Opinión Nacional

La América Latina del siglo XXI

 “Tantos años de luchas, sinsabores, fracasos”

Jorge Volpi:

El insomnio de Bolívar, ed.2009, p.259

Jorge Volpi (1968) en su estimulante libro El insomnio de Bolívar (Bogotá: Mondadori/Debate, 2009. 259 p.) nos propone cuatro miradas, intempestivas las denomina, a nuestra América Latina a lo largo de los primeros nueve años del siglo XXI. Es el cuarto gran libro sobre el conjunto de nuestros países  publicado en la última década. Antes hay que citar las Crónicas malditas (Caracas: Mondadori, 2005. 359 p.) de la argentina Olga Wormat, El horizonte encendido (Caracas: Mondadori, 2006. 603 p.) del venezolano Rafael Osío Cabrices y El regreso del idiota (Bogotá: Mondadori, 2007. 344 p.) de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, los autores del Manual del perfecto idiota latinoamericano (Barcelona: Plaza y Janés, 1996. 318 p.).

EL AUTOR

Poco conocido es aun en Venezuela Jorge Volpi, fuera de la elite intelectual la que ha leído y comentado sus libros con fruición. Este creador mexicano, miembro de la llamada generación del Crack azteca(1996), es una de las más destacadas figuras de las letras del continente en este momento, sobre todo y especialmente como autor de la fascinante trilogía novelística de nuestro tiempo formada por En busca de Klingsor(Barcelona: Seix Barral,1999. 444 p.), El fin de la locura(Barcelona: Seix Barral, 2003.475 p.) y No será la tierra(México: Alfaguara, 2006. 527 p.) a través de la cual mira al siglo XX desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945: la Alemania que encontraron los aliados al derrotar a Hitler en la primera; los sucesos parisinos de 1968, en especial los pensadores del Mayo francés, en la segunda y la caída del socialismo y la forma como se frustró el empeño de la Perestroika en la tercera.

LA TRILOGIA

Deseamos detenernos en la trilogía novelística de Volpi. Este escritor es un creador constante: trece obras entre novelas y ensayos. Su internacionalización le ha venido con la trilogía formada por En busca de Klingsor, El fin de la locura y No será la tierra. Estas tres supremas obras  son los que nos lo ha  hecho conocer y gozar de los dones de su escritura, asentada en gran parte en la política, en los sucesos acaecidos en el mundo occidental tras la Segunda Guerra Mundial.

Volpi pertenece a la nueva generación de escritores latinoamericanos, su obra es densa, es un disparadero de visiones y una forma, más bien manera, de mostrarnos lo dolorosa, terrible, angustiada, cruzada por la violencia, que es nuestra época. Así En busca de Klingsor, El fin de la locura y No será la tierra forman un gran mural de estos días, parecen novelas históricas pero son mucho más que ello, pese a que a veces, por momentos, o en largos pasajes, nos cuentan los sucesos que protagonizaron los científicos nucleares de los Estados Unidos y Alemania hasta el estallido de la Bomba Atómica en 1945; todo lo que rodeó a los pensadores del mayo parisino francés de 1968, en buena parte tema de la segunda y en apasionante fabulación No será la tierra la forma en que todo aquello que se soñó en 1968 fue derruido en 1989 al caer el Muro de Berlín, tema de la última.

Creemos que Volpi ya no es sólo un escritor importante sino primordial para la literatura latinoamericana. Esperamos que muchos lectores lo lean con atención, lo estudien con precisión, no sólo desde el punto de vista crítico literario, lo cual nos llevará a un análisis apasionante porque es amplia y poblada la serie de personajes de ficción inventados por Volpi para dar carnadura a sus novelas, sino que además se le examine como un intelectual, un pensador, que pone ante nosotros ideas e ideales, convicciones, invenciones futuras, que merecen ser hondamente meditados por los que habitan el planeta en estos días.

Si el mundo occidental, ese que nació a finales del siglo XV y se consolidó en el XVI, está en decadencia hay que poner las bases para edificar una nueva sociedad que sin duda ya surge en la mente de sus grandes pensadores, inventores y creadores. Sobre eso que hay que reflexionar, hay copiosas ideas en estas tres novelas, fascinantes, de Volpi. Debemos crear un mundo para todos en donde las personas, como lo vemos en uno de los bellos, hondos y estremecedores personajes creados por Volpi no terminen en el suicidio como acaeció a la entrañable Oksana de No será la tierra.

En No será la tierra,   notable novela sin duda, nos acerca a la caída de un mundo, a final de una etapa, a su decadencia. Es una mortaja. Como dice Anna Atmatova (1889-1966), “Para ellas he tejido este vasto sudario/con las tristes palabras que de ellas oí”. Y estas serán escuchadas por quien le siga los caminos a las mujeres que aquí aparecen porque toda la novela está construida sobre la base del vivir de sus personajes femeninos.

No será la tierra es un mural de nuestra época desde la caída del Muro de Berlín (1989) hasta estos días. Y claro está no sólo de ese hecho sino de sus raíces las cuales lleva Volpi hasta la debacle de Wall Street en 1929; al proceso de disolución de la URSS, la ideologización de la juventud, a las persecuciones que numerosos disidentes sufrieron dentro de ella, a los padecimientos de su gente y luego a la forma como de la utopía de la perestroika se perdió en la economía del mercado, en las manos del “FMI”. Mira Volpi mil veces al “FMI” en la pobreza que crea en todas partes, en el Congo y en México, por ejemplo. Y observa la sociedad creada a partir del sólo hecho de ganar dinero, no importa de que forma.

