Opinión Nacional

La balada del CNE

No puede haber diálogo democrático si quien está en el poder proclama que no lo entregará. La alternancia en el poder es una condición necesaria para la democracia. Si quien ocupa el poder repite a cada momento que su permanencia no tiene fecha de caducidad, al régimen habrá que apellidarlo de cualquier forma, menos de democrático.

La escogencia del nuevo Consejo Nacional Electoral ha nacido chucuta al nombrar un comité de postulaciones que tiene las cartas marcadas. Nadie –que no sea ingenuo o cínico- puede decir que el comité de postulaciones nombrado en una proporción de 16 a 5, a favor del oficialismo, pueda realizar su tarea con idoneidad para proponer los 15 nombres necesarios.

Ya de por sí el comité parte con 11 nombres de chavistas provenientes del resucitado PCV, del MVR y de otros factores gobierneros. La mayoría absoluta ( la mitad más uno) representa a esa Asamblea Nacional bermeja, electa por el once por ciento del electorado. Más del 88% de los venezolanos hábiles para votar no cuenta con representación en esa Asamblea que nombra a once miembros del comité de postulaciones.

Quienes han entrado como representantes de organizaciones no gubernamentales de verdad sólo son cinco personas, que deberán estar prestos a renunciar cuando logren comprobar el ventajismo de la aplastante mayoría. De otra forma no estarían haciendo otra cosa que avalar el nombramiento de otro CNE oficialista.

Y es que si se desea un CNE imparcial y decente, el acuerdo para nombrarlo debería cumplir la letra de la Constitución pero igualmente lo que se llama el espíritu de la norma. No se puede nombrar un CNE que repita las mañas del actual. Porque en tal caso deberían continuar en sus funciones Jorgito y su combo.

Elegir un nuevo CNE debería ser parte de un acuerdo de transparencia electoral. No puede ser elegido por una de las partes (el gobierno), aunque se cumpla –formalmente- con los requisitos legales. Y hasta ahora, que se sepa, quienes han acudido al llamado para formar el comité de postulaciones por parte de la oposición lo han hecho de manera unilateral. No ha habido una acción coordinada para enfrentar este nuevo intento para nombrar un CNE decente.

Aceptar la ratificación de algunos de los rectores que han presidido los fraudes anteriores no podría ser otra cosa que aceptar la trampa una vez más. Por eso ni Rodríguez, ni Lucena, ni Bataglini, ni la ínsipida Mejías, como tampoco ninguno de los suplentes que sobreviven en la nómina pueden seguir ocupando sus cargos en la cúpula del poder Electoral.

Una Asamblea ilegítima podría nombrar un CNE legítimo si este responde a los intereses del país todo. Si es una nueva añagaza para seguir organizando simulacros electorales, que se queden los que están. La inmensa mayoría de los electores seguirá absteniéndose de participar.

Un CNE que siga actuando con votaciones petrificadas (4 a 1), con indisimulada inclinación oficialista y derrochando recursos, seguirá siendo rechazado por el electorado. De nada servirá continuar inflando los resultados oficiales porque la ilegitimidad seguirá carcomiendo las bases del régimen.

Los diez millones de votos que han sido prometidos y proclamados con tanta anticipación quedarán como un espectáculo más de sombras chinas. Otra falsificación de la historia, como la nariz del “zambo” Bolívar en la fiesta carioca.

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