener a como dé lugar ese vínculo directo entre el líder y la masa, característico de los autoritarismos, porque despoja a la política de las mediaciones institucionales, avances y retrocesos que le son intrínsecos y todo termina por reducirse a la interpretación que el máximo dirigente haga de los sentimientos y deseos del pueblo, tomando elementos de la Independencia y la Guerra Federal. Durante 14 años se ha procedido con saña a demoler las instituciones, reducir los espacios de participación y discusión y, sobre todo, a imponer el pensamiento único.
La oposición debe entender que la incertidumbre genera confusión, pero hay que cabalgar encima de ella, ejecutando estrategias que reduzcan a su mínima expresión las amenazas y permitan desarrollar oportunidades de captación de densos sectores populares, ante la parálisis en las decisiones, la inexistencia de reglas de juego que se apliquen sin distinción a los venezolanos y al hecho evidente de que no hemos sabido beneficiarnos como sociedad de las ventajas competitiva del petróleo y de tantos minerales que disponemos, sino que, por razones presuntamente revolucionarias, nos hemos encerrado en el castillo de repartir inmensos recursos entre presuntos aliados, sin prácticamente obtener nada a cambio. Hemos perdido el ritmo del progreso, así como el tiempo político y económico de hacer transformaciones fundamentales, anclándonos en el pasado.
La incertidumbre y la desinformación son malas para el ambiente político, porque quedan como suspendidas en el aire la ejecución de programas esenciales, la necesidad de un gran diálogo nacional y un mínimo de sensatez para trabajar y vivir. Somos una nación a la deriva, con un Poder Ejecutivo que está y no está, con criterios como el de la falta indefinida y la verdad negada a la población; Así no se puede producir y por eso se importa a manos llenas, sacrificando industrias, empleos y destruyendo familias en acciones sin sentido.
Parodiando a Ramón Velázquez, nadie va a escoger a un líder que está a la puerta de su casa esperando a que lo llamen, la oposición tiene que definir su candidato y el programa de gobierno en una estrategia amplia, sumar a personalidades y segmentos fundamentales, captar el alma popular, precisar con realismo sus opciones y desempeñarse a fondo con quien esté dispuesto a correr el riesgo de luchar contra el abuso de poder, e incluso ir a la cárcel, por esa táctica autoritaria de la represión selectiva. Hay que establecer un contacto directo y permanente con la sociedad, transmitir el mensaje del esfuerzo, que va más allá de la regaladera y el populismo, porque se imponen la eficiencia y la creación de empleo con la participación del sector privado y la inversión extranjera.
Hay que ganar la batalla de la opinión pública, redefinir la relación entre las organizaciones partidistas y los ciudadanos, movilizar a los líderes naturales de las comunidades y tomar conciencia que se impone una reconexión de los venezolanos con la política.