Opinión Nacional

Instituciones y Constitución

En Venezuela hoy, las frases más en boga después de «prohibido
olvidar», «ni un paso atrás» y «ni un muerto más» son «salidas
institucionales» y «salidas constitucionales». Para salir de la
crisis que enfrentamos, para salir de la anarquía en que
vivimos, para que salga de la Presidencia, institucional y
constitucionalmente, el responsable de esa crisis y esa
anarquía.

Hugo Chávez me recuerda a otro Hugo, aquel huracán que arrasó
con buena parte de Puerto Rico, por allá por 1990. Porque Chávez
quiere arrasar con lo que queda de las instituciones, y si no
las recuperamos, seguirá arrasando con lo que nos queda de país.

En la tan vituperada IV República, las instituciones
funcionaban. El Fiscal General de la República, Ramón Escovar
Salom, intentó la acción jurídica necesaria para hacer efectiva
la responsabilidad de Carlos Andrés Pérez, por malversación de
fondos. La Corte Suprema de Justicia lo condenó, y el Congreso
Nacional lo destituyó. Ha habido excepciones, claro está, pero
por la Corte Suprema de Justicia, el Congreso Nacional, la
Contraloría, la Fiscalía y el Consejo Supremo Electoral han
pasado personas de reconocida trayectoria, independencia de
ideas y solvencia moral. Todavía estamos a tiempo de que las
personas que hoy forman nuestras instituciones asuman el deber
histórico y las responsabilidades que tienen con el país. Lo
ideal sería que todas las salidas se dieran a través del
ejercicio y la funcionalidad de las instituciones de la
República.

El que en Venezuela no estén operando todas las instituciones,
en función de su razón de ser, bloquea las salidas
institucionales en momentos de crisis tan graves como los que
estamos viviendo.

Podría haber también otra salida constitucional, como la que
prevee el artículo 350 de la Constitución, que no es
institucional. Nadie que se precie de querer al país puede
desear una salida fuera de la Constitución. Queremos salir de
Chávez, sí, pero no de cualquier forma.

Hay que insistir en la necesidad de las instituciones. Un país
no puede sobrevivir sin ellas. La gente necesita un mínimo de
seguridad, y cada día es más obvio que no la tenemos. Basta con
la sentencia de la juez que otorgó libertad plena a los
pistoleros de Puente Llaguno. Por lo menos, el Tribunal Supremo
de Justicia ha dado una luz de esperanza, al anular la decisión
de la juez, y reactivar los autos de detención.

Todos los venezolanos debemos luchar para que nuestras
instituciones, y cada miembro de ellas, cumpla con su misión y
deber previstos en la Constitución, ante Dios, ante la Patria y
ante su conciencia.

Instituciones y Constitución, ahora, para construir todos,
unidos y en paz, la Venezuela después de Chávez.

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