Opinión Nacional

Integración y guerrilla en la comunidad andina

Dentro de la Comunidad Andina es oportuno señalar la importancia que tienen los procesos bilaterales de integración y desarrollo fronterizo. En el caso de Venezuela y Colombia se presentan circunstancias muy específicas que nos obligan a definir políticas concretas y a reconocer realidades, como la geográfica que condicionan y determinan esas políticas. Venezuela ha sido uno de los países abanderados de la integración latinoamericana. Desde 1958 participó en eventos convocados por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) que respondían a la idea de establecer las bases para la integración económica regional. En ese ambiente, en la Constitución venezolana de 1961 se estableció en el artículo 108 que trataba de los Derechos Económicos que «La República favorecerá la integración económica latinoamericana. A este fin se procurará coordinar recursos y esfuerzos para fomentar el desarrollo económico y aumentar el bienestar y seguridad comunes».Sin embargo, las dificultades que encontró la ALALC (Asociación Latino Americana de Libre Comercio) llevaron a los países de la región andina a iniciar un proceso de integración subregional que se inició en 1965 con la firma del Acuerdo de Cartagena. Aun cuando este proceso tampoco ha estado libre de dificultades la voluntad política y la determinación de sus integrantes han permitido que se avance a un nivel donde se puede afirmar que ese proceso de integración es irreversible. Afortunadamente la aparición y desarrollo del Mercosur nos está llevando a una posibilidad de articular ambas experiencias y dar pasos para una posible integración mayor; pero todo parece indicar que sin abandonar ese objetivo se impone consolidar cada uno de esos procesos para darle mayor estabilidad y solidez a su operatividad conjunta.

Dentro del contexto de la Comunidad Andina de Naciones es oportuno señalar la importancia que tienen los procesos bilaterales de integración y desarrollo fronterizo entre los distintos países que la integran. En el caso de Venezuela y Colombia se presentan circunstancias muy específicas que nos obligan a definir políticas concretas y a reconocer realidades, como la geográfica que condicionan y determinan esas políticas.

Si nos atenemos a la realidad geográfica se puede observar que Venezuela y Colombia son países limítrofes que comparten espacios geográficos sin límites naturales que las separen, como es el caso de las cuencas geográficas internacionales. Cuando la Cuenca del Lago de Maracaibo tiene como su principal afluente el río Catatumbo, que nace en Colombia y cuya cuenca se extiende en gran parte en territorio colombiano y cuando la cuenca del río Orinoco ocupa un 30% de territorio colombiano y de los tributarios que nacen en Colombia llega un 60% aproximado de las aguas de dicho río, nos encontramos con la existencia de una integración geográfica, nacida no de la voluntad e de las partes sino de su propio orígen geográfico antes de nuestra aparición como naciones. Ese hecho que ninguna fuerza humana puede cambiar tiene que hacernos reflexionar sobre las consecuencias geopolíticas, económicas, sociales y jurídicas que de él se desprenden. Por lo pronto debemos tener una percepción muy clara de la responsabilidad que ambos países tenemos en la conservación y uso de esas cuencas y de los recursos que ellas ofrecen para nuestro desarrollo. Actualmente confrontamos problemas muy preocupantes, de seria y creciente contaminación en el caso de la cuenca del río Catatumbo, de alarmante sedimentación en la cuenca del río Orinoco y de peligrosa mengua de recursos en la cuenca del Carraipía-Paraguachón en la zona de la Guajira.

Lo más serio de todo es que el comportamiento de las cuencas internacionales, como el de cualquier cuenca hidrográfica es independiente del tiempo que se tomen los Estados para decidir lo que tienen que hacer o dejar de hacer para su conservación o manejo. Las aguas de los ríos fluyen sin cesar. Las aguas que en en la mañana discurren como colombianas, en la tarde ya son venezolanas, pero arrastrando en unos casos contaminación y en otros sedimentos, sin esperar a que los gobiernos se pongan de acuerdo para resolver los problemas que ellas acarrean.

Ese es uno de los hechos que presiona, mucho más que las disquisicones retóricas, o la urgencia de los interese económicos o las consideraciones políticas, para cuidar y mantener el debido interés en la marcha de los procesos de integración, especialmente entre Venezuela y Colombia. El tema de las cuencas hidrográficas internacionales es uno los más descuidados en el esfuerzo binacional para promover la integración subregional.

Desde luego que el narcotráfico y la violencia guerrillera contribuyen directamente al deterioro y a la contaminación del ambiente. Los productos químicos, pesticidas y plaguicidas, que se utilizan en los cultivos ilícitos en decenas de miles de hectáreas en territorio colombiano en el área de las cuencas internacionales, especialmente en la del Catatumbo, son determinantes en la contaminación de dicho río que los arrastra al Lago de Maracaibo, cuyo deterioro es creciente. Igualmente sucede con las acciones de la guerrilla en las voladuras del oleoducto Caño Limón-Cobeñas. Pero además existe la contaminación producida por la descarga de aguas servidas de las poblaciones de zonas densamente pobladas en el Departamento Norte de Santander, así como otros factores contaminantes, que requieren un estudio más preciso del deterioro de la cuenca
Hay que reconocer el tremendo esfuerzo que está realizando el gobierno del Presidente Pastrana para promover la paz a pesar del elevado costo político que eso significa y que el pueblo colombiano tendrá que reconocerle cuando esa estrategia de paz culmine en lo que se espera será un largo proceso de varios años de negociaciones. Esa misma circunstancia explica porque para Venezuela es tan importante y necesario que ese proceso culmine exitosamente, No sólo por nuestra solidaridad con el pueblo colombiano, sino porque nuestro territorio es afectado directamente. La creciente contaminación en una cuenca afecta nuestros recursos naturales y la calidad de vida de nuestra población; y la indetenible sedimentación en la otra amenaza nuestros programas de desarrollo entre los cuales está el Proyecto de navegación Apure-Orinoco.

Por lo grave de esa situación es imperativo que paralelamente a los esfuerzos de paz se adelanten programas binacionales para corregir ese problema, el más grave y alarmante que se plantea en las relaciones entre Colombia y Venezuela.

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