Opinión Nacional

La amistad

En memoria de María Antonieta Sosa de Fernandes

«Carolina, tienes que escribir un artículo muy bello sobre nuestra amistad», me dijo mi amiga Tony Farías un jueves de enero de este año cuando salimos a almorzar para celebrar el año nuevo las amigas de toda la vida. Mis amigas de kindergarten siguen siendo mis amigas de hoy. Más que amigas, son mis hermanas.

Este mes de julio cumplimos treinta años de graduadas de bachiller. Éramos veinticinco en la promoción, pero ya no somos veinticinco: hace menos de una semana se nos fue Antonieta. La noche de su velorio, y sobre el tema de la amistad, me contaba un amigo que había asistido a una conferencia sobre las nuevas relaciones que establece la globalización. El conferencista decía que la globalización había impuesto una nueva dinámica en las interacciones humanas, que redefinía hasta el concepto de hogar. Daba como ejemplo el de una ejecutiva que viajaba mucho, quien consideraba que su hogar era «el lugar donde estoy yo con mi gato». Como el gato viajaba con ella, su «hogar» eran los hoteles donde se alojaban. Ciertamente la globalización ha cambiado muchas vidas, en buena parte porque hay facilidades para desplazarse, comunicarse y las distancias parecieran reducirse cada vez más. Concluyó el ponente que hoy en día es prácticamente imposible que una persona adulta cuente entre sus amigos personas con quienes compartió el jardín de infancia. Al final de la charla mi amigo se le acercó y le dijo: «me gustaría que usted conociera a mi esposa y a sus amigas: son amigas desde hace más de cuarenta años». El conferencista no lo podía creer.

Pues sí, Tony, hoy te complazco y escribo sobre nuestra amistad, bella, sólida, noble. Escribo, sin embargo, movida por circunstancias que jamás hubiera querido que se dieran. ¡Qué complicados resultamos los seres humanos, que en vez de reflexionar y sentirnos agradecidos todos los días por las bendiciones que tenemos, entre ellas los amigos, lo hacemos cuando se hace presente lo inevitable, aquello que no tiene vuelta atrás! ¿Por qué no decirles a quienes queremos que los queremos, que apreciamos que nos quieran a nosotros, que nos sentimos honrados por su amistad, por su tiempo, por su presencia?

Sí, soy de esas personas afortunadas que tienen amigos, regalos de la vida para toda la vida.

Queridas amigas, hermanas del alma, no sólo deseo reiterarles lo mucho que las quiero. Deseo también agradecer los ratos felices, las confidencias, las risas. Las ilusiones y los despechos compartidos. Las travesuras que hicimos, los momentos que nos pusimos serias, las veces que hemos llorado juntas, como el miércoles pasado. Dar gracias porque hemos estado siempre que nos hemos necesitado. Porque con Antonieta para siempre entre nosotras, hemos sabido dar a la amistad todo el valor que ella tiene.

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