Opinión Nacional

Invitación a la lucidez (II)

El ejercicio: reemplazar interpretaciones barrocas, omisivas y falaces del complejo momento político que vivimos, con un listado de hechos esenciales e irrefutables los cuales, una vez asumidos, faciliten más lúcidos análisis y decisiones. En las entregas siguientes, y a riesgo de simplificar, nuestra telegráfica contribución a dicho listado:

I, LA FRACTURA DE LA OPOSICIÓN: El variopinto archipiélago de la oposición sufre de una grave y paralizante fractura mayor. Por un lado, la que llamaremos sin ambages la “oposición democrática” o civilista, que persigue deshacerse del autócrata sin abandonar el empedrado camino de la democracia ni buscar un 27° coronel-salvador que nos libere del 26° actual, para acabar de una vez por todas con la maldita némesis militarista nacional. Por el otro, la oposición “350 o fast track” que – sin ser necesaria ni activamente golpista como lo denuncia con mala fe el régimen – está presta a cerrar un ojo y la mitad del otro sobre cómo deshacerse de un autócrata al que juzga dañino, blindado e imposible de desarzonar por medios formales.

II EL ABSTENCIONISMO DE LA OPOSICIÓN “FAST TRACK”, al que se sumaron (¿una freudiana “cupio mortis”?) los dos ex-grandes partidos históricos del país. Se ufana de haber obligado el régimen a desnudar su totalitarismo; otros opinan que sólo aceleró el advenimiento del chavista “socialismo del siglo XXI” a) por sumar a los paros y a la “plaza Altamira” otra irracionalidad masoquista, b), por haber desarticulado mortalmente la renaciente fuerza electoral adversa a Chávez, y c), por abandonar poco virilmente al régimen el último terreno de juego democrático, la Asamblea, ahora convertida en auténtico “soviet” del autócrata. (Lo deseable: que las juventudes de AD y COPEI jubilen a sus seniors y funden una nueva Socialdemocracia y una nueva Democracia Cristiana venezolanas, que recomiencen ab ovo y sin cargar culpas paternas).

III LOS RESULTADOS DE TAL ABSTENCIÓN: olvidemos muchas “lecturas” de resultados electorales hechas por el gobierno y la oposición, el misterioso cómputo de votos nulos y la erudición de los opinionistas (se anulan entre si como en los pseudo-debates de la TV). El 7 de agosto y el 4 de diciembre de 2005 sucedió escuetamente esto: el chavismo ganó ambas elecciones respectivamente con 2.214.447 y 2.054.863 votos; los inscritos en el REP eran 14.301.524. Dos deducciones se imponen: 1), el régimen, castigado a su vez por un enorme abstencionismo estructural, apenas saca el 15,4% y el 14,3% de los votos, pero gracias al abstencionismo de la oposición se apropia de la casi totalidad de los cargos administrativos del país, y 2), de haber votado masivamente, la oposición hubiese ganado holgadamente ambas elecciones. ¿Qué si el CNE hubiera entonces montado un fraude más? No se descarta, pero era un CNE ya debilitado: la delictiva manipulabilidad de su electrónica había quedado al descubierto, se le habían arrancado once importantes modificaciones en su modus operandi, sus ejecutorias eran escudriñadas por cientos de atentísimos informáticos y observadores. De haber logrado la oposición unida ambas victorias, aún robadas luego por fraude, otra sería hoy su situación, la del país y la imagen internacional de Chávez.

¿Escarmentarán los abstencionistas de buena fe, convencerán a sus cúpulas que la mejor estrategia es el voto, y que otro ultimátum del tipo: “reforma del CNE ya, o abstención indefinida” pudiera ser su postrer paso al abismo? 2005 demostró que Venezuela no podrá recuperar su democracia sin una vuelta al redil electoral del sector abstencionista de la oposición.

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