Opinión Nacional

La barbarie en el CNE

Pudieron haber amontonado las miles de maravillosas caricaturas de Zapata, los extraordinarios aportes al estudio de nuestro idioma de Manuel Bermúdez y Alexis Márquez Rodríguez, los grandes frescos históricos de Manuel Caballero – sin los cuales no entenderíamos nada de lo que hoy nos parece caído del cielo – las obras llenas de sabiduría y ponderación de Oscar Zambrano Urdaneta, las apasionantes novelas de Israel Centeno y haberles prendido fuego, como en aquella famosa noche de Walpurgis con que los fascistas alemanes alimentaran el odio a la inteligencia y la cultura un lejano día de 1933. Pero hasta la barbarie tiene sus matices: puede ser brutal, subdesarrollada, analfabeta, desdentada y escatológica, como la de Lina Ron, Freddy Bernal y Diosdado Cabello, o sofisticada y tecnológica, como la de Goebbels y Ribbentropp, que inventó los hornos crematorios a escala macroscópica, como en Auschwitz, Dachau y Treblinka. Subdesarrollados y brutales como son ¿se conformaría el chavismo – siguiendo al pie de la letra el ejemplo castrista – con un sucio paredón?

Este martes 10 de febrero de 2004 se volvió a vivir otra jornada de lucha contra la barbarie. Los mismos recogelatas de la conspiración que aplaudieran hace algunos días al esbirro de la dictadura cubana, Abel Prieto y sus secuaces, han montado esta vez un zoco de gangsterismo político y buhonería revolucionaria con el que pretender aterrar a los miembros democráticos del CNE. Intentando así convertir a nuestra máxima instancia comicial en un estercolero de propiedad exclusiva del totalitarismo chavista. Hasta allí se presentó un grupo de grandes intelectuales y artistas venezolanos a exigir respeto por la voluntad democrática de la inmensa mayoría del pueblo venezolano. Entre ellos un verdadero símbolo de las luchas populares, como Pompeyo Márquez. Iban en representación de grandes intelectuales y artistas venezolanos como Soledad Bravo y Elías Pino Iturrieta, Edda Armas y Leonardo Azparren, Yolanda Pantin y Juan Carlos Palenzuela.

Ya se retiraban del recinto cuando una excelsa representación del desdiente nacional le cayó a saco a la comitiva, haciendo centro de los ataques y del escarnio a Pompeyo Márquez, uno de nuestros más heroicos luchadores democráticos. Borrachos, hirviendo de odio y rencor, seguramente asalariados del chavismo a la orden de sus Tropas de Asalto, hubieran llegado seguramente a los hechos de no encontrarse con el temple, la hidalguía y la grandeza de Pompeyo, de Pedro León Zapata, de Oscar Zambrano Urdaneta. Una solitaria y silenciosa tanqueta de la Guardia Nacional observaba los hecho impertérrita. La media docena de efectivos se encargaba entre tanto de entorpecer la entrada de los ciudadanos evidentemente opositores al régimen, mientras protegía la barbarie que brincaba en el zócalo escanciando sus trompetas de rencor y venganza al ritmo de Don King.

Que Jorge Rodríguez se asome por un segundo al balcón de su oficina y me diga, sin que se le arrugue el semblante, si Hugo Chávez no es totalitario.

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