Opinión Nacional

La banca bolisocialista

(%=Image(8445814,»L»)%) En 2008, cuando los “bonos tóxicos” que circulaban por el planeta desataron la crisis del sistema financiero internacional, el teniente coronel, con su voz de trueno, pronunció más o menos las siguientes palabras: el sistema capitalista agoniza, está en sus últimos estertores; la voracidad y codicia sin límites de unos banqueros que se lucraron con el dinero del pueblo humilde, desataron un terremoto financiero que ha estremecido las bases del sistema de libre mercado. En Venezuela esos abusos no se cometerán. La intervención del socialismo del siglo XXI, responsable y comprometido con los intereses de los sectores populares, no permitirá que unos empresarios inescrupuloso se aprovechen del pueblo inocente. Ahora, finalizando 2009, cuando la banca norteamericana muestra signos de recuperación, el comandante ordena la intervención de cuatro entidades bancarias, con lo cual ha conmocionado el sistema financiero nacional. El motivo para tomar tan drástica medida reside en que en esos bancos se estaban cometiendo tantas y tan graves irregularidades, que habría sido irresponsable consentir que siguieran operando. La pregunta que ya se han formulado muchos venezolanos es la siguiente: ¿y dónde estaba SUDEBAN mientras los directivos de esas entidades cometían semejantes desafueros? Obviamente que la Superintendencia estaba ocupándose de cosas muy distintas a las relacionadas con vigilar el correcto funcionamiento de esos bancos, cuya cartera de depósitos, por añadidura, estaba formada en una medida importante por dineros del Estado. Ya es suficientemente conocido que uno de los capitostes de la red de bancos quebrados es Ricardo Fernández Barruecos, uno de los artífices de que el Presidente de la República sobreviviese al paro de finales de 2002 y comienzos de 2003, pues a través de su flota de gandolas se encargó de distribuir los alimentos que garantizaron el abastecimiento de comida durante aquellos turbulentos días. Fernández Barruecos, luego de demostrar su lealtad a la revolución bolivariana, alcanzó el estatus de héroe, pasando a convertirse en unos de los empresarios protegidos y mimados del régimen. Tanto que sin experiencia previa pudo incursionar en un negocio tan complejo como el de la banca. De paso, aparte del banco Canarias que funciona desde hace bastante tiempo, ¿era necesario permitir la creación de las otras tres entidades en un país donde la población bancarizada es relativamente pequeña? La tormenta que estamos viendo indica que el afán de SUDEBAN por autorizar el funcionamiento de bancos “pequeños” persigue fines distintos a los de preservar un sistema financiero sólido y eficiente. La crisis financiera actual no es comparable a la que sacudió a los gobiernos de Ramón J. Velásquez y Rafael Caldera. Aquella tuvo dimensiones sísmicas. La que estamos presenciando -aunque lamentablemente afecta a miles de pequeños y medianos ahorristas embaucados por la publicidad de esas entidades- más que revelar las carencias del sistema bancario nacional, lo que demuestra de nuevo es la abismal improvisación, incuria e incompetencia del gobierno bolivariano. Por esa razón causa tanta alarma que la receta propuesta por Hugo Chávez para resolver las dificultades sea la expropiación y nacionalización de la banca. El caudillo a quién pretende engañar o confundir. Los bancos quebrados e intervenidos se crearon o fortalecieron durante los últimos 11 años, es decir, en la era chavista. Su principal accionista y columna vertebral es un caballero ligado al chavismo y quien fue elogiado por el propio jefe de Estado. Los mecanismos de control y supervisión que debió haber aplicado SUDEBAN no funcionaron por negligencia y descuido de ese organismo. En contraste con el desbarajuste e irregularidades cometidas por las juntas directivas de las entidades intervenidas, los bancos tradicionales, los más grandes, los que captan mayores depósitos del público, los que compiten en calidad y seguridad, están operando sin dificultades. Sus balances reflejan unas finanzas sanas. En la Venezuela chavista lo que está en crisis no es el sistema financiero capitalista. Los banqueros tradicionales, los que conocen su oficio y se han ocupado de contratar, retener y formar recursos humanos especializados, no son los que están provocando los sobresaltos que estamos presenciando. Quienes han generado el colapso son los entes que integran esa red alternativa que el régimen ha intentado construir desde hace algunos años con los “empresarios socialistas”. Podríamos llamarla la banca bolisocialista, que está conformada por un grupo de avispados que han sabido enriquecerse a la sombra del poder bolivariano cometiendo toda clase de abusos. Habría que imaginarse lo que ocurría en Venezuela si en vez de un Banco Industrial, hubiese decenas de bancos industriales. La hiperinflación de Zimbawue sería bestial al lado de la que se desataría aquí, y la corrupción de BANPRO, Canarias y compañía sería de boy scout comparada con la que se vería. Además del BIV tenemos el Banco del Tesoro, el Banco de Desarrollo (BANDES), el Banco del Pueblo y el Banco de la Mujer, como ejemplos de la ineficiencia del gobierno bolivariano en el manejo del sistema financiero. Ya el régimen cuenta con el Banco de Venezuela, la entidad con mayor número de agencias en todo el país. La gerencia eficiente de este banco constituye un desafío suficiente que todavía no sabemos si podrá encarar con éxito. Los delitos de la banca bolisocialista no pueden convertirse en excusa para exterminar el sistema financiero nacional.

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