Las criaturas que sostienen No será la tierra son inolvidables mujeres sin los cuales la trama no puede ser recorrida. En esto muestra Volpi la presencia de la mujer en el globo y la importancia de los libros que ellas escriben. Tenemos anotada antes la influencia que sobre Los años con Laura Díaz (México: Alfagura, 1999. 600 p.) de Carlos Fuentes tienen los libros concebidos por las escritoras latinoamericanas de hoy. Ahora Volpi sostiene No será la tierra en mujeres: Jennifer Moore, funcionaria del FMI y su hermana Allison, militante antiglobalización, quien pierde la vida luchando por la causa palestina; Irina Granina que pierde lo que es tratando de salvar al marido disidente en la URSS y no puede proseguir siendo bióloga por ser una persona auténtica. Así también se aleja sin querer de su hija poeta Oksana (de quien la gran Ajmatova en su inspiración y guía), cuyo asesinato nos hace llorar. Esta jovencita de afiladísima sensibilidad no logra encontrar su cauce pasional, que para ella estaba en la diversidad sexual. Ella es sin duda alguna la gran creación novelesca de Volpi aquí. Y vemos también a Eva Halasz, emigrada húngara, talento  de la informática, del descubrimiento de Genoma y una gran hipersexual, a ella están dedicadas las páginas más apasionadamente eróticas del libro.

EL LIBRO

Entrando en El insomnio de Bolívar debemos señalar que el primer ensayo toca lo que denomina el “deshacer la América”; en el segundo lo que es la democracia en nuestro continente en este momento;  en el tercero lo que llama el “holograma” es decir la América Latina escrita por sus creadores de estos días y en la cuarta los Estados Unidos de las Américas, en cuyo final ofrece algunos vaticinios, todos dignos de atención porque siempre los escritores son profetas.

BOLIVAR

Para penetrar en El insomnio de Bolívar hay que indicar que este no es un libro sobre Simón Bolívar (1783-1830). Sólo trata de retratar un grave y difícil momento de su vida, aquel en donde avizoró el futuro. Es el Bolívar inquieto, lo que Volpi llama su insomnio, desde el momento en que dijo que temía más a la paz que a la guerra (Junio 24,1821), un mes antes de la batalla de Carabobo y vaticinó, en célebre carta a don Pedro Gual (1783-1862) en la que poco se han detenido nuestros historiadores, el inicio del caudillismo. Aquel día dictó una breve carta de la cual sólo ha llegado hasta nosotros una parte de su primera hoja, pero con ello nos basta. Allí están estas palabras: “No pueden Uds. formarse una idea del espíritu que anima a nuestros militares. Estos son los que Uds. conocen; son los que Uds. no conocen: hombres que han combatido largo tiempo, que se creen muy beneméritos, y humillados y miserables, y sin esperanzas de coger el fruto de las adquisiciones de sus lanzas” y líneas más adelante añadió: “Yo temo más a la paz que a la guerra” (Escritos del Libertador. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1964-2009.32 vols. La cita aquí es del t.XX, p.62. El subrayado es del Libertador). Esta es la crisis que se inició en 1826 tras la victoria militar, tan grave que Arturo Uslar Pietri (1906-2001) denominó a estos cuatro años finales de su vida el “tiempo de llorar” (Letras y hombres de Venezuela. 2ª.ed.aum. Caracas: Edime, 1958, p.60). Fue este el período en que se hicieron presentes los hegemones de nuestros países: Francisco de Paula Santander(1792-1840) en la Nueva Granada, José Antonio Páez(1790-1873) en Venezuela y Juan José Flores(1800-1864), también venezolano, nacido en Puerto Cabello, en el Ecuador. Hallamos otra vez esa angustia en el discurso de Bolívar ante el Congreso Admirable de Bogotá, que fue el último de los suyos (Enero 20,1830): “Conciudadanos: me ruborizo en decirlo: la Independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás” (Proclamas y discursos. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1984, p.457) o, treinta y ocho días antes de sucumbir, en aquella dramática carta al general Juan José Flores (Noviembre 9,1830) donde dijo que había “arado en el mar”, que lo único que se podía hacer era emigrar. O según sus propia palabras, propias de un depresivo: “1)La América es ingobernable para nosotros; 2) El que sigue una Revolución ara en el mar;3) La única cosa que se puede hacer en América es emigrar; 4) Este país caerá infaliblemente en manos de una multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas; 5)Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignaran conquistarnos; 6) Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo este sería el último período de la América…Este país ha sufrido una Gran Revolución, y marcha sobre un terreno volcánico”(Cartas del Libertador.2ª.ed.aum. Caracas: Fundación Vicente Lecuna/Banco de Venezuela, 1969, t.VII, p.587). Se corresponden estas palabras a la expresadas por el general Francisco de Miranda(1750-1816), Precursor de la Independencia continental, en 1814, preso de los españoles en Puerto Rico, cuando expresó, según el testimonio del realista venezolano Andrés Level de Goda(1777-1856) quien solía visitarlo en su celda, “Me dijo por último que vendría esto a ser preso de los extranjeros, no en clase de propiedad extranjera, sino dominando ellos, y nosotros haciendo los gastos como propietarios, obligados a mantener productiva la finca”(América espera. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1982, p.485). Fue Level quien deslumbrado por la cultura y lecturas de Miranda lo llamó “biblioteca ambulante”. Esto que hemos descrito en sus grandes trazos es lo que  Volpi denomina, sin ser el un erudito en el pensamiento del Libertador, como el momento en que “La lucidez lo destroza. O la rabia. O la amargura” (p.29). Es el insomnio de Bolívar.

EL PUNTO DE PARTIDA

El punto de partida de Jorge Volpi en El insomnio de Bolívar es el de una fecha clave de nuestros días: el viernes 10 de Noviembre de 1989: noche de la caída del Muro de Berlín, del fin de la Guerra Fría, del termino del socialismo autoritario,  de la irrupción plena del imperio de la sociedad democrática en el mundo y del paso al depósito de los recuerdos de la palabra “revolución”. Incluso pudo ser mandado este vocablo al “basurero de la historia” del cual habló León Trotski (1879-1940). En verdad nuestro tiempo se espiga, cada vez más claramente, de lo sucedido aquel día.

