Opinión Nacional

Ingobernabilidad criminal

Un autismo suicida se ha adueñado de este gobierno. La pérdida del sentido de la realidad es una característica típica de los tiempos finales de un régimen autoritario. Perez Jiménez jugó tranquilamente dominó en Miraflores con su amigo Oscar Ghersy Gomez, el Gobernador de Caracas, la noche del 22 de enero de 1958. Pensar que es posible seguir gobernando así este país por los cuatro años y pico que le quedan de mandato, es un delirio criminal. No es la reducción de su popularidad lo que inhabilita a este gobierno, otros presidentes terminaron su mandato con menos apoyo popular que el 25%-29% que, según las últimas encuestas, todavía mantiene. En el pasado, la baja popularidad estaba acompañada por la indiferencia pasiva y la espera paciente del final de un mandato presidencial, que tenía una duración sensata de 5 años. Actualmente, lo que hace ingobernable la situación es el rechazo activo y militante de un 70% -75% del país, incluyendo todos los sectores organizados, productivos, profesionales e intelectuales, que ven con desesperación que estamos a menos de la mitad de un mandato absurdo y antidemocrático de 8 años y medio, mientras Venezuela se cae en pedazos.

Escudarse detrás de la supuesta intangibilidad sagrada del texto constitucional para un gobierno que, cuando en 1999 y 2000 navegaba con altos niveles de popularidad, violó repetidamente las normas constitucionales en nombre de la “voluntad general” del soberano, es incoherente y ridículo. Además, unas elecciones anticipadas serían perfectamente constitucionales si se aprobase una enmienda a la Constitución o el presidente decidiese renunciar. En el sistema de gobierno parlamentario, que domina en Europa, las elecciones anticipadas son la herramienta normal para evitar que una simple crisis de gobierno se transforme en una crisis de régimen. En un sistema presidencialista rígido como el nuestro que no prevé, en el texto constitucional, la válvula de escape de las elecciones anticipadas es aconsejable establecer un mandato presidencial corto de 4 años, con reelección inmediata por una sola vez. Un mal presidente se aguanta, uno bueno se reelige.

Los pocos hombres razonables que todavía mantienen alguna influencia sobre Chávez deberían hacerle comprender que gobernar así no tiene sentido, es una ilusión, pero pavorosamente destructiva. La mayor parte de las decisiones del gobierno no se ejecutan en la realidad: las zonas de seguridad, el arresto del general Rosendo, el nombramiento del nuevo Director de la Policía Metropolitana, la Ley de Tierras, entre otras. Lo que estamos viviendo es una tragicómica anarquía. El fenómeno Chávez será estudiado en las facultades de Ciencias Políticas del mundo como un nuevo engendro caudillista del Macondo latinoamericano. En mi modesta opinión, es una peculiar mezcla de Perón joven, Noriega y Bucaram. Al respecto, Carlos Fuentes, una de las mentes más lúcidas de la izquierda democrática latinoamericana, ha dicho que la cabeza de Chávez es «un basurero ideológico».

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