Opinión Nacional

La abdicación de la iglesia católica

La extrema agresividad que manifiesta la cúpula de la Iglesia Católica (IC) local contra el gobierno del presidente Chávez, libre y mayoritariamente elegido por el pueblo, según todos los ritos anteriores de la ortodoxia democrática, se alimenta en dos fuentes principales. Una tiene sus raíces en el orden interno del país, sobre la que no incursionaré; y la otra en acontecimientos de orden internacional, como así también en cuestiones estrictamente teológicas, que se vienen acumulando desde la última posguerra mundial.

La reciente visita del Papa a la llamada «Tierra Santa», o Estado de Israel, fue en realidad la culminación espectacular de un proceso de judaización de la IC que se inicia formalmente con el Concilio Vaticano II. El «progresismo» católico fue una de las grandes mentiras del siglo XX. Y también uno de sus más significativos retrocesos.

Esta terrible reconversión teológica de la IC no sólo destruye los logros de dos mil años de historia religiosa y política (solemnizados en los rezos públicos del Viernes Santo): sobre todo coloca al Vaticano como una de las piezas vitales de este «Nuevo Orden Mundial», ya que el «Santo Padre» llegó al extremo de admitir la misión «crística» de la judíos. Ella fue ritualizada – pero no solemnizada – por el Papa en «Tierra Santa».

Esa transformación, que dejó atónitos a millones de católicos (y de cristianos) en todo el mundo, estuvo simbolizada por la adopción que hizo el Papa de una superstición judía, que fue colocar, entre dos piedras del «Muro de las Lamentaciones», una carta «dirigida a Dios», que naturalmente fue retirada de inmediato, por las autoridades israelíes de ocupación, para ponerla en conocimiento del mundo entero (vía todos los media non sanctos). Se trataba – ¡por supuesto! – de un nuevo pedido de perdón por «los sufrimientos causados al pueblo de la Alianza».

Esta abdicación del catolicismo oficial tuvo por escenario un territorio militarmente ocupado, y contó con la protección de un Estado que es el único en el mundo que ha legalizado la tortura. Más de cien mil árabes, en su mayoría palestinos y libaneses, fueron torturados «legalmente» en las últimas dos décadas, por las mismas fuerzas que protegieron al Papa en «Tierra Santa».

El rabinato propuso incrementar el diálogo con la IC, pero a condición de que ésta suprima el culto a María y destierre a los católicos que aunque admitan la no culpabilidad de los judíos en el asesinato de Cristo, sigan manteniendo su acusación contra aquellos, por el continuo asesinato de palestinos y libaneses (en verdad esos asesinatos comenzaron desde la misma fundación del «Estado de Israel, en 1948, lo que originó el «desplazamiento» de un millón de palestinos; hoy, seis millones de «refugiados» que estuvieron ausentes en el viaje del Papa a «Tierra Santa».

Este es el perfil teológico actual de una Iglesia Abdicante que nació como el «cuerpo de Cristo» y ahora, dos mil años después, «cristaniza» a sus asesinos. La Católica es ya, por lo tanto, una Iglesia políticamente correcta, que colaborará activamente en la edificación del Nuevo Orden Mundial y en la santificación de su ideología dominante: el hominismo (que es la versión llevada al límite del «humanismo» laico que nace con el capitalismo moderno). Tal Weltanschauung será asimismo adoptada por importantes sectores del Islam: en especial por aquellos que sostienen la primacía abrahámica de la doctrina expuesta por el Profeta (¿Mahoma fue en verdad el Lutero de los judíos?).

Esta ideología actual del catolicismo oficial global condiciona al máximo el comportamiento político de cada filial «nacional» de ese amplio conjunto sinárquico que es la Internacional Católica Romana. Dentro de esa estrecha camisa de fuerza cada delegación eclesiástica local desarrollará sus aptitudes y sus tradiciones folclo-políticas. Y esto es lo que está pasando hoy en la modesta y lejana «provincia» de Venezuela, en la cual lo conveniente y correcto es fracturar un proceso revolucionario incipiente y catapultar hacia el poder a un antiguo seminarista; a Judas hoy convertido en Hermano Mayor desde sus antiguas funciones de traidor-apuñalante, gracias a una lejana Abdicación (acontecida en el núcleo teológico del Heartland), la más cismática de todos los tiempos.

Es muy importante que los católicos venezolanos conozcan la situación real. Porque la Internacional Católica (IC) está sometida a una tensión cismática, las operaciones del obispado local no pueden ni deben ser interpretadas como la maniobra de «un sector» de la Iglesia, tal como sostuvo la incompetente e inculta dirigencia del MVR, equivocándose en la estrategia por enésima vez. Se trata de una decisión cupular consensuada con, y aprobada por, el Vaticano. Y algo aún más grave. Es una operación exploratoria, que será continuada por una intervención de «baja intensidad» inicial de la «comunidad internacional» en Venezuela. La decisión de la mayoría del pueblo venezolano será ignorada (ridiculizada) porque esos votos (esa mayoría pre-histórica) no contienen ADN «democrático». Desde el «fin de la historia» se dirá que el de Venezuela es un pueblo proto-histórico. Lo que significa que sus decisiones están disminuidas, como la de los niños o la de los locos.

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