Para Volpi ese día también “la unidad latinoamericana terminó en el desván de las ideas caducas al lado de la lucha de clases, la dictadura del proletariado y la alineación capitalista” (p.18). Pero la identidad latinoamericana se hizo más viva en los hispanoamericanos y para él en particular, no hay que olvidar que El insomnio de Bolívar tiene en todo momento la característica del ensayo, de allí que lo autobiográfico se cuele aquí más de una vez. Es por ello que Volpi indica: “Fue en España, para ser más preciso en Salamanca…donde descubrí que yo era latinoamericano” (p.17). Ante este singular hecho hay que recordar siempre el apotegma del historiador británico John Lynch (1927): “España sin América es incompleta y América sin España es inimaginable”(Los Austrias. Barcelona: Crítica, 2000, p.8), lo que explica también el denso análisis de Carlos Fuentes “Pero España nos abraza a todos; es, en cierta manera, nuestro lugar común” (El espejo enterrado.2ª.ed.México: Fondo de Cultura Económica, 1993, p.15). Y, obviamente, el Quijote (1605) el libro de todos, de los dos lados del océano Atlántico, el denominado, también por Fuentes, el “territorio de La Mancha”.

En España, mientras Volpi estudiaba su doctorado en Salamanca, “la empatía hacia mis colegas chilenos o paraguayos era sin duda mayor de la que experimentaba hacia mis anfitriones españoles. Las razones son arduas de entender, y acaso este libro haya nacido con el secreto deseo de explorarlas” (p.19).

HOJA A HOJA

Cuando penetramos en El insomnio de Bolívar hallamos que Volpi traza un bosquejo sobre esta hora latinoamericana. Por ello indica “la fascinación por las dictaduras sangrientas y las guerrillas derrotadas, la algarabía futbolística, la venerable corrupción de nuestros políticos, la avaricia de los millonarios y la coquetería de las mujeres, el surrealismo como regla de vida, la crisis y la crisis de las crisis, la afición al sol y al ron con coca-cola, la hospitalidad hacia los extranjeros, la violencia ritual y la pereza elevada a la categoría de virtud” (p.21). Sentía entonces que los latinoamericanos éramos desconocidos unos de otros (p.22). “Aquella ruidosa querella tuvo, por fortuna, sus ventajas: me hizo enfrentarme a las permanentes contradicciones del nacionalismo y me animó a reflexionar sobre lo que significaba ser mexicano y latinoamericano” (p.25), “convencido de que en aquellas tierras se cifra un misterio, un misterio que me involucra y que por alguna razón me obstino en descifrar” (p.26). Así “La necesidad de ser reconocidos como parte de la civilización occidental, la obligación de sus gobernantes de anunciar el súbito ingreso en el club de lo moderno, la desesperanza de los ciudadanos al comprobar la falsedad de tantas buenas intenciones” (p.39).

Pero mirando el panorama con atención, en sus vivencias y a través de los libros, comprendió, por ejemplo, que es “Imposible entender a América Latina sin la religión católica y sus vericuetos” (p.47).

Y que para penetrar en nuestro suceder “Habría que emprender otro estudio de corte freudiano para glosar las obsesiones y manías de cada país”(p.46), ya que “las democracias latinoamericanas de principios del siglo XXI acarrean un sinfín de lastres, pero la solución a sus problemas no se halla en la vía revolucionaria del pasado sino en acentuar las reformas institucionales del presente: entre estos dos extremos radica la verdadera ‘lucha por el alma de América Latina’”(p.53) dice citando al británico Michael Reid, quien expresa la antítesis del pesimismo de Eduardo Galeano(1940), de quien indica, no es la primera vez que ello se dice, La venas abiertas de América Latina(1971) “no es un manual de historia sino un vigoroso panfleto, y así debe ser leído y criticado. Su pesimismo resulta indigesto, los empresarios son siempre rapaces, los políticos son siempre corruptos, los pobres siempre victimas” (p.52). Hay que recordar que la esencia de este libro hay que situarla en lo que se denomina el “tercermundismo”, tan bien examinado entre nosotros por Carlos Rangel (1929-1988) en su obra El tercermundismo. (Caracas: Monte Ávila Editores, 1982. 286 p.). Y además, añadimos nosotros, América Latina no forma parte del Tercer Mundo, somos el Segundo Mundo por el tipo de sociedad que entre nosotros formó España. La Independencia debe ser considerada como el momento de la madurez de la sociedad colonial, tiempo en que había instituciones jurídicas, una sociedad organizada, una economía, una lengua desarrollada, elites intelectuales bien formadas, educación y universidades de larga actuación. Así la emancipación fue hecha por nuestras élites políticas formadas en nuestras alma mater y fue además, aun que ello no se haya visto, un movimiento civil, piénsese sino en Caracas la gran figura del 19 de Abril de 1810 fue el notable jurista y teólogo Juan German Roscio (1763-1821) que no era un militar sino catedrático. Fue Roscio el autor del libro más importante publicado durante todo ese período El triunfo de la libertad sobre el despotismo (Filadelfia: Thomas H.Palmer, 1817. XIII, 406 p.) que constituye la justificación del por qué de la decisión emancipadora. Fue reimpreso varias a veces a lo largo del tiempo, siete veces en el siglo XIX, y llegó a ser libro de cabecera del líder mexicano Benito Juárez(1806-1872), restaurador de la Independencia de ese país tras la derrota de la invasión francesa(1867). Las reediciones del libro de don Juan Germán no se han detenido en el tiempo (1821, 1823, 1824, 1828, 1847, 1857, 1953, 1983, 1996).

