Opinión Nacional

Ineficiencia y radicalización

“Cualquier legitimidad se deteriora, después de una prolongada ineficiencia”, nos recuerda el politólogo Giovanni Sartori. Pero, en un “petroestado, como Venezuela, en tiempos de precios altos del petróleo, la relativa abundancia de recursos fiscales permite atenuar los efectos de la ineficiencia, por tanto, la misma debe ser más prolongada, para que el inexorable deterioro de la legitimidad del régimen chavista alcance niveles críticos. Recordemos que Chávez ganó las elecciones presidenciales del 2006 con el 63% del voto, confirmando, por cierto, los resultados de todas las encuestas serias.

En cambio, a pesar del descarado “ventajismo” oficial, de la ilegal utilización de fondos públicos y de la parcialidad del árbitro electoral, Chávez ganó las elecciones regionales y el referéndum para aprobar la reelección indefinida, con alrededor del 54%. Ahora, después de 11 años de gobierno, habiendo manejado recursos fiscales de proporciones estratosféricas, la ineficiencia ha sido tan descomunal, que una potencia energética como Venezuela tiene que racionar la energía eléctrica en buena parte del país. A esto hay que sumarle el racionamiento del agua, el descalabro de todos los servicios públicos, en particular los de salud, y la incontrolable violencia criminal. La “prolongada ineficiencia” está teniendo sus efectos. Las encuestas registran una importante tendencia a la baja del apoyo al gobierno, que se va acercando, por primera vez, desde el 2003, al nivel del 40%.

Chávez, como buen militar, cree firmemente que la mejor defensa es el ataque y está reaccionando frente a esta grave y, a mediano plazo, inevitable tendencia, con la táctica de la fuga hacia “adelante”, que implica tratar de aumentar su control sobre la sociedad. Por eso, el cierre de algunos medios de comunicación independientes y la intimidación de los demás; el secuestro inconstitucional de las atribuciones y presupuestos de los alcaldes y gobernadores de oposición y la utilización de la Contraloría y del Poder Judicial, para inhabilitar, arrestar u obligar al exilio a los líderes de la oposición.

Después de once años de gobierno, durante los cuales el chavismo controló el 100% del gobierno nacional y el 90% del regional y local, es inconcebible que el 95% de los acusados de corrupción sean de la oposición o chavistas disidentes. Las declaraciones, reiteradas por el propio Chávez, por parte de miembros del Tribunal Supremo, incluyendo su Presidenta, en las cuales se afirma que la división de poderes debilita al Estado y debe ser eliminada de la Constitución, es una clara confesión de fe totalitaria.

Stalin, Hitler y Mussolini tenían la misma posición. Frente al destape de la “olla podrida” bancaria, en la cual unos pequeños “negociantes” se transformaron rápidamente en multimillonarios, a través de su relación con altos funcionarios del régimen, Chávez ha reaccionado tratando de aparentar como el honesto “angel vengador”, ignorante de lo que acontecía, poco creíble, por cierto, en un país donde poco se hace, sin el visto bueno del caudillo.

La táctica lo ha hecho subir un par de puntos en las encuestas, pero el efecto es típicamente momentáneo, la tendencia general es a la baja, la ineficiencia es excesiva. Frente a la reducción del apoyo popular, viene una radicalización del régimen, en la cual serán sacrificados muchos de los “leales” miembros de la “boliburguesía”.

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