Para Volpi “La realidad latinoamericana se muestra tan burda y anodina, o tan apasionante y terrible” (p.68), así aunque parezca una paradoja. Pero también “nunca como hoy América Latina había sabido tan poco de América Latina” (p.82), “Paradoja latinoamericana: de un lado, la hipotética veneración de las leyes escritas y, dentro, el burdo desprecio hacia su práctica” (p.97), es el mismo “se acata pero no se cumple” de los cabildos coloniales. O aquello constatado por Bolívar en el Discurso de Angostura (Febrero 15,1819), “los venezolanos aman la Patria pero no aman sus leyes” (Escritos del Libertador, t.XV, p.28).

Así hoy “El rasgo distintivo de nuestra democracia es esta vergonzosa desigualdad que ratifica el carácter esencialmente oligárquico de nuestros países” (p.105), “En América Latina la desigualdad hace a los hombres brutalmente dependientes unos de otros, es decir, a los más pobres de los más ricos, lo cual lleva a desconfiar de la libertad política y a preferir una sociedad autoritaria” (p.105). Así “América Latina llegó al siglo XXI casi a rastras, acarreando los mismos conflictos que la caracterizaron en el siglo anterior” (p.134).

Pero dice, no lo creemos nosotros, “La utopía latinoamericana se ha desvanecido: nada queda de El Dorado” (p.178). Sobre la utopía latinoamericana volveremos más abajo pues es un asunto central en toda consideración que se haga de nuestro continente: nosotros somos la tierra de la utopía.

PRIMERA CONSIDERACION

En la primera consideración de su libro Volpi se pregunta por qué actualmente la América Latina, caídos los dictadores, fracasados los guerrilleros(convertidos ahora en los dinosaurios de la izquierda latinoamericana), sepultado dice el “realismo mágico”, tampoco lo creemos pues este es expresión caribeña a nuestro entender, y porque “esta milagrosa y tórrida región se torna cada día más difusa, más aburrida, más normal”(p.27), cosa que reitera al apuntar que vivimos “el ocaso de dictadores y guerrilleros”(p.73). Este cenit debe ser estudiado con atención porque mucho de lo anacrónico, incluso de lo anti-histórico, como el régimen de Hugo Chávez en Venezuela, permanece en ellos ya que han sido incapaces de entender, comprender y estudiar el mundo en que viven tras la derrota guerrillera y la caída del socialismo.  Hay desde luego excepciones como Fernando Henrique Cardozo en Brasil o Teodoro Petkoff, Manuel Caballero, Ludovico Silva o el propio profesor Germán Carrera Damas entre nosotros.

Así el equivocado sueño de la izquierda latinoamericana: “utopía de solidaridad, armonía, convivencia vecinal y compromiso” (p.38), desear “rescatar del salvajismo y la barbarie a sus compatriotas…sin tomarlos en cuenta” (p.40) es un imposible, la utopía es otra cosa. Basta ver los que sucede en los países supuestamente gobernados por la izquierda hoy: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua. Aquí hay que hacer salvedades: el régimen chavista es fascista en su esencia, la Argentina no puede dejar de ser mencionada porque el régimen de allá ha sido apuntalado con el dinero que Chávez les ha entregado, sin autorización alguna del pueblo venezolano único dueño verdadero de los recursos, Chávez los ha obsequiado para crear lo que hemos denominado el neo-imperialismo venezolano. Si no hubieran tenido fondos venezolanos en la Argentina el régimen de los Kirchner hubiera caído hace tiempo. No se puede contar aquí a Cuba que sigue siendo una dictadura stalinista, también sostenida desde Caracas, pese a estar en su decadencia y ser la situación de aquel país desesperaba para los cubanos que en ella viven, por ello Volpi la denomina por su sentido “la perenne excepción cubana”(p.83).

Este panorama nos permite ver como la izquierda latinoamericana, vencida hace décadas o ahogada en sangre en los países del Cono Sur, ha mostrado, sobre todo en Venezuela, su incapacidad para gobernar. En Venezuela se ha cumplido plenamente el viejo vaticinio del político y analista Domingo Alberto Rangel, con razón considerado como el único verdadero hombre de izquierda que existe entre nosotros, los otros son los Jesuitas del Centro Gumilla (Orlando Araujo dixit), según la cual las aspiraciones políticas de la izquierda sólo llegaban hasta la esquina de San Francisco y nunca aspiraron a la sede del poder. Hoy que han llegado a la silla presidencial hemos comprobado lo que han hecho: destruir al país con el pensamiento del comandante Chávez que es sobre los escombros de lo que quede en Venezuela que él construirá el régimen comunista con el cual sueña, delirio imposible en el mundo que vivimos y porque Venezuela además de ser un país democrática en su esencia está situado en tierra firme y no es una isla aislada en medio del mar como Cuba. Por cierto es en la esquina caraqueña de San Francisco es  donde sesiona el congreso, parlamento, si es que es posible llamarlo así, hoy prácticamente decapitado por Chávez, convertido así apenas en una oficina que aprueba aquello que desde Miraflores se le indique.

Y lo que sucede hoy en nuestro continente, es para Volpi: el “fin de las guerrillas, el fin del realismo mágico y del exotismo forzoso; el fin de los intercambios culturales entre sus integrantes…y el creciente desinterés del resto del mundo, en especial de Estados Unidos hacia la región” (p.56).

Pese a lo que sucede, él nos muestra sus pasos por Caracas, su México natal, Santiago de Chile, Managua, Cartagena, Buenos Aires, Asunción, La Habana, Puerto España ,pero sin embargo anota: “más allá de las insulsas arengas de los políticos, América Latina aun tiene esperanzas”(p.35) porque esos somos, el continente de la esperanza, y siempre de la utopía.

Tanto que escribe: “dedicaré varias páginas al delicado equilibrio de nuestras democracias”(p.38), exposición que nos lleva a una conclusión: sólo salvará a la América Latina lo más sólido que tenemos: la cultura(p.34), aquello que ha ratificado el novelista y pensador mexicano Carlos Fuentes al consignar: “si algo ha revelado la crisis actual, es que mientras los modelos políticos y socioeconómicos se han derrumbado uno tras otro, sólo ha permanecido de pie lo que hemos hecho con mayor seriedad, con mayor libertad y con mayor alegría: nuestros productos culturales, la novela, el poema, la pintura, la obra cinematográfica, la pieza de teatro, la composición musical, el ensayo, pero también el mueble, la cocina, el amor y la memoria, pues todo esto es cultura, hasta integrar lo que José Ortega y Gasset(1883-1955) llama ‘un conjunto de actitudes ante la vida”(Valiente nuevo mundo. México: Fondo de Cultura Económica, 1990, p.12-13).

SEGUNDA CONSIDERACION

Volpi entra en este segundo capítulo preguntándose si la democracia en América Latina es real o imaginaria(p.89) porque esta forma de régimen político no es “un conjunto de procedimientos por medio de los cuales los ciudadanos eligen libremente a sus gobernantes…sino un sistema de protección efectiva de los derechos civiles y como un orden jurídico capaz de asegurar el acceso igualitario al bienestar”(p.102), y esto para volver a las lecciones del viejo Alexis de Tocqueville(1805-1859), cuyas disertaciones no han perdido actualidad.

Pero vivimos en nuestra América Latina “el delicado equilibrio de nuestras democracias” (p.38), y acota: “Nuestras contracciones y horrores no desaparecieron de la noche a la mañana, de hecho, en ocasiones se agudizaron, pero han sido asimilados dentro de los tediosos márgenes de la competencia electoral y las leyes de la oferta y la demanda. La democracia pretende justo eso: acotar el caos, limitar los caprichos de los gobernantes, tornar el futuro más o menos predecible. Salvo la perenne excepción cubana, hoy todos los países latinoamericanos poseen regímenes democráticos, al menos en términos formales, insisto, y, pese a los devaneos de unos cuantos líderes con el socialismo, todos se rigen por economías que apenas discrepan del consenso de Washington” (p.83), incluso el gobierno de Chávez el cual siempre bonapartista tiene políticas neo-liberales, desde los órganos de la economía, pero el Poseso, como lo llama el mayor de nuestros humoristas, en sus arengas despotrica con el régimen de mercado que él mismo sigue a pie juntillas.

Por ello subraya Volpi: “sin reconocimiento y protección de los derechos humanos no hay democracia” como expresó ese alto pensador de la político que fue el italiano Norberto Bobbio (1909-2004). Volpi, con razón, subraya aquí la palabra “protección”, que en sitios como Venezuela no se práctica pese a estar ampliamente registrados en la constitución chavista de 1999, mandada a redactar por el neo-caudillo pero la cual ha violado todos los días. He hecho se sabe que hay varias versiones de ella, que una fue la aprobada por la Asamblea Constituyente y una cuidadosamente alterada por el camino de los eufemismos jurídicos fue a la que se le dio el ejecútese. Y algunos constitucionalistas hablan incluso de una tercera versión: ¿cuál de las tres apareció en Gaceta Oficial? (Diciembre 15,1999). Sobre esto punto es clarísimo para Volví cuando se interroga con estas palabras: “¿una democracia en que las leyes no se cumplen sigue siendo una democracia?”(p.101).

Y mirando la realidad social de nuestras actuales democracias, que viven en plena crisis hoy según el analista Rafael Osio Cabrices en El horizonte encendido, anota “los países latinoamericanos concentran los mayores contrastes entre ricos y pobres del planeta…incluida la África subsahariana”(p.102).

Y junto con el vivir desesperado de nuestras grandes masas está la presencia, casi siempre disolvente de la política de cada día. Son estos tiempos, dice Volpi, “el fin de los tiranos…predominio absoluto de un partido, no ha significado que las viejas prácticas autoritarias, la corrupción o la injusticia se hayan marchado con ellos…Ello no implica…la ausencia de avances: la libertad de expresión se ha extendido de manera irreversible…los derechos humanos se han afianzado como nunca. Pero esta ampliación de las libertades cívicas no se ha correspondido con la puesta en práctica de mecanismos capaces de asegurar una democracia efectiva en términos más amplios” (p.109). En muchos países continua “las elecciones permanecen bajo el control del gobierno: la Iglesia católica, los conglomerados mediáticos y los grandes grupos económicos conservan una influencia desmedida… los partidos se han convertido en negocios” (p.109).

Así “Las principales taras de nuestras democracias… (son) pervivencia del caudillismo entre los nuevo dirigentes democráticos; opacidad de los partidos políticos y lejanía entre representantes populares y electores; impunidad generalizada; ausencia de controles jurídicos que acoten la ambición de los grupos empresariales…proliferación del narcotráfico y el crimen organizado asociada a la corrupción de los cuerpos de seguridad” (p.109-110).

Estas siendo dominada por los que él llama, con todo sentido, los caudillos democráticos (p.110) cuyo decálogo nos ofrece. Es este: “Utilizar la palabra “democracia” en toda ocasión; 2) utilizar la palabra “cambio” en toda ocasión; 3) acusar a todos los adversarios de “antidemocráticos”; 4) presentarse como una persona normal, capaz de entender los problemas de la gente, nunca como un político profesional; 5) vituperar una y otra vez la política y a los políticos y denunciar con violencia las prácticas corruptas del antiguo régimen(aunque se haya formado parte de él); 6) Hablar despectivamente de lo que se decide…en cualquier capital… (como) Washington; 7) Arremeter contra los privilegios de los ricos(aunque en secreto se pacte con ellos); 8) Presentarse como la única persona capaz de combatir el crimen y acabar con la impunidad; 9) Mandar al diablo a las instituciones y señalar su complicidad con los enemigos de la democracia; 10) Prometer un nuevo orden legal que por fin recogerá la voluntad democrática de la nación”(p.117-118): ¿no es esta un magnifico retrato del presidente Chávez?

Y ante esa realidad, “Ante el acelerado descrédito que la democracia ha sufrido en América Latina…hasta los dirigentes conservadores se apropian del discurso revolucionario…este saqueo del viejo romanticismo de izquierdas” (p.111). Así “La América Latina de principios del siglo XXI aparece como un espacio rebelde, nuevamente utópico, y exótico, enfrentado a los dictados del neoliberalismo y el pensamiento único, y cuyos briosos líderes han logrado teñir de rojo…la mayor parte del continente” (p.132). Y por ello “la esperanza de lograr sociedades más equitativas luce hoy tan remota como antes” (p.134). Además consideramos imposible lo que Volpi llama “la articulación de una izquierda crítica”(p.136) porque la de la América Latina de hoy está impreparada para gobernar como lo han demostrado, sobre todo en Venezuela a partir de 1999, y obviamente en Ecuador, Bolivia y Nicaragua. En Argentina no ha logrado estabilizar la situación del país, de hecho caerán el día en que un nuevo gobierno democrático en Venezuela les deje de prestar ayuda económica. No lo olvidemos Chávez no puede gobernar más allá del 2013 porque la Constitución venezolana se lo prohíbe. En Brasil, pese a todos los elogios al mandatario venidos de la izquierda, es un hecho que la elite político-económica y militar carioca no han permitido a Lula caer en ningún arrebato izquierdista. Que lo deseaba, y tenía bien escondido, lo vimos con su apoyo a los sucesos de Honduras, organizados en Caracas para destruir el régimen democrático de aquel país, y su declaración reciente sobre un disidente cubano muerto, mientras estaba en huelga de hambre, sin ningún auxilio médico. Nosotros que siempre vimos a Lula con reticencia comprobamos que lo observado en estos años era correcto: es un marxista agazapado, fidelista para más señas, incapaz, como todo el llamado radicalismo hispanoamericano, de encontrar un camino nuevo para la política en nuestras tierras. Y esto es válido para Chávez, Correa, Morales, Ortega, Lula, los Kirchner (Néstor dominado por la terrible Cristina).  

La izquierda hispanoamericana actual fue vencida por la caída del Muro de Berlín, no ha encontrado ninguna idea moderna a la cual atarse, lo que vemos es lo que el historiador venezolano Germán Carrera Damas ha denominado, con su agudeza característica, una “ideología de reemplazo”, sustitutiva, por ello la izquierda venezolana se fue tras el militarismo de Chávez de raíz fascista y no marxista ni revolucionario, no ha ofrecido ni una sola concepción básica, ni un ideal, solo aparecen como los derrotados que fueron siempre y entre ellos dominan aquellos que hemos denominado los “dinosaurios” de la izquierda latinoamericana quienes aun esperan se rectifique la noticia de la caída del Muro de Berlín. Y por ello es evidente, por estas razones, cada día, por ejemplo, en la prensa chavista y en las televisoras como el llamado Canal Sur venezolano, donde diariamente se distorsionan, cambian y alteran las noticias con una sutileza propia aprendida en lo hecho por el Ministerio de Propaganda nazi.

TERCERA CONSIDERACION

En este tercer capítulo nos ofrece Volpi, dentro del panorama de nuestra América Latina en el siglo XXI, un análisis ejemplar del momento actual de la literatura hispanoamericana, visto especialmente sobre todo a través de la novela. En su análisis destaca la obra de tres venezolanos: Juan Carlos Méndez Guedez (1967), Slavo Zupcic (1970) y Rodrigo Blanco (1981) muy buenos los tres. Pero nos preguntamos aquí por que no aparece ninguna creadora venezolana de la misma última generación, la que irrumpió según Volpi en el 2003. Tal podrían ser los nombres de Milagros Socorro, María Ángeles Octavio, Helena Arellano o Mónica Montañés. Aunque Volpi no lo dice en ningún momento si un hecho decisivo hay en la América Latina de hoy es la presencia sólida de la mujer en nuestros procesos políticos, sociales y desde luego literarios. Esta promoción, repetimos nació en el 2003 y tiene como su figura central al chileno Roberto Bolaño (1953-2003), sobre todo desde su novela Los detectives salvajes (Barcelona: Anagrama. 1998. 609 p.), libro con el cual obtuvo en Caracas el premio “Rómulo Gallegos” (1999), en los tiempos previos en que bajo el gobierno de Chávez este galardón fue manipulado cada vez y solo entregado a los amigos y seguidores del César caraqueño, sus ganadores al llegar a Caracas lo primero que hacen es decir unas cuantas palabras de adulancia al presidente. Por ello en estos momentos ya el premio ha dejado de tener el valor que tuvo, incluso porque las grandes novelas latinoamericanas no han sido premiadas porque además los jurados siempre están formados por los apoyadores de la autocracia venezolana.

Estos nuevos escritores, que presenta Volpi, están más allá de lo que se denominó el “post boom” que se inició para nosotros en 1970 con la publicación de Un mundo para Julius del peruano Alfredo Bryce Echenique(1939), año que fue a la vez el de la primera edición de El obsceno pájaro de la noche del chileno José Donoso(1924-1997) con la cual pudo muy bien cerrarse el “boom”, aunque como es lógico sus autores siguieron escribiendo con grande fecundidad, uno de ellos, Gabriel García Márquez, obtuvo el premio Nobel(1982), que fue consagratorio para esa generación cuyos libros son ahora sin duda canónigos y que fue, desde el momento del modernismo y del regionalismo, la que universalizó las letras latinoamericanas, fuimos gracias a ellos contemporáneos de todos los hombres, el viejo deseo de nuestros grandes pensadores del siglo XIX, con don Andrés Bello(1781-1865) a la cabeza.

Pero para Volpi “la literatura latinoamericana ya no existe” (p.165) la cual fue para él la de los autores del “boom” que fue para él “un frente latinoamericano de hondas raíces bolivarianas. Paradójicamente, al escapar de sus jaulas, Cortazar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa contribuyeron a fundar un nuevo nacionalismo, esta vez latinoamericano” (p.167). Nosotros disentimos y preguntamos, los demás creadores, tan buenos como aquellos que también existían porque los nombres hoy “canónigos” son cerca de doce. Y son esenciales. Y a todos los preside Jorge Luis Borges (1899-1986) quien nunca escribió novelas pero cuya obra es toda una literatura en si misma. Y ello sin dejar de nombrar a hombres como Juan Carlos Onetti (1909-1994), Miguel Ángel Asturias (1899-1974), Alejo Carpentier (1904-1980), Arturo Uslar Pietri, Leopoldo Marechal (1900-1970), cuyo Adan Buenos aires (1948) todavía no ha sido bien leído y Juan Rulfo (1918-1986). Tras Fuentes, Vargas Llosa, Cortazar, García Márquez hay que escribir nombres altísimos como Guillermo Cabrera Infante(1929-2005) quien fue quien dio el espaldarazo a Volpi, Ernesto Sábato(1911), a sus noventa y nueve años el decano de nuestras letras continentales, Manuel Puig(1932-1990) y José Lezama Lima(1910-1977). Fue Cabrera Infante uno de los creadores en escribir en unas de las más bellas y sabias lenguas con que se ha escrito en América Latina, pese a que la mayor parte de su obra la escribió en Madrid y Londres en donde estuvo exilado por más de cuatro décadas, victima de la persecución de la dictadura cubana de la que debió huir pues sabía en que Cuba no podría ni vivir ni escribir. Cabrera Infante redactaba en tal lenguaje, era un estilista, que en quien uno pensaba al leerlo era en don Francisco de Quevedo y Villegas(1580-1645), el gran creador del siglo XVII, de quien se ha dicho, y con razón, que fue el hombre que mejor escribió en la lengua castellana, y ello no es poco porque su contemporáneo Miguel de Cervantes y Saavedra(1547-1616) lo que hacía también con grandísima perfección, vasta para ello abrir el Quijote en cualquier parte para comprobarlo.

En cambio la generación aparecida en el 2003, que tras Bolaños tiene en el propio Volpi uno de sus autores más significativos, todos “nacidos a partir de 1960. Testigos del desmoronamiento del socialismo real y del descrédito de las utopías” (p.168), “su obsesión está desprovista del carácter militante de otros tiempos. Los escritores nacidos a partir de 1960 no necesitan consolidar una tradición…no poseen su anhelo bolivariano y no aspiran a convertirse en voceros de América Latina…los nuevos narradores hablan de sus países sin resabios de romanticismo o de compromiso político, sin esperanzas ni planes de futuro, acaso solo con el orgulloso desencanto de quien reconoce los límites de su responsabilidad frente a la historia (p.170).

Y una acotación que vale para todo este sugerente libro: la palabra bolivariano es para Volpi sinónimo de latinoamericano, de ser que siempre piensa en toda la extensión de nuestras tierras, de norte hasta el sur, que el propio Simón Bolívar libertó al frente de su ejército desde de la aguas del Caribe hasta los límites de Bolivia con la Argentina y Chile. Fue precisamente en el monte Potosí, en Bolivia, en donde culminó la lucha (Octubre 26,1825), en donde dio por cumplido su juramento de Roma (Agosto 15,1805), momento en que comprendió  que la “gloria estaba en ser grande y en ser útil” (Escritos del Libertador, t.XXX, p.5). Por cierto aquel día en Bolivia su maestro don Simón Rodríguez (1769-1854), quien estuvo con él en el Monte Sacro al jurar, estaba presente, vio la realización del ideal. Por cierto fue Simón Rodríguez el máximo filósofo latinoamericano de la época emancipadora. Aquel día Bolivia ya había dejado de llamarse el Alto Perú.

CUARTA CONSIDERACION

El tema en esta parte final de El insomnio de Bolívar es lo que Volpi denomina los “Estados Unidos de las Américas”.

Aquí los mira primero a través de los crímenes de la ciudad mexicana de Ciudad Juárez, “una más entre las muchas ciudades latinoamericanas gobernadas por la violencia y el miedo”(p.213), igual que en Caracas en donde se realizan cerca de cincuenta homicidios semanales, ha habido 100.000 muertes en los últimos once años, precisamente los de Chávez, ello ha ratificado la previsión(1961) del psiquiatra Francisco Herrera Luque(1927-1991) de que Venezuela es el país más homicida del mundo, en donde se cometen más asesinatos semanales que en las guerras que hay en el planeta. Muchas de estas muertes se puede pensar son asesinatos políticos, los fallecidos son los “desaparecidos” venezolanos.

En La Habana Volpi  haya en Fidel Castro aquel cuya vida ha tenido un “Triste destino: dejar de ser libertador de un pueblo para convertirse en un obstáculo”(p.217), “Crónica de una muerte anunciada…la de Fidel representa la postrera extinción no solo de un caudillo, sino de una visión del cosmos”(p.217), “Ultimo entre los lideres del Tercer Mundo que fueron endiosados sólo para terminar convertidos en tiranos…Castro concentró en sí mismo el temperamento de una era, la revolución permanente, la oposición frontal al imperialismo, la visión de una América Latina unida frente a los Estados Unidos, ideas todas que han terminado desacreditadas o muertas mucho antes que él mismo”(p.217-218). El acabó con la revolución el 23 de Agosto de 1968 cuando apoyó la invasión de la URSS a Checoeslovaquia (Agosto 20) que puso fin a la Primavera de Praga. Y dejó de ser el arrogante revolucionario: vasta ver el viejito enclenque que aparece ahora en pijama en los noticieros de la televisión internacional.

Al igual en esta parte de su libro Volpi se para en el suceder de Centro America y Santo Domingo, en donde Leonel Fernández, pese a las dificultades, sigue siendo un gobernante democrático y un hombre trabajador. Uno de sus mejores asesores es el político y ex presidente venezolano Carlos Andrés Pérez pero para el dolor venezolano, el hombre que tanto daño a Venezuela, ha resultado previsivo “adviser” del animoso dominicano, a quien vimos ayer, en los actos del 19 de Abril en Caracas, inclinarse reverente ante la tumba del Libertador mientras que la corrupta Cristina Fernández se abanicaba al no darse cuenta que aquello era un solemne acto: el día en que se cumplían dos siglos del inicio de la Independencia de Venezuela que fue a la vez el comienzo de la de América Latina. También fue escandaloso para los venezolanos la semana pasada ver entrar en el Panteón Nacional al presidente uruguayo, José Alberto Mujica Cordano, un antiguo terrorista Tupamaro, sin corbata, con la camisa abierta. Mujica es uno más de los dinosaurios de la izquierda latinoamericana que viene a ponerse a los pies del hegemón de Caracas. Por cierto, no lo supo ni la argentina ni el uruguayo, el Panteón Nacional es el templo laico de los venezolanos y merece respeto.

En el mismo análisis del Volpi se detiene, en Caracas y en  Bogotá, gobernadas estas dos últimas hoy por dos personajes antípodas: el sereno y culto Uribe, para nada fascista, injusto epíteto que le endilga Volpi inexplicablemente, y el “especialista en bravatas” (p.224), el que “amenaza y vocifera” (p.233), el inventor del “socialismo imaginario” (p.234) que él llama “socialismo del siglo XXI” cosa que no existe en la teoría política.

En  La Paz haya una cosa que no es posible sino clasificar como cómica: “el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario” (p.232), que la gente de Chávez le inventó en Caracas a Evo Morales. De hecho le llevan la mano cada día desde Miraflores y el boliviano obedece.  

Pasa Volpi por Lima, se para en Quito más tarde y llegado al río de La Plata dice que la corrupta Cristina Fernández es “una fuerte personalidad, su itinerario no puede desligarse del de su marido(Néstor Kirchner)…dos jóvenes airados y ambiciosos que deciden apoyarse el uno en el otro, y soportar los avatares de los años, para cumplir la misma ambición…no es difícil percibir en ella algo feroz, casi autoritario en sus réplicas o su alejamiento de los medios”(p.241-242). No hay que olvidar que ambos fueron guerrilleros Montoneros que como indicó la sagacidad de Octavio Paz(1914-1998) lograron lo contrario de lo que se propusieron e hicieron pasar a sus países, como consecuencias de sus acciones de la democracia a la dictadura(ver “Aterrados doctores terroristas” en El ogro filantrópico. Barcelona: Seix Barral, 1979, p.153-167), entre otras cosas, como escribió al maestro Paz, por ser “gente que jura en nombre de Carlos Marx pero que obra como Al Capone” (p.161).

PARA CERRAR

Pese a los claroscuros presentados por Volpi hay que repetir que la utopía siempre está presente en América Latina, es propia de nosotros, siempre será nuestra, es nuestra manera de ver el mundo, sobre todo si seguimos el pensamiento de Isaac Pardo(1905-2000) nuestro primer estudioso de este asunto cuando anota en el libro impar que dedicó a estas: “Las utopías son o han tratado de ser esquemas o proyectos para satisfacerle más profundo de los anhelos humanos: disfrutar de la mayor suma de felicidad alcanzable por el conjunto social”(Fuegos bajo el agua.2ª.ed.aum. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1990, p.771). O cuando explicó que si bien las utopías pueden en sus orígenes considerarse sueños siempre terminan haciéndose verdad, realizándose como el sabio doctor Pardo, uno de los grandes humanistas de Venezuela, también nos enseño(A la caída de las hojas. Caracas: Monte Ávila Editores, 1998, p.73-93). Utopía como la expuso el propio Libertador(Febrero 15,1819) en los párrafos finales de su Discurso de Angostura, cuando expuso: “Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros y observando desde allá, con admiración y pasmo la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del Universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas entre esos océanos que la naturaleza había separado, y que nuestra Patria reúne con prolongados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana. Ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y oro. Ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo. Ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuán superior es la suma de las luces, a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el trono de la libertad empuñando el cetro de la justicia, coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno” (Escritos del Libertador, t.XV, p.345). Cuando el Libertador dictó esta peroración, en la Casa del Tamarindo en Angostura, no estaba desvelado sino plenamente lúcido, eso es América Latina: el equilibrio del universo.

Utopía la nuestra, como dice el eslovaco Slavoj Zizek “los verdaderos actos políticos son aquellos que permiten pensar lo imposible” (p.148). Así. Ese es nuestro sendero.

(Intervención leída en la sesión de “Los tertuliaros se reúnen”, organizada por la Fundación Francisco Herrera Luque, celebrada la tarde del martes 20 de Abril de 2010, en la Sala Carujas de la Fundación Cultural Chacao, en la cual participaron también la politóloga Ruth Capriles Méndez y el periodista Rafael Osío Cabrices